The Getaway
Discos / Pleasure James & The Unsatisfied Minds

The Getaway

8 / 10
Kepa Arbizu — 29-11-2022
Empresa — Balabushka Records
Género — Rock & Roll

Fue durante aquellos días de ensordecedor silencio, pequeñas distancias insalvables y un retiro espiritual impuesto, cuando en algún lugar de Bilbao, Jaime Guerra, se dedicaba a jugar con los acordes y ritmos que desprendía su guitarra -esa que dejó una flamígera huella en los arrebatadores Screamin' George & The Hustlers- al mismo tiempo que, quizás sin saberlo todavía, iba mutando en Pleasure James. Y es que ese es el nombre, el apellido corresponde a The Unsatisfied Minds, de su proyecto personal inaugurado con el disco “The Getaway”. Un nacimiento que a pesar de que en sus inicios, dada las nebulosas fechas en que se encuadra, tuvo que prescindir, o restringir, el contacto físico, un elemento insustituible en la ecuación que da sentido a una banda, eso no impidió que tejiera puentes de cercanía, a través de la colaboración de Alfredo Niharra (Lee Perk, The Fakeband), e incluso de larga distancia, haciendo que los bateristas Juanito Moro y Miguel Ángel Yofre “Michi” lanzaran sus golpes certeros desde más allá del océano, concretamente desde Argentina.

Como si de una conversación a tres se tratara, el álbum comenzó una travesía que a los escollos consustanciales al negocio musical se añadieron los derivados de una crisis sanitaria mundial para alargar, casi eternizar, un proceso de grabación, producción y edición que no hizo sino demorar un lanzamiento que, sin embargo, en paralelo acumulaba todo el ímpetu posible por atravesar el espejo y alejarse de sus dueños creativos para llegar hasta las manos del oyente. Quién sabe si precisamente ahí radica el significado del título que ostenta, como un empeño por dejar atrás esas fechas fatídicas , o por el contrario simplemente refleja el eterno ímpetu por trasgredir la gris normalidad en la búsqueda de ese territorio donde salvaguardarse de todo lo que sucede a nuestro alrededor y al que muchos llaman Rock and roll; el hogar donde todos los caminos, desde los plenos de esperanza hasta aquellos en los que retumba el eco de abismo más hondo, encuentran su confluencia.

Puestos a buscar responsabilidades en el acabado final del disco, parece fácil encontrar a los “culpables” en función de sus tareas, ya que si instrumentalmente son los dos vascos los que acaparan el mayor número de ocupaciones, en el caso del getxotarra Alfredo Niharra se sumará la de hacer también las veces de alquimista encargado de juguetear con las composiciones, siendo más adelante las manos del cada vez mas cotizado -dado su ingenio con los mandos- Iñigo Escauriaza las que perfilarían con exactitud el resultado de, efectivamente, un gran trabajo de rock and roll. Un término que si en apariencia puede transmitir una identificación clara y concisa, nada más lejos de la multiforme realidad actual, tal y como de hecho demuestra este debut, que si bien no cabe duda de estar ilustrado por el enciclopédico conocimiento del género por parte de sus autores, ni mucho menos han pretendido únicamente volcar bajo dictado exacto las enseñanzas aprendidas, sino más bien utilizar su perfecto entendimiento de ese lenguaje universal para dotarle de su propio, e identificativo, acento.

Es cierto que este álbum nace tutelado por todos los ilustres próceres del género, llámense Chuck Berry, Elvis Presley o Gene Vincent, pero todavía lo es más admitir que ese influjo se ejerce desde un terreno inspiracional del que emergerá un repertorio, conectado con la herencia más vetusta, pero jalonado de una puesta en escena que no escatima buscar su particular espacio, uno en el que las influencias se agolpan, al igual que las fechas a las que nos remiten, para construir todo un entramado de líneas referenciales que terminan por hilar una consistente madeja a base precisamente de usar diferentes materiales. Por eso, el primer paso de esta huida (hacia adelante), marcada por el tema homónimo, no debe sorprendernos si entre su primitivo espíritu garagero somos capaces de encontrar retazos de los tozudos riffs de Ilegales revolcados junto al aroma de los Stones y todo al albur de una interpretación de oscura y cruda condición, tan característica en el haber de Atom Rhumba. Una formulación que principalmente se erguirá altiva cuando se trate de atacar con ferocidad el rockabilly, como sucede en la expedita “Like In Good Ol Times” , o por supuesto a la hora de subir al púlpito a la figura de “Bettie Page”, honrada a base de todo el acervo relacionado con ese tipo de ritmos, desde Stray Cats a Reverend Horton Heat. Si las tribales y agitadas percusiones de “Take Your Hands Off” tienden la mano a Bo Diddley, a pesar de ser sumergido en un áspero paisaje, “Hurricane” llamará a la incendiaria distorsión de Jon Spencer Blues Explosion o Royal Trux y “When She Does” se encomendará al imponente y trepidante rock and roll a lo Flat Duo Jets.

Pero no solo de desbordar las manijas del reloj ni de eternizar ese último sorbo de la noche se nutre este álbum, también hay momento para la pausa, para recordar las viejas cartas de amor o el hechizo efímero de una sombra observada entre la población noctámbula. Mientras que el instrumental “Barrel Riding At Sunset”, impulsado por el sonido de la farfisa que le lleva a navegar entre el surf y el trote del western, desprende una agitada paz, el corazón, ese animal extraño como lo definió Jorge Martínez, también tendrá espacio para bombear sus latidos, a veces afligidos y otros espoleados por el descubrimiento de la ilusión, efímera o no. Y si hay un género experto en acumular avatares sentimentales, ese es el blues, del que toman la elegancia de Jimmy Reed en “(Every Time You) Shake Your Butt” para acercarla a esa atmósfera enrarecida y turbia entre la que se desenvuelven Audience. “Last Kiss Goodbye”, rindiendo pleitesía a su título, adopta el escenario más romántico del clásico rock and roll, en la que la recitación se antepone a la visceralidad, una pasión que la extraordinaria “I’ll Never Forget” vestirá con ropajes de esos selectos ángeles caídos como The Jacobites o los más campestres y desconsolados Stones. Un recordatorio a esos ojos que una vez fueron capaces de impedir que se pusiera el sol que hará de antesala a un cierre instrumental, “End of the Trip (Duane-Eddie)”, que servirá de fin del trayecto y a la vez como empírica demostración de esa comunión entre las dos orillas que escenifican el melódico paso de Eddie Cochran con la punzada sureña de los Allman Brothers. Toda una declaración de principios a la hora de mostrar de forma conjunta, y conjuntada, los diferentes espectros de los que se alimenta un disco como éste.

Por imperativo temporal, pocos, ya casi ninguno, quedan en pie de aquellos jóvenes que aprendiendo en los menos recomendables lugares a amar la música negra, movieron sus caderas o aporrearon pianos hasta lograr inventar el rock and roll. Para muchos quizás un término añejo; para otros tantos, entre los que sin duda se encuentra el autor, o autores si lo prefieren, de este disco, sinónimo de una inmortal pasión que sigue intacta cada vez que acuestan la aguja sobre el vinilo o, como en este caso, se acercan a una guitarra eléctrica. El resultado de “The Getaway” es una oda a todos eso sonidos, y posiblemente un indirecto homenaje a ellos, pero realizado de la mejor manera con que se puede honrar a un género musical, entendiendo que sus enseñanzas deben ser tan bien aprendidas como dispuestas a ser inmisericordemente talladas bajo las propias manos de quien se acerque a ellas. Y eso es exactamente lo que han hecho Pleasure James & The Unsatisfied Minds, ofrecernos una obra tan respetuosamente apegada a los orígenes como descaradamente hermanada con al presente.

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