“Me gusta la clase de persona en la que me he convertido”
Entrevistas / John Lydon

“Me gusta la clase de persona en la que me he convertido”

Carlos Pérez de Ziriza — 16-08-2015
Fotografía — Archivo

El legendario adalid del punk británico, mudado más tarde en instigador de sonoridades angulosas y reconvertido en excéntrico personaje mediático de un tiempo a esta parte (sus participaciones en reality shows, sus anuncios de mantequilla) vuelve por partida doble.

En primer lugar, con su segunda autobiografía, el descarnado “La ira es energía. Memorias sin censura” (Malpaso Ediciones), un extenso y lenguaraz libro que recorre su infancia, su juventud y su actual madurez con las acostumbradas dosis de vitriolo. Y que llega más de dos décadas después de aquel “No Irish, No Blacks, No Dogs” (publicado en 1994, traducido al castellano en 2007), al que complementa. Y en segundo lugar, con la edición del décimo álbum de estudio de PiL, un “What The World Needs Now...” (PiL Official) cuya salida está prevista para la primera semana de septiembre, y que será presentado en una gira por el Reino Unido y Europa a lo largo de septiembre y octubre. Estupenda ocasión, pues, para charlar con un John Lydon que siempre deja un reguero de perlas dialécticas a su paso, y que nos atiende por teléfono desde su domicilio en Los Angeles.

Escribiste el autobiográfico No Irish, No Blacks, No Dogs, en 1994. Ahora vuelves a la carga con otro libro similar, aunque da la sensación de que marcado por una escritura aún más espontánea. ¿Sentías que había muchos aspectos de tu vida que aún convenía desvelar, y que justificaban otro libro de corte biográfico?
Sí, aunque entre medias edité “The Scrapbook” (2010), que contenía gran parte de mi trabajo gráfico y fotografías de mi infancia. Pero de una forma o de otra, sentía que tenía la necesidad de volver a mi infancia, que la gente que solo tiene un interés tangencial en mi vida supiera quién soy en realidad. Nunca había hablado de las enfermedades que tuve entonces, con tanta amplitud, y esta era una oportunidad para hacerlo. Decidí afrontarlo mientras andaba ya enfrascado en el nuevo álbum de PiL, con los dos proyectos enfocados al mismo tiempo, más o menos. No fue fácil hacerlo así, los dos a la vez, pero ayudó en ambos sentidos: hizo que el álbum fuera mejor, e hizo que el libro también fuera mejor. Y creo que ambos son honestos.

Ya que hablas de honestidad, choca a veces la franqueza e incluso la poca ortodoxia con la que expresas todo en el libro, como si dieras rienda suelta a tu propio flujo de conciencia...
Sí, está escrito tal y como lo pienso.

El título, “La ira es energía”, me obliga a preguntarte si, al margen de aludir a la frase final del tema “Rise” (1986) de PiL, crees que la tensión y el conflicto que muchas veces ha marcado la relación con tus compañeros, tanto en Sex Pistols (con Steve Jones y Glen Matlock, especialmente) como en PiL (en los primeros tiempos, con Jah Wobble y Keith Levene) también fue una fuente de energía que se acabó revelando como positiva en el aspecto creativo.
Desgraciadamente, acabó siendo así, pero ese no era el enfoque cuando empecé con ambos (risas), aunque debo decir que en los albores de ambas bandas, yo era implacable. Siempre trataba de llevar hasta las últimas consecuencias cualquier idea en la que creyera firmemente, antes que dejar que se desvaneciera. Es una pena que los Pistols durasen tan poco tiempo, pero aún así supusieron una maravillosa entrada en el mundo de la música. Soy fiel a mis principios y a mis valores, y a llamar a las cosas por su nombre. Mis canciones siempre han tratado acerca de mis experiencias propias, y siempre he esperado que mis compañeros lo entendieran también así. Hay muchas bandas que escriben desde un punto de vista basado en la fantasía, y eso es entretenido, pero yo siempre tengo otros asuntos que resolver, como cualquiera que haya nacido en el seno de la clase trabajadora británica.

En el libro dices que “la educación no es lo que aprendes en la escuela, sino tu propia habilidad para ser crítico y para reunir la información disponible de la forma correcta”. ¿Crees que el autodidactismo es esencial para nuestro crecimiento como personas?.
Puedes sentirte institucionalizado por lo que el sistema educativo te enseña, pero la educación realmente comienza cuando has empezado a leer por ti mismo. Cuanto más lees, más sabio te haces, porque absorbes más información y eso te da la oportunidad de conocer el punto de vista de otra gente que también ha hecho eso desde su autodeterminación, y cuyo trabajo es un ejemplo. A partir de ahí, te conviertes en una persona libremente determinada.

Sí, pero en todo caso, necesitarás a alguien que te guíe o te aconseje, por muy autodidacta que se precie uno...
Bueno, yo sabía leer y escribir a los cuatro años. Cuando empecé a ir a la escuela, yo ya estaba más allá del sistema, por encima de él. Y las monjas ya me lo decían amablemente, porque además era zurdo, que es algo que era visto como un signo del diablo. Así que estuve dos años bastante aislado, y luego contraje una meningitis, que me tuvo en coma durante casi cuatro meses, estuve en el hospital tres años, salí sin recordar prácticamente nada sobre cómo se hacían las cosas, y tuve que empezar de cero de nuevo. Así fue cómo crecí. Un trayecto interesante, pero-curiosamente-en absoluto triste. Porque al tener que afrontar adversidades, y tras tener que averiguar quién era realmente, puedo decir que me gusta la clase de persona en la que me convertí. Y también aquella que olvidé que fui. He aprendido a verme desde fuera, desde un punto de vista exterior, y soy mi mayor crítico. Y eso me ha ayudado mucho. No necesito drogas para esconderme detrás de ellas, ni alcohol para aparentar que soy alguien que no soy. Soy una persona absolutamente sobria, porque me gusta lo que hago. Y lo que hago simplemente por entretenimiento, eso ya es otra cosa muy diferente.

Antes hablabas de la conciencia de pertencer a la clase obrera, algo que también queda muy patente en las páginas del libro. ¿Crees que el punk tuvo mas conciencia de clase en el Reino Unido que en los Estados Unidos?
Podría ser. Pero, en todo caso, la idea es que nosotros íbamos a romper las barreras de clase, y lo cierto es que eso finalmente no ocurrió. Los que van a las escuelas más privilegiadas y con mas medios siguen yendo a esas escuelas, y no se mezclan con nosotros. El mundo sigue girando, y las divisiones de clase, que son terribles, siguen vigentes, porque deniegan a gente como yo el derecho a la educación, al progreso, a mejorar como personas. Porque no importa los méritos que hagamos, ya que ellos siempre nos van a menospreciar. Yo ignoré ese principio, que es muy británico, y traté de conseguir cosas sin tener que ceñirme a él. Y aquí estoy, soy un sólido recordatorio de que cuando se denigra a una clase de gente, considerándola estúpida y descerebrada, al final se demuestra que eso no es así. Porque yo no lo soy. Por mucho que ellos se empeñen en despreciarnos y en conducirnos a la criminalidad.

¿Crees que aún es así, casi cuarenta años después?
Sí, sigue siendo así, y prácticamente no hay alternativa. Por eso tengo una gran empatía por los desposeídos.

Contrariamentea lo que desde un prisma superficial se pueda creer, fuiste un punk no precisamente arquetípico, ya que bailabas música disco en los clubs nocturnos y una de las primeras cosas que hiciste nada más disolverse los Sex Pistols fue viajar a Jamaica para conocer de primera mano las prácticas del reggae y el dub. ¿Crees que gran parte de la escena era mucho más estrecha de miras?
Problamente muchos no tenían ni idea de lo que era el reggae, por ejemplo, al menos en un principio, pero el barrio del que yo procedo era una zona mas mezclada a nivel racial, con lo que crecí con esa música. Siempre animo a la gente a que se abra a otras formas de música, porque eso implica nuevas formas de comunicación. Pero no me hace muy feliz el ver a músicos blancos tratando de aparentar que son rastafaris. Eso me irrita, y a veces hasta me resulta ofensivo. Y tampoco todos los negros son jamaicanos, que es algo que no entienden estos saqueadores. Es la peor forma de robo: cuando un puñado de nenes blancos y ricos creen que pueden hacer algo y simplemente lo copian. Te pondré un ejemplo de lo que digo, y que me cabreaba bastante cuando era joven: Sting haciendo reggae.

Pero el espectro de músicos blancos que practicaban géneros como el reggae o el ska era muy amplio. Ahí tenías a Madness también, sin ir más lejos...
Pero Madness tenían unas raíces de clase trabajadora más sólidas. Y crecieron con el ska, lo que está bien, porque solo continuaban algo que ya estaba dentro de ellos. Dudo que hubiera un amplio contingente de población jamaicana en Newcastle en el momento en el que Sting aprendió a tocar reggae (risas).

Te muestras muy crítico con Joe Strummer (The Clash), a quien acusas de estar demasiado obesionado con los eslóganes políticos, como si tuviera la necesidad de estar siempre blandiendo un manifiesto.
Era un dilema, el de estar sujetos a una agenda política. Y creo que eso era estúpido. Era el gran error de los estudiantes universitarios. Las cosas no funcionan así. La política deriva en los políticos, al final. Y los políticos son mentirosos, no importa lo izquierdistas o derechistas que aparenten ser. Al final todo se dirige a lo mismo, a decirte que su forma de hacer las cosas es mejor que la tuya. Y no lo es. Tuvimos que convivir con eso, y nos rebelamos de forma natural contra ello. Joe (Strummer) no se rebeló, él simplemente absorbió una Constitución diferente. Y tengo buenos amigos en The Clash, incluso Joe lo era (risas). Pero la gente a veces no entiende que tengamos derecho a tener diferentes puntos de vista.

En las páginas de “La ira es energía” tambien hablas de fútbol, de tu pasión por el Arsenal y tu desdén por los comentaristas sesudos, aquellos que se empeñan en desgranar el juego desde el análisis de estrategias, estadísticas y demás. Incluso lo describes como el “Teatro de las Emociones”, entiendo que en contraposición el famoso “Teatro de los Sueños”, que es como la afición del Manchester United-uno de vuestros rivales más enconados-describe su propio estadio. ¿Crees que el fútbol es en esencia una metáfora de la vida, y eso explica su enorme atracción?
Mi padre me enseñó que siempre hay que apoyar a tu equipo local, tanto si gana como si pierde. Porque era el punto de encuentro para la comunidad local, sobre todo para la de mi barrio, Finsbury Park, muy de clase trabajadora y con mucha mezcla racial. Allí, en el campo, te encontrabas con tus vecinos de la puerta de enfrente. Por eso era muy importante: era una conexión entre nosotros. Todo era muy divertido, hasta hacer ondear una bandera. Creo que muchos de los conceptos que enarbola el fútbol de siempre se remontan a la Roma clásica. Y la violencia no estaba en los estadios, sino fuera.

Ese concepto del fútbol (y del deporte en equipo, en general), en el que el resultado no es tan primordial como el sentimiento de comunidad, es más específicamente británico que continental...
También era así en el resto de Europa. Pero ahora ya no. El fútbol en Inglaterra se ha convertido en algo muy europeo. El nuevo estadio del Arsenal (el Emirates Stadium) no tiene ya nada que ver con eso.”

¿Pero no crees que el fútbol británico aún mantiene gran parte de su tradicional liturgia? El ambiente en Anfield Road en la despedida de Steven Gerrard de la afición del Liverpool, por ejemplo, hace bien poco, no es fácilmente imaginable en nuestros estadios...pese a algunos casos similares como el de Xavi (F.C. Barcelona).
Bueno, aún nos encantan los jugadores de club, esos que están toda su vida jugando para el mismo equipo. Se convierten en algo muy importante aún, porque fidelizan emocionalmente al público. Como si fueran miembros de la familia. Algo profundamente emocional, que conecta con la sensibilidad británica. Aunque a veces haya quien lo sobredimensiona hasta límites demenciales (risas). El diseño de los estadios nuevos como el del Arsenal no se corresponde con eso, desde luego, no conecta con ese sentimiento de gran familia que imperaba en nuestros campos de fútbol.

Llevas viviendo en los EEUU desde los años 80. ¿Por qué decidiste irte? ¿Estabas cansado del escrutinio constante de la prensa y de sus interpretaciones acerca de tu vida en tu país?
¡No, no, no! No hay nada que me pueda preocupar menos que eso, me encantan los paparazzi (risas). Aplaudo a cualquiera que sea capaz de ridiculizar a una estrella del pop, ¡incluido yo mismo! (carcajada).

Era un problema más de acoso policial...
Sí, ese era el problema real. Y era continuo. Al menos una vez a la semana encontraban algo que me podía meter en problemas. Así que decidí mudarme. Y el tema nos afectaba incluso cuando comenzamos con P.I.L.: no conseguíamos conciertos en ningún lado en nuestro país. Viajar por Europa era muy caro, así que nos mudamos a Nueva York. Y me enamoré de América. Ya cuando estaba en los Pistols me encantaba. Me encanta la gente de aquí. No se parecen en nada a sus políticos.

Sería complicado para ti si así fuera, ¿no? Si se parecieran mucho a ellos, quiero decir...
No estaría aquí, te lo aseguro (risas).

Desde la irrupción de los Sex Pistols, no ha sido fácil disfrutar del éxito de alguna otra banda que haya emergido prácticamente desde la nada posteriormente y haya roto las barreras del mainstream y las listas de éxitos. Al menos no como vosotros lo hicisteis, irrumpiendo como elefante en una cacharrería. No sé si crees que quizá solo Nirvana hayan constituido un fenómeno similar...
Lo de Nirvana tuvo mucho más que ver con la publicidad, incesante a lo largo de un par de años, que lo nuestro. Nosotros no teníamos un gran aparato promocional detrás, simplemente salimos a hacer lo que creíamos que teníamos que hacer. Y dede un punto de vista muy de clase obrera, lo que siempre ayuda, ya que conecta con la forma en la que mucha gente vive sus vidas. Hay una grann diferencia. Y no le quitaría méritos a Nirvana, ellos merecían toda la suerte que pudieran tener, aunque solo fuera por “Smells Like Teen Spirit”, que es una canción que siempre me ha encantado. Solo por eso, ya merecían su lugar en el universo.

Tanto en las páginas del libro como en la propia portada de “What The World Needs Now”, el inminente nuevo álbum de P.I.L., te muestras demoledoramente crítico con la religión. ¿La consideras el opio del pueblo?
No diría que soy crítico, diría que soy honesto: la religión no tiene ningún sentido para mi. Y sí, es una enfermedad, que se ceba en los más frágiles. Todo en ella se centra en la dominación, en que no puedes desafiar sus creencias, y trata de subyugarte bajo la amenaza de no llegar al cielo, lo que no deja de ser un concepto ridículo. Para mi, el cielo está en la tierra. Es lo lógico, pero la religión no es lógica.

Pero no negarás que esa creencia hace que mucha gente se sienta mejor...
Al menos mientras estén cómodos siendo esclavos. A mi me parece bien que lo hagan, pero que nadie trate de absorberme en sus falsas ideas fijas. Es tan sencillo como eso. Vivo en un mundo en el que soy consciente de que hay muchas formas distintas de pensar, y me gusta la variedad.

Una última pregunta: ¿te podías imaginar hace más de tres décadas que alguna vez volverías a pisar los escenarios con los Sex Pistols? ¿O que seguirías al frente de P.I.L.?
Tan pronto como yo comencé a llevar las riendas del management, sí (risas), porque ahí es donde comenzaban los problemas. Siempre pensé que aprenderíamos a llevarnos bien entre nosotros, y ahora que ya no trabajamos juntos de forma continua, me resulta mucho más fácil tener un comportamiento amistoso con mis compañeros de grupo. Yo valoro su amistad por encima del lugar de trabajo. Y he recorrido un largo trecho en todos estos años. Para mi, el punk no es algo estéril, que tenga que limitarse a un tiempo concreto. Tiene que progresar y moverse siempre hacia adelante. Me siento muy lejos ya de los miembros de los Pistols, por ejemplo. Debemos ser de planetas distintos.

Muchas gracias por tu tiempo, John.
Que la carretera se alce contigo, y que todos tus enemigos queden detrás de ti. Paz.”

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