Hay debuts que no solo presentan a un artista, sino que lo desnudan. Es el caso de Vallandes, el primer EP de Julio Benavente, que llega como una ráfaga sincera desde la calle madrileña que le da título. "La idea de que se llamase así me vino tomando un café, justo al lado de casa", cuenta. "Es mi refugio, el sitio donde he crecido y donde he vivido todo esto".
Málaga lo vio nacer, pero fue Madrid quien lo transformó. En una etapa vital marcada por la independencia, las decisiones difíciles y los vínculos creativos, Benavente ha construido su zona segura entre paredes compartidas con amigos, a los que llama Los Niños. "Cada uno tenemos ahora objetivos diferentes, pero todos llegamos aquí con la misma ilusión. Es un lugar al que la gente viene y no quiere irse. Se respira familia", confiesa.
Vallandes es el resultado de un proceso largo. Tres años en los que el músico fue dándole forma a fuego lento, mientras se buscaba a sí mismo en la escritura, la producción y el desahogo. “Me he dejado toda mi energía en este proyecto. Hubo un momento en que decidí borrar todas las líneas rojas. Dejar de prejuzgarme. Ya no pienso si hago flamenco, pop o urbano. Si me pone la piel de gallina, voy con eso”.
"Hubo un momento en que decidí borrar todas las líneas rojas"
Lo que diferencia a este EP de otros lanzamientos emergentes es la forma en que sus canciones, lejos del artificio, se convierten en un acto de entrega. “Para el dolor es siempre el primer día”, dice Julio, citando una frase que le repite su madre. “Cuando estás mal, no hay un ‘ya he pasado por esto’. Es imposible reparar ese dolor. Y eso está en las canciones”.
En este proceso, la música ha funcionado como lo que él mismo llama “un exorcismo emocional”. Letras que no son conceptos sino vivencias, cicatrices cantadas que remiten a una pareja que quedó atrás cuando la vida le pidió elegir entre el amor y el escenario. “Elegir un sueño también implica renunciar a otro. Y eso pesa. Pero si no me abro por completo, no me sale escribir. A veces pienso: la gente que me conoce va a saber todo de mí cuando escuche esto”.
La producción ha sido también un paso importante. Aunque se ha rodeado de su círculo habitual, Los Niños, y ha contado con su amigo Nachito como coautor y cómplice esencial, Benavente ha decidido dar un paso adelante en este aspecto. “Llevaba mucho tiempo viendo cómo producían ellos y aprendiendo. En este proyecto me tiré de cabeza. Tenía que hacerlo”.
"No me marqué una dirección. Quería que la emoción guiara el sonido”
En cuanto a influencias, el abanico es amplio, pero poco determinante. Cita a Rosalía, C. Tangana, Dellafuente o Judeline, pero admite que en Vallandes no hubo referencias claras: “Me dejé llevar. No me marqué una dirección. Quería que la emoción guiara el sonido”.
La otra mitad del viaje llega en directo. Julio se encuentra ahora presentando el EP en distintos escenarios, y entre las fechas destaca una muy especial: el 14 de junio en la Plaza de Toros de Córdoba, donde teloneará a Omar Montes. “Córdoba es mi segunda casa. Mi familia es de allí, y que me conozca gente en ese contexto me hace muchísima ilusión”, reconoce.
Y sobre el escenario, simplemente se transforma. “Cuando entro en ese trance donde revivo lo que escribí… no hay reglas. Es uno de los regalos más bestias que me ha dado la música”.
El verano se presenta prometedor. Hay más fechas por confirmar, más canciones gestándose y una energía clara de quien no quiere volver atrás. Vallandes no es solo un EP. Es una declaración de principios, una foto emocional en pleno cambio de vida. Una forma de decir: “Estoy aquí. Y esto es lo que soy”.
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