Si tuviera que destacar tan solo una virtud del cuarto trabajo de la cantautora argentina Sofía Viola, esta sería sin duda la diversidad. “La huella en el cemento” es un disco tan variado, con tantas texturas y sonoridades que, lejos de sonar disperso, logra convertirse en un artefacto ameno y agradable pensado solo para disfrutar. Además, Sofía Viola logra lo que solo los elegidos consiguen, y no es otra cosa que transmitir. Lograr que el oyente se empape de su dinamismo, su vitalidad, su optimismo y, sobre todo, su alegría. Un buen rollito cósmico que la entronca con referentes más próximos como Amparo Sánchez, pero también con colosos como Atahualpa Yupanqui. Casi nada.
De esa guisa “La huella en el cemento” empieza con el ritmo cadencioso del jazz vocal de aromas latinos con el que ya te atrapa en sus redes para no soltarte en el resto del minutaje. Ya sea porque te sumerges en la elegante bossa de “Ahorita”, en los ritmos andinos de “Suposición del temporal” o en el blues vaporoso de “La noche deja el pañal”. Pero es que ,como decía al inicio de la reseña, el álbum es de una variedad pasmosa. Se puede pasar del soul-funk vacilón que nos cuenta la historia de arrabal de “Manolo”, a la milonga de “Ferro cónyuge”, el aire vodevilesco de “Stracqualursi” o el mambo sabrosón de “Vea vea”. Todo unido y engrasado por la carismática voz y personalidad de Sofía. Un viaje intenso en el que el conjunto suena de forma más que correcta gracias a la aportación de su banda El Combo Ají y el excelente trabajo, una vez más, del reconocido músico y productor argentino Ezequiel Borra.
Discos como este tienen cierta cualidad curativa, y son capaces de dotarte de una buena onda que te acompañe el resto del día si te lo pones en el carro de camino al laburo. Por probar no pierdes nada de nada.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.