AFLICCIÓN
Entrevistas / Counting Crows

AFLICCIÓN

Redacción — 18-10-1999
Fotografía — Archivo

A pesar de que sus discos dejan una estela con muchos ceros, el líder de Counting Crows, Adam Duritz, no parece tener todas las respuestas. Se agradece, aunque su nuevo trabajo sea el más áspero que han entregado hasta la fecha. La entrevista que tienen entre sus manos nos obliga o a creerle o a darle un Oscar por sus dotes interpretativas. Ustedes mismos.

No es habitual que una estrella del rock norteamericano, o como en este caso alguien que ha vendido más de diez millones de discos, se levante y te traiga una silla para que te sientes cómodamente a hacer la entrevista. Adam Duritz –sin duda, voz cantante- lo hizo. Al ver que me ponía en cuclillas junto a él para poder seguir sus declaraciones, terminó su respuesta y se levantó. Cogió la silla y me la ofreció. «¿Es para mí?» –pregunto atónito-; «Claro que es para ti» –responde él, mientras se sienta y espera otra cuestión-. Y la entrevista continúa a través de su voz y de su decir, reconfortante y plácido. Confieso que nunca han sido santos de mi devoción. Más aún: confieso que las dos primeras escuchas de «This Desert Life», su tercer disco –sin contar el directo-, no me satisficieron en absoluto. Sigo pensando que es un trabajo denso e incómodo, de esos que pide predisposición y atención, con demasiadas puertas entreabiertas. Pienso también que, por la dinámica propia de la industria en la que estamos inscritos, cada vez estamos menos acostumbrados a detenernos en los discos y en las canciones de los que nos toca hablar después. Y tras la charla mantenida con Duritz, creo que merece la pena aminorar la marcha y escucharle. «El sentimiento general que hay en el disco, mi sentimiento mientras lo grababa, mi sentimiento hacia las cosas ahora mismo es de confusión. Eso sí, ahora hay menos angustia hacia esa confusión… la acepto mejor que antes. No… no me preocupa no repetir el éxito de mi primer disco, fue un éxito incómodamente gigantesco, pero tengo los pies en el suelo. Llevo mucho tiempo tocando en este y otros grupos; conozco a bandas que matarían por vender cincuenta mil discos… nosotros hemos vendido trece millones, pero el éxito monetario no te garantiza la felicidad. Mis problemas personales, mis dificultades en la relación con otras personas siguen ahí y no los va a solucionar el que mis discos vendan bien. Una persona que gane un millón de dólares en la bolsa no se va a llevar necesariamente bien con su mujer por el hecho de ser millonario».

Hombre, todo ayuda. Que «August And Everything After» (94) fuera disco rojo en todo el mundo y que «Recovering The Satellites» (96) siguiese su estela, nos obliga a preguntarnos cuánto hay de realidad y cuánto de impostura en su rol de artista sensible y medianamente atormentado. «La verdad es que las historias que cuento en mis letras son totalmente autobiográficas y veraces. Cuentan cómo me siento sin duda. Han evolucionado algo y en este disco reflejo la confusión de la que te hablaba antes pero desde un plano en el que asumo que la vida es así. Ahora mismo siento que sigo en el mismo sitio donde estaba, veo que otros amigos han cambiado en algo sus vidas, que tienen hijos, que siguen adelante con sus parejas, pero yo sigo donde estaba. No me desespero, sigo aguardando mi oportunidad». En fin, que la vida aprieta pero no ahoga del todo. De momento, Duritz tiene ánimo no sólo para reactivar periódicamente la carrera de los Crows sino para poner en marcha su propio sello discográfico: Pluribus Unum Recordings, dando cobijo a bandas tan populares como Gigolo Aunts. «La verdad es que he conseguido crear el sello en el que a mí me hubiera gustado estar desde siempre. Hay un ambiente de creatividad y apoyo artístico. Las bandas del sello se llevan muy bien entre ellas y surgen las colaboraciones. También es verdad que todavía no hemos conseguido que alguna de nuestras bandas sea exitosa, y creo que esto es necesario más que nada para que se empiece a tomar en serio al sello y no se vea como un juguete mío. Me encantan todas las bandas del sello y creo que hemos conseguido un ambiente estupendo, aunque admito que quizá por falta de tiempo no hemos conseguido que estén donde se merecen».

Es difícil saber en qué lugar quedan Counting Crows tras un disco como éste. No contiene canciones radiables, rezuma tristeza y un cierto hermetismo. También resulta complicado ubicarles en su propia escena, la norteamericana, que tantos buenos discos está dando últimamente. ¿Junto a Wilco, Granfaloon Bus o John P. Strohm? No sé, no sé… «Yo creo que no ocupamos ningún lugar en esa escena… Wilco por ejemplo, comenzaron de forma más tradicional pero han ido evolucionando y su música ya no lo es tanto. Pero creo que no somos una banda tradicional, que nunca lo fuimos. Me gusta la música tradicional, pero creo que no está hecha para mí. Me gustan más otras cosas… Sparklehorse y The Flaming Lips me encantan». Ya ven: confusión y gusto exquisito. Lo que son las cosas.

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