Punki. Una historia de amor

La segunda novela “oficial” de Juan Manuel López “Juarma” no es, ni de lejos, otro de esos refritos apuntalados sobre el tópico de sexo, drogas y (en su caso) punk. Aunque, desde luego, haya mucho de todo eso a lo largo de las más de trescientas páginas que conforman, digámoslo ya, esa lectura obligada y devastadora que es “Punki. Una historia de amor” (Blackie Books, 23). La referencia podría considerarse continuación (independiente) de “Al final siempre ganan los monstruos” (Blackie Books, 18), tras compartir perfil y emplazamiento inicial en la pequeña (y contaminada) localidad andaluza de Villa de la Fuente.

Una ubicación que es solo punto de partida –a todas luces determinante en el devenir de todo lo que vendrá después, eso sí– para que el protagonista narre su historia en primera persona, usando con habilidad el recurso del espacio-tiempo, en diferentes direcciones y hasta propiciar el ritmo absolutamente adictivo de un texto de consecuencias empáticas para con un tipo que, en realidad, no puede evitar detestarse a sí mismo por el daño causado a terceros y en piel propia. “Punki. Una historia de amor” tiene, efectivamente, una historia de amor como trasfondo: la nunca resuelta entre dos amigos de la infancia como son Paula y Álex, enfrascados en la idea escapista de abandonar ese pueblo que parece engullirles. Pero también es la historia de amor del propio Álex por su hija, su hermana y su madre, además de retratar esos lazos de amistad que aparecen entre compañeros de trapicheos, presumiendo de fidelidad con tal de que su compadre siga adelante.

Un romanticismo multifacético que aparece de manera intermite, pero siempre con la idéntica fuerza torrencial que todas aquellas andanzas de sexo sórdido, secretos, mentiras, consumo indiscriminado de drogas, amenazas y hostias crudas que salpican el relato. Juntas conforman las desventuras de un adicto/ex adicto (a la cocaína y el sexo) violento, que busca la puerta por la que escapar de su propia personalidad, aquella propulsada por un motor roto en las mismas entrañas a edad muy temprana. Cicatrices y fantasmas del pasado cuya inesquivable y gigantesca sombra cae a plomo sobre el presente, alterándolo una y otra vez mientras las reglas del juego parecen no cambiar nunca. Es difícil saber con seguridad cuánto de autobiográfico hay en “Punki. Una historia de amor”, aunque si hubiese que apostar y dada la franqueza y naturalidad de sus líneas, el sí puntuaría muy al alza.

Fuera como fuese, el presente título es, ante todo, una historia humana de calado, gracias al trazo y tono impagable del autor, que deja para la posteridad un relato tan escalofriante y sorpresivo como profundamente impactante, apostando por realismo y una honestidad descarnada que se torna a la vez principal valedor y propio argumento de la novela. Por alguna extraña razón y tras numerosos giros, uno se siente mejor persona después de haber leído “Punki. Una historia de amor”. Conclusión de compleja explicación, motivada seguramente por el salvaje contraste de sentimientos ofertado con sinceridad por el autor y ante el que es imposible no emocionarse a varios niveles.