En los discos de Acid House Kings se pueden escuchar con claridad todo tipo de cosas bonitas. Su música sigue sonando tímida y suave, como si estuviera protegida por su propia hermosura, o por la ingenuidad congénita de quienes la crean. Con una obsesión que parece incluso absurda, Acid House Kings continúan sumidos en la tradición retro más orgullosamente twee, y jamás se han planteado abandonarla.
Un inciso: a los grupos que se mantienen cándidos tantos años cuesta creérselos un poco. Pero cuando se trata de valorar sus canciones, repletas de voces atemporalmente dulces y jóvenes, o melodías genuínamente encantadoras, hay poco espacio para la desconfianza. Uno podría encerrarlas en una caja de zapatos y subirlas a un armario, y cuando las bajase al cabo de diez años lucirían inocentes y adecuadas, tal cual si acabasen de ser grabadas. Es la virtud del pop, cuando no ha sido creado para agotarse. De algún modo, hace que reliquias finamente proporcionadas, como “This Heart Is A Stone”, “7 Days”, “Will You Love Me In The Morning?” u otras tantas de por aquí, se mantengan afortunadas y lampiñas a través del tiempo, mientras sus autores envejecen lejos de ellas.
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