Nels Cline Consentrik Quartet
DiscosNels Cline Consentrik Quartet

Nels Cline Consentrik Quartet

8 / 10
JC Peña — 04-07-2025
Empresa — Blue Note/Emi

Corría el año 1957 cuando Leo Fender lanzó su respuesta para competir con Gibson en el mercado de guitarristas de jazz: la Jazzmaster. Pese a su nombre y su impactante línea futurista, el instrumento, cuyo diseño tenía ciertas deficiencias, no convenció a su público objetivo. Además, el jazz se estaba alejando del gran público en favor de un nuevo sonido juvenil, estridente y mucho más simple. Los beatniks iban a ser reemplazados por otra tribu y los rockeros ignoraron olímpicamente el nuevo modelo, de modo que la guitarra cayó en desgracia hasta que, mucho después, Elvis Costello, Sonic Youth, Kevin Shields y J Mascis –éste de rebote, porque no le daba para una Stratocaster–, la convirtieron en icono del rock alternativo.

Esta larga introducción viene a cuento de que el superdotado guitarrista de Wilco, el del solo infinito de “Impossible Germany”, es, que yo sepa, el único abanderado de la Jazzmaster que la honra con su propósito original. Desde luego, el más ilustre. Cline es el héroe de la Jazzmaster.

Grabado en apenas tres días, como en los tiempos de Rudy Van Gelder, el primer disco de su nueva banda y cuarto de su cosecha para Blue Note es un festín doble de jazz progresivo, hard bop y post-bop, paisajes contemplativos y misteriosos y unas gotas de rock alternativo, en el que sus elegantes punteos, arpegios y acordes se convierten en una pieza más del complejo engranaje de su cuarteto. Este construye piezas tan abstractas y misteriosas como la pintura de la portada, pero en todo momento ancladas a la tierra.

Lejos de creerse el centro del mundo, Cline le cede protagonismo a sus compañeros, Chris Lightcap, Ingrid Laubrock y Tom Rainey –contrabajo, saxo tenor y soprano y batería–, que se lucen tanto o más que él en su intrincada química. Esto habla bien de la generosidad de un músico que siempre se ha mostrado un apasionado tanto de su instrumento como de la música como lenguaje total.

Puede que estemos ante un disco anacrónico o que sólo se van a atrever a disfrutar aquellos iniciados dispuestos a dejarse llevar por la capacidad hipnótica del jazz, y que nos lleva de vuelta a los experimentos de finales de los cincuenta y primeros sesenta. Pero no se puede dudar de unas cualidades que además se van a mantener en el tiempo gracias a un sonido orgánico que es perfecto.

 

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