“La poda” nos sitúa en la Inglaterra del presente. Una chiquilla de quince años se adentra en un bosque, colindante con una pequeña localidad. Quizás, a nivel legal, no se puede considerar que esté sola en el mundo, pero en realidad lo está, de manera devastadora. Ha decidido que vivirá allí; esto, en un primer momento, suena un tanto absurdo, puesto que la inmensa mayoría de los seres humanos ya nos hemos acostumbrado a lo que consideramos criaturas sociales. Como advierte la narradora: “la supervivencia ya no nos sale de manera natural”. Pero ella ha decidido intentarlo; tiene muchos motivos para huir de todo lo que deja a su espalda. Y además siempre le han gustado los árboles. De hecho, la autora, Laura Beatty (Londres, 1963), convierte el conjunto del bosque en un coro griego que contempla con distante benevolencia las andanzas de la joven.
Encuentra un pequeño claro en el bosque. Construye una especie de cabaña, no muy lejos de un pequeño arroyo. Descubre como atrapar conejos. Come huevos de pájaros. Establece una relación especial con un zorro, que en cierto modo es su rival y su modelo: un endurecido superviviente. Por supuesto, nada de esto es fácil, pero se las arregla para aguantar un largo y crudo invierno. Para aguantar la soledad, cuando pasan días y semanas sin que llegue a hablar con nadie. Anne, la protagonista, es una émula de Robinson Crusoe, el inmortal héroe de Defoe, pero mientras este era una representación del optimismo vital y del espíritu conquistador de occidente, capaz de llevar su civilización a cualquier parte del mundo, ahora se trata de una náufraga voluntaria con una impresionante afinidad con la naturaleza, a la que no tiene ninguna intención de sojuzgar. Y, sobre todo, no desea que la rescaten.
Desafortunadamente para ella, incluso en un parque natural, la presencia humana se vuelve cada vez más cercana a su refugio: practicantes de running, ciclistas, turistas, vagabundos, guardabosques. Algunos se mostrarán comprensivos con ella, pero otros querrán que se marche. “La poda” es una intensa historia de autodescubrimiento, de ascenso y caída. Una novela sutil y misteriosa, como su protagonista, escrita con una prosa de una rara belleza. Podemos preguntarnos cuál es el significado de esta extraña fábula: ¿Es una parábola acerca de nuestro progresivo distanciamiento del mundo natural? ¿Una metáfora de los cambios y rupturas que suele conllevar la adolescencia? Lo que resulta imposible es dejar de admirarla.
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