“Siempre he sido un forastero y siempre lo he disfrutado”
Entrevistas / Greg Dulli

“Siempre he sido un forastero y siempre lo he disfrutado”

JC Peña — 17-02-2020
Fotografía — Maciek Jasik

Por raro que suene, “Random Desire” (BMG, 20) es el primer trabajo en solitario propiamente dicho del  alma de The Afghan Whigs y The Twilight Singers en más de tres décadas. Sobre él hablaré un rato con Greg Dulli, y pocas sensaciones hay más reconfortantes que comprobar cómo un héroe de tu juventud resulta ser un hombre encantador.

Dulli está de promoción en las oficinas del sello en un día lluvioso en Madrid y se toma la entrevista con tanta pasión como la que pone en sus canciones. Esa vitalidad contagiosa de disfrutar al máximo el momento es la que le ha traído hasta aquí después de tantos discos memorables.

Tengo que decirte que te entrevisté por teléfono a propósito de “In Spades” hace un par de años…
¡Eso está guay!

Pero entrando en materia, quería confirmar si realmente este es tu primer disco en solitario. Yo tenía mis dudas, e investigando tu discografía di con un disco tuyo de los primeros dos mil con tu nombre, aunque no lo escuché en su momento…
Sí, este es el primer álbum que saco como disco en solitario. El que mencionas es un disco de hace tiempo titulado “Amber Headlights” (One Little Indian, 05), pero en realidad eran descartes. Esta es la primera vez que dije: “Voy a hacer un disco en solitario”.

¿Y por qué ahora?
La razón principal es que, al terminar la gira de “In Spades” (17) de The Afghan Whigs, sabía que Patrick (Keeler), el batería, se iba a ir de gira durante bastante tiempo con The Raconteurs, cosa que hizo; John Curley, el bajista, volvió a la universidad; John Skibik, el guitarrista, tuvo un bebé y Rick Nelson, el tipo que hace de todo, se montó un estudio en Nueva Orleans. Iban a estar todos liados y yo quería hacer algo, así que me di algo para hacer (risas).

“No sé cómo se puede salir todas las noches a tocar canciones de hace veinte años”

Ya me pasaba con “In Spades” y tengo la misma sensación con este disco: me parece que estás en un momento creativo dulce.
Tengo la impresión de que, probablemente, estoy así desde “Do To The Beast”, que es de 2014. Después del último disco de The Twilight Singers empecé a sentirme quemado. Alrededor de 2011. Entonces los Whigs nos volvimos a juntar en 2012, sólo para una gira. En principio, la idea era limitarnos a esa gira. Habíamos hecho como setenta conciertos, el último en Año Nuevo, en Cincinnati, nuestra casa, y dijimos “ha estado genial”. Nos despedimos, y yo me fui a Australia para trabajar con Steve Kilbey de The Church. Y cuando estaba allí, mi manager me llamó preguntándome si los Whigs tocarían con Usher en el South By Southwest. Y yo estaba como… ¿de verdad? Dimos el bolo con Usher, nos lo pasamos muy bien. Justo antes habíamos decidido cortar con Rick McCollum (guitarrista). La cuestión es que yo ni de broma iba a girar de nuevo sin volver al estudio a grabar cosas nuevas. Sé que hay grupos que lo hacen, pero yo no puedo salir cada noche a tocar canciones de hace veinte años. No sé cómo se puede hacer. Incluso si te pagan un pastón, qué más da. Puedes ganar dinero de otros modos, yo lo hago. Así que, desde ese disco hasta ahora, las últimas treinta canciones que he sacado creo que están al nivel de cualquiera de las que he hecho antes.

¿De dónde sacaste el título “Random Desire” (“deseo aleatorio”)? El concepto de “deseo” está muy metido en todas tus canciones, pero esta combinación es bastante desconcertante.
Estaba leyendo cosas sobre la “selección aleatoria”. Es una cosa que hacen en algunos grupos de personas. El “deseo” es una palabra con muchas connotaciones, y me encanta jugar con palabras así. Inserté esa idea y empecé a pescar canciones que tuvieran que ver con el título. Lo tenía antes incluso de componer las canciones. Muchas veces pasa que escribo títulos y los guardo en un cajón para desarrollarlos después. Te puedo mencionar “Powderburns”, “Dynamite Steps”, “In Spades” o “Random Desire”. Los tenía todos antes de construir las canciones a su alrededor. “Do To The Beast” me salió con mucha naturalidad. Pasó que un amigo italiano me dijo que una de las canciones sonaba a eso. Cuando me gusta cómo suena algo, lo escribo y lo guardo para ver qué puedo hacer con ello. Tenía el título “Random Desire” al menos un año antes de ponerme con el disco.

Interesante. ¿Te parece que, de algún modo, estás contando una historia?
No considero que sea un disco conceptual o algo así, pero la secuenciación de un disco me parece muy importante, como cuando haces un setlist. Estás ordenando una experiencia, y eso es crucial en este disco. Hasta el punto de que me pasó una cosa: había acabado prácticamente, en julio, y la cuarta canción me encantaba, pero no terminaba de encajar. Lo oía, llegaba a esa canción y decía: “No”. La saqué y compuse “The Tide” para ocupar ese hueco. A esos niveles llego en cuanto a la secuencia de un disco.

Incluso en la era de Spotify y las playlists…
Sí, que la gente haga lo que quiera. Lo pillo, yo mismo hago listas, pero si voy a hacer un álbum, lo voy a hacer a mi manera. Y luego tú puedes hacer lo que quieras con él. Yo te lo voy a dar como lo oigo.

La portada es muy tuya: ese volante en llamas. Es muy simbólica, una cualidad que tiene el arte de tus discos. Me pregunto cómo lo eliges, cómo dices: esta imagen es la portada.
Pues espero hasta ver algo que guste (risas). La imagen es de una fotógrafa polaca y estoy bastante seguro de que vi sus fotos por primera vez en Instagram. Empecé a seguirla y, cuando empezó a sacar las fotos de fuego, me dije que tenía que ponerme en contacto con ella. Y le pedí usar esa foto. Me impactó de la misma manera que el trabajo de Ramon Rodrigues para “In Spades”. Es un artista de madera brasileño. También le conocí por Instagram.

Es un buen modo de aprovechar las ventajas de la vida moderna…
Totalmente. Y la foto de la portada de “Do To The Beast” es de una amiga. Pero vi su foto en Instagram, aunque la conozco desde hace veinte años y es una gran fotógrafa. Siempre digo “esa es la foto” y voy a por ella. Ramon y yo hemos colaborado. Chistopher Friedman, que ha hecho el diseño de los últimos tres discos, es también artista. Ha hecho el arte de mi merchandising, los singles… Es como mi mano derecha y nos hemos hecho muy amigos.

Como sucedía en “In Spades”, la mayoría de las canciones tienen un tono melancólico o nostálgico. En su momento me decías que el paso del tiempo te iba haciendo mella, con muertes cercanas y de héroes como Prince. ¿Esto sigue pesando en este disco?
Te digo una cosa: me está llegando ese momento en la vida. Me acuerdo de que cuanto tenía treinta y tantos años oí una historia: hay dos épocas en las que pierdes gente a tu alrededor, cuando eres un niño y cuando tienes mediana edad. Ahí es cuando la muerte te visita. De manera que… sí. También he perdido a algunos amigos a una edad muy joven de manera trágica, así que quizá es algo que me es más familiar de lo que me gustaría (Pausa). Somos criaturas finitas. Un día tú y yo no estaremos aquí. Es algo en lo que nunca había pensado con veinticinco años. ¿Has visto “The Irishman”, la película?

“Somos criaturas finitas: un día tú y yo no estaremos aquí. Nunca lo pensé con veinticinco años”

Sí. Supongo que te refieres al final, que es devastador.
Lo primero de todo: ver a esos tres o cuatro tíos si sumas a Keitel… flipé. Llevaban maquillaje para parecer más viejos, pero Robert De Niro tiene setenta y seis años. La película tiene lugar sobre todo en los años setenta. Jimmy Hoffa, Michigan…yo soy de Ohio, que está justo debajo de Michigan, y todo se parecía al sitio donde crecí. Recordaba a gente vistiendo esa ropa en gasolineras que eran así, restaurantes con platos así… era como si estuviera volviendo atrás cuarenta años. Me pareció una película increíble, pero cuando la terminé, no podía sacudírmela de encima. Era como si la llevara conmigo. Así que… sí (risas).

El tiempo pasa: es lo que hay.
Sí, lo reconoces y sigues adelante. No puedes hacer nada, no vas a tumbarte y esperar a morirte.

Otra cosa que me llama la atención: en estos últimos discos tu interpretación vocal destaca. ¿Cómo te planteas lo de cantar a estas alturas, cuando tienes un estilo tan particular?
Bueno, hace unos diez años que dejé de fumar, y un amigo que enseñó un par de ejercicios para calentar la voz. Simplemente me tomo lo de cantar un poco más en serio que lo que quizá solía hacer antaño, cuando la forzaba sin calentar ni nada por el estilo. Cuando oigo grabaciones en directo de los noventa, me parece que sueno a mierda. Seguro que era emocionante en el momento, pero si lo oigo me quedo como… pero bueno, en directo puedes ser un poco descuidado. No hay nada malo en ello.

Hace poco vi por casualidad en Youtube la famosa actuación de la banda de “Backbeat” y la energía era brutal.
Te apuesto lo que sea a que allí calenté, porque sabía que iba a salir en la tele. Ahí sí que calentaba. Hicimos “Money” y “Helter Skelter”, que les enseñé a los chavales. Aquello fue diferente. En este disco, y también en “In Spades”, hice muchas tomas. Hay muchas voces dobladas e incluso triplicadas, como en “Pantomima”. En los estribillos hay seis pistas vocales. Hice estas técnicas de The Beach Boys o Queen. Además, “Nashville Skyline” (69) es mi disco favorito de Bob Dylan. Si oyes ese disco, te das cuenta de que canta desde la parte de atrás de la garganta. Me apetecía intentar hacer lo mismo. Algunos de mis amigos, oyendo alguna canción del nuevo disco, me han dicho: “Oye, ¿quién es ese tío?” Se trata de probar cosas nuevas con la voz. Hice esto en “Luckless”, “Scorpio” y “The Tide”, no en toda la canción, sino en parte, para tener un efecto dramático. Y me lo paso muy bien siendo otro con mis propias canciones.

Aparte de esto, ¿cómo de similar o diferente ha sido la grabación, respecto a los álbumes anteriores?
Los últimos dos discos de The Afghan Whigs se grabaron con la banda tocando en la misma sala. Y “Dynamite Steps”, el último disco de The Twilight Singers, se hizo en gran parte así también. En esta ocasión estaba yo solo, con algunos amigos entrando y saliendo. John Theodore toca la batería en un par de canciones, toca en una para la que yo ya había hecho batería, pero vino con un ritmo estupendo...Pero en canciones como “Pantomima” toco todo. A John le pregunté si quería probar y dije: “Vale, eres mejor” (risas). No voy a ponerme a discutir cuando tengo un batería de talla mundial que es también mi amigo.

O sea, que varias de las baterías son tuyas…
Sí, he tocado la batería en algunas canciones de The Afghan Whigs y Twilight Singers, pero probablemente no en tantas como hago aquí. Toco en “Pantomima”, “The Tide”, “Scorpio”, “A Ghost”, “Luckless” y “Black Moon”.

¿Cómo ha cambiado en todo este tiempo el modo en que compones? ¿O no lo ha hecho en absoluto?
En esta ocasión había compuesto unas cuantas canciones, pero ni siquiera sabía qué estaba haciendo, si iba a ser un disco en solitario. Como toda la gente con la que hago música estaba haciendo otras cosas, en un momento dado me dije que lo tenía que hacer solo. En febrero del año pasado es cuando me puse en serio, y entre febrero y agosto tenía ocho de las diez canciones para grabarlas. Las hice entre Los Angeles y The Joshua Tree, donde pasé dos semanas en el estudio de mi amigo Christopher Thorn. Toca la guitarra en Blind Melon y hemos trabajado juntos en los últimos cuatro años, aunque le conozco desde hace veinte. Tiene mucho talento, es rápido y curramos increíblemente bien juntos. No hay nada mejor que trabajar con gente con la que te llevas bien. Mi médico toca en cuatro canciones.

¿Tu médico?
Sí. Toca el pedal steel y el bajo. John Skibik, el guitarrista de The Afghan Whigs, también toca en ocho canciones. Rick Nelson, cuerdas en un par de temas y el bajo en otra…pero casi todo lo hago yo.

¿Y estás familiarizado con las técnicas de grabar?
No, no soy un técnico. Pero soy productor, ya me entiendes. He producido todos los discos que he hecho. A veces pasa que… Christopher, sin duda, coproduce este disco. No sonaría de la forma en la que suena sin él, pero tengo ideas muy sólidas sobre lo que hago. Chris ha sido el responsable de que doblara o triplicara voces. No lo suelo hacer, pero a él le encanta y en este caso ha funcionado particularmente bien.

Siempre vi a The Afghan Whigs, sobre todo desde “Black Love” (96), como un puente entre el rock alternativo de aquellos noventa y las bandas o artistas del pasado, de los sesenta, o incluso de antes. ¿Crees que hoy faltan artistas que hagan a los chavales de hoy conocer a los músicos de los sesenta?
Bueno, no creo que esos artistas vayan a desaparecer nunca. Escuché a Mozart anoche y lleva muchísimo tiempo muerto. John Coltrane lleva muerto mucho tiempo. Billie Holiday, Frank Sinatra... si quieres conocerles, están ahí. A mí me gusta mucha de la música que están haciendo los chavales. Todo mola. Pero Elvis es el puto Elvis. Si quieres oír una canción realmente buena, independientemente de quien seas, ponte “Blue Moon”, por ejemplo. Tarde o temprano alguien lo va a ver. Piensa, por ejemplo, en lo que Amy Winehouse hizo por el catálogo de Motown. La gente había dejado de llamar a esa puerta pero ella y Mark Ronson trajeron de vuelta aquello. Y es música contemporánea.

“Cuando empecé no había dinero, luego hubo mucho y ahora no hay nada”

Voy terminando: cuando miras atrás, ¿qué piensas sobre lo que has hecho en tu carrera, cómo te sientes?
Me lo he pasado de miedo. Eso es realmente lo más importante. Te lo digo de la manera más simple: en el momento en que me di cuenta de que la felicidad es el éxito, me liberé de todo. De querer más de lo que tengo, de desear ser otro. Y por suerte, eso me pasó muy pronto. Tengo amigos estupendos, hago lo que quiero hacer con quien quiero y cuando quiero: he ganado. Una vez dejas de luchar por otras cosas y dejas de preocuparte por lo que otra gente hace o dice sobre ti, eres libre.

La gente suele darse de cabezazos contra la pared por cosas que no están en sus manos.
Antes de cumplir diez años yo ya sabía que quería hacer esto. Cuando empecé a componer canciones con catorce años, era como: “Tío, esto es genial, llena tantísimo…”. Así que ahí estaba buscando en mi barrio a alguien que pudiera tocar la batería y cosas así. Estuve en un grupo en el instituto, en la universidad y luego monté a los Whigs. Era mi tercer grupo, y esa banda me ha llevado a España a hablar contigo. Esto es lo que hago.

Esa pasión que le pones se nota.
Hay otras cosas que hago, pero esta es mi favorita. Me encanta componer canciones, grabarlas e interpretarlas. Es así de sencillo. Te puedes complicar la vida, pero yo no lo hago.

La última: ¿Cómo te sientes respecto a la evolución del negocio musical en estas décadas? En los noventa hubo un momento en el que el rock alternativo era muy lucrativo. ¿Cómo fue?
Cuando empecé no había dinero, luego hubo mucho, y ahora no hay nada (risas). Esto es lo que he visto y vivido. La cultura es la que es. La tecnología ha cambiado muchísimo, en primer lugar. Cuando volvió el vinilo pensé que era fenomenal. Llegué a tener tres mil discos en casa. ¿Sabes cuántos tengo ahora? Cero. Y me sigue encantando esa cosa del vinilo, pero es tan fácil tenerlo todo aquí (enseña el móvil). Antes entrabas en mi casa y te topabas con un muro de discos, era claustrofóbico, ¿me entiendes? Me encanta diseñar discos, como te decía, me lo tomo muy en serio, pero también sé que a los chavales de hoy les importa un carajo. Yo solía empollarme los créditos. Dónde se hizo esto, quién lo hizo, quién tocó el saxofón, quién es la dama que hace coros. Y sé quiénes fueron. Merry Clayton en “Gimme Shelter”… No sé si alguien sigue haciendo esto. No sé si la gente sabe con quién toca Rihanna.

Tengo una curiosidad: Has dicho que viviste la breve era en la que había muchísimo dinero en los noventa. ¿Era fácil que se te fuera la olla, o viste a mucha gente que le pasara?
No en mi caso, porque nunca hice un disco que lo petara. Incluso cuando estábamos en Sub Pop. Éramos de Ohio, todo el resto del mundo era de Washington. Siempre he sido un forastero y siempre lo he disfrutado de algún modo. Porque para bien y para mal, estás solo. Nunca he tenido un público masivo, pero tengo uno pequeño que me quiere y es fiel. Me tomo eso muy en serio y trato de no decepcionarle. Intento seguir haciendo cosas con las que podamos divertirnos juntos cada tres años.

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