There’s Nothing But Space, Man!
Discos / Sam Ryder

There’s Nothing But Space, Man!

5 / 10
Fran González — 05-01-2023
Empresa — Parlophone
Género — Pop

Con más simpatía que acierto, el británico Sam Ryder se propuso que 2022 fuera su año, ya no solo por la representación mediática de su país en la última edición de Eurovisión (donde cosechó un bien logrado segundo puesto, por detrás de la victoriosa Ucrania), sino también por esa particular forma de estirar el chicle de la cuestionada durabilidad de su trayectoria profesional, lo que le ha conducido finalmente a entregarnos su álbum de debut, “There’s Nothing But Space, Man!” (Parlophone, 22). En el artista natural de Essex encontramos talento, amabilidad y el encanto especial de los bienquedas que atesoran apego unánime pero fugaz; supuestos que le han catapultado al mérito de personificar el rol de embajador idóneo de su nación durante la pasada primavera, rematando la jugada con la interpretación de “Somebody To Love” de Queen en el concierto tributo a Taylor Hawkins bajo la admirada acogida de Dave Grohl.

Sin embargo, ¿hay vida más allá de “SPACE MAN”, el tema que le hizo rozar el triunfo en el famoso festival de la canción celebrado en Turín? Es en esa particular huida del one hit wonder donde el bueno de Ryder nos plantea el reto de abstraernos de esas arquetípicas estructuras de concurso de popularidad manchado de connotación comercial y generalista, desviviéndose entre inocuos esfuerzos por tratar de enseñarnos a ver más allá de cualquier tópico que pueda ensombrecer su hacer. Ahora bien, a nadie se le escapa que el disco viene con la firma impresa de caras colaboradoras de artistas manufacturados como Ed Sheeran (Amy Wadge), Sam Smith (Jimmy Napes), o Rag‘n’Bone Man (Jamie Hartman), lo cual, en cierto modo y tirando de prejuicios, nos advierte ya de los derroteros por los que el británico va a tratar de llevarnos de la mano.

Su voz, más allá de producciones a golpe de talonario, denotan un ingenio y una pericia de la que rascar, pero frustrantemente acabamos topándonos, corte tras corte, con un malogrado empleo de estos recursos, girando el rumbo en dirección hacia un páramo de cero sorpresas y riesgos que le aproximan más a la simbología de un subproducto de la industria que a la de un portento revelador a tener en cuenta. Catorce pistas en las que nos damos de bruces con comedidos intentos por emocionar (“Whirlwind”), repetir trilladas fórmulas de talent-show al uso (“Tiny Riot”) o buscar a la desesperada la coronación como icono pop-rock de estadios, tan propia de otros nombres como Imagine Dragons o similares (“More”), culminando (por si a caso éstas no fueran suficientes razones para alejarle de su pretendido objetivo) con un ejercicio repleto de tópicos de radio-fórmula, protagonizado por una colaboración a pachas con Sigala y David Guetta (“Living Without You”).

Nadie podrá cuestionar que el potencial de Ryder no esté presente en su plenitud; la lástima es comprobar cómo éste deriva en insulsas improntas (“Life is a storm that we all face, full of new ways for you to lose your faith / Yeah, life is a series of joys and heartaches”, canta en “Ten Tons”) que poco o nada apuntan a trascender, a no ser que su artífice se decida con el tiempo a hacer balance y reformular la madurez de su propuesta.

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