La música en Cuba

Si están buscando un complemento perfecto a aquel fantástico "Semilla del Son: Crónica de un Hechizo" que Santiago Auserón firmaba también para la editorial Libros del Kultrum, no busquen más, "La Música en Cuba" de Alejo Carpentier es su libro. El escritor cubano-francés destacó hasta su muerte en 1980 por ser también un destacado musicólogo, por lo que tener la oportunidad de leer su primer ensayo musical, más de setenta años después de que fuera escrito es todo un lujo. Sí, porque esta obra que tenemos entre manos se publicó por primer vez en México, en 1945, antes de que el escritor se autoexiliara a Venezuela.

Un texto magnífico que podría llevarnos a pensar en Carpentier como el Alan Lomax de la música cubana. Rebuscando en bibliotecas, archivos varios y colecciones imposibles, el escritor construye un panorama esencial para entender no solo la música de la isla sino la de toda Hispanoamérica. Una isla que, como apunta Iván de la Nuez en el prólogo puede considerarse un auténtico paraíso musical. Entre otros, Carpentier recupera a Esteban Salas, uno de los grandes olvidados de la música antillana y que consume buena parte de las investigaciones luego plasmadas en negro sobre blanco. No olvida tampoco de hablar de la herencia española, e incluso del tráfico entre La Habana, Puerto Rico o Venezuela, país que lo acogería los siguientes catorce años de su vida. Incluso se atreve a recomendar músicos que, en aquel momento se consideraban de vanguardia, y que por supuesto se salían del convencionalismo que atribuimos a la música en Cuba como Harold Gramatges, Gisela Fernández o Julián Orbón. Y para rematarlo muestra su animadversión por Perucho Figueredo, autor del himno nacional, al que no deja en muy buen lugar. Aunque mejor descúbranlo ustedes, que hay mucho, mucho por hacer con estas 336 páginas como guía.