Meditaciones de cine
Libros / Quentin Tarantino

Meditaciones de cine

8 / 10
José Martínez Ros — 08-02-2023
Empresa — Reservoir Books

Este es el segundo libro de Quentin Tarantino, y el primero de no ficción. El anterior fue la novelización de su película “Érase una vez… en Hollywood”, y aquellos que la leímos ya comprobamos que Tarantino, al que podemos calificar sin dudas como el cineasta norteamericano más importante de su generación, en dura competencia con David Fincher y Paul Thomas Anderson, está muy lejos de ser como prosista el mismo consumado estilista que es cuando se desenvuelve con la cámara. Sin embargo, los obvios defectos de una escritura tosca y amateur se veían amortiguados por su maravilloso oído para los diálogos y, sobre todo, por una capacidad aparentemente infinita de idear escenas interesantes y distintivas.

Algo parecido ocurre en “Meditaciones de cine”; si lo que buscas es un gran libro de crítica cinematográfica, hay opciones muchos mejores en cualquier librería, como, por ejemplo, en España, las publicaciones de Adrián Sánchez o Carlos Aguilar. Pero, en cambio, te ofrece otras cosas: un tono seductoramente autobiográfico, una erudición práctica obtenida después de ver miles de películas de todos los subgéneros imaginables y un repertorio sin fin de filias y fobias, a menudo injustas, pero también bastante divertidas. Es probable que, tal vez, no estemos de acuerdo en sus palabras despectivas acerca de Robert Altman o cuando establece tácitamente la superioridad de Steve McQueen sobre su gran rival en el estrellato cinematográfico, Paul Newman, pero siempre merece la pena seguir el curso de su pensamiento. También cuenta con la posibilidad única de haber charlado con los responsables directos de algunas de las películas que más admira: así su estupendo artículo sobre “La huida” (1972) de Sam Peckinpah se apoya en gran parte en sus conversaciones con Walter Hill, antiguo colaborador y guionista de este (y un maestro del cine de acción, responsable de cintas como “The Warriors. Los amos de la noche” o “Calles de fuego”).

El hilo conductor de “Meditaciones de cine” nos lleva a la infancia y adolescencia del futuro director. Cuando era un chaval en un barrio pobre y multirracial de L.A. y vivía con su madre, divorciada. En ese sentido, el libro es una auténtica oda a la falta de supervisión parental: el joven Quentin iba continuamente al cine con su madre, con las parejas de su madre, con amigos y amigas de su madre o, en muchas ocasiones, solo. Así, por ejemplo, a los once años vio, en un programa doble, dos grandísimas películas, pero que ningún psicólogo infantil, eso es seguro, recomendaría a un chiquillo en la pubertad: “Grupo salvaje” (1969) y “Deliverance” (1972). A lo largo de estas páginas, Quentin evoca el cine que vio en esa época que, en su mayor parte, es el cine del Nuevo Hollywood,el que forjó para siempre su perspectiva sobre el séptimo arte (por el contrario, el cine espectáculo, moralista y familiar de los ochenta se merece todo su desprecio).

El último capítulo de “Meditaciones de cine” es el mejor del libro, y habla de un hombre afroamericano, Floyd, que conoció a los dieciséis años, que en cierto modo se convirtió en su mentor, del que aprendió mucho sobre el cine y la vida y que, además, le dio una idea que, pasados los años, se transformaría en una de las grandes películas de Quentin Tarantino. Se adivina en su relación una historia tan buena que merecería que el propio Tarantino también la llevara al cine.

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