Never Really Been Into It

No siempre es fácil ejercer de zahorí para dar a conocer esos tesoros ocultos que muchas veces permanecen injustamente enterrados. Pero el tardío eco que los ya finados Ashrae Fax ha obtenido últimamente es una de las pruebas más flagrantes de esa inopia en la que, con más frecuencia de la deseada, nuestra prensa especializada (no se salva nadie) incurre por no ver más allá de las orejeras del seguidismo más inveterado. Clama al cielo que estas diez canciones, gestadas hace más de diez años y solo pulidas en 2013 tras la postrera aclamación de “Static Crash” (Mexican Summer, 13), publicado diez años después de su frustrada edición (en CD-R lo movieron en su momento, y nadie se enteró) hayan tardado tanto en gozar de un mínimo calor mediático. Uno de los secretos mejor guardados de Carolina del Norte, sin duda.

Porque en su interior late el pulso hipnótico del mejor dream pop posible, fraguado con tal poder de sugestión que tiñe de óxido la mera evocación de la palabra revival. El tándem formado por Renee Mendoza y Alex Chesney podría haber pasado por unos Liz Frasier y Robin Guthrie de fin de milenio, pero acabaron siendo unos custodios de las exequias de The Cocteau Twins absolutamente avant la lettre. Mucho antes de que nadie supiera de Beach House, Echo Lake o Zola Jesus. “Never Really Been Into It” es la puesta de largo de sus primeras maquetas (remozadas para la ocasión), y muestra un fascinante ejercicio de asimilación de ese post-punk etéreo, marfileño y con su cuota de exotismo, siempre sobrado de pellizco y un plus de nebulización. Aquí lo abordan ejemplarmente, tanto desde el embrujo al ralentí (“CHKN”, “Fits And Starts”, “Decaax”) como desde esa agitación de espantajos que tanto puede recordar a Siouxsie & The Banshees (“Intexus”, “The Big Lie”). Ya que nadie se la dio en su momento, no pierdan la ocasión de darles una oportunidad. Porque este disco les agarrará por las solapas y ya no tendrán forma humana de quitárselo de encima.