Tall Tales
DiscosMark Pritchard & Thom Yorke

Tall Tales

8 / 10
Marcos Gendre — 09-05-2025
Empresa — Warp
Género — Electrónica

Hace ya nueve años que arrancó esta colaboración entre el productor Mark Pritchard y Thom Yorke. Una alianza que ha cobrado forma en el enésimo desdoblamiento musical llevado a cabo por este último, que lleva una década incapaz de dejarlo en blanco, sin una nueva muestra de un talento totalmente desbordado desde la publicación de “Anima” (19). Desde aquel momento, estamos viviendo una edad dorada de Yorke, sin la necesidad publicar material nuevo con Radiohead, el eje central de todo.

Así, tras bandas sonoras como la que compuso para “Suspiria”, discos en solitario como “Anima”, colaboraciones con Burial o sus diferentes genialidades al frente de The Smile, llega el momento de “Tall Tales”, álbum en el que prosigue con su experimentación vocal a través de giros ajenos a los cánones habituales, mediante un trabajo que, sin parecerse en los más mínimo, tiene mucho que ver con las investigaciones vocales llevadas a cabo por Björk a lo largo de estas tres últimas décadas.

Siempre evitando la linealidad lírica, Yorke encuentra en la permeabilidad estilística y rítmica de Pritchard el aliado perfecto para seguir avanzando en su búsqueda de sensaciones renovadas para seguir añadiendo páginas a su descomunal libro de estilo. Y lo ha hecho por medio de infecciosos requiebros tecno como en “A Fake In A Faker’s World” o en el ambient antártico de “Ice Shelf”. Ambos cortes son los que inauguran un trayecto riquísimo en matices con puntos muy álgidos, como el ambient-folk trazado en la estremecedora “The White Cliffs”. Una nueva demostración de lo bien que han casado siempre las texturas electrónicas de trazo suave en la voz de Yorke.

A lo largo de una hora sin concesiones al altibajo, emerge una nueva columna dentro del gran tempo a las musas que la voz de Radiohead lleva décadas edificando. En esta ocasión, asentado sobre bases que fluctúan entre el sueño y la pesadilla, incluso con atmósferas que resuenan como el nexo entre el ambient paisajístico patentado por Klaus Shulze y el “Atmosphere” de Joy Division.

En todo momento, aflora una intensa sensación de irrealidad, sustentada en una arcadia de efectos espectrales, pero también en salidas synth pop heterodoxo como en “Back In The Game”, en la que recuerdan al sonido posindustrial que Mute Records facturó a principios de los años ochenta mediante propuestas como Fad Gadget. Conclusión: sí, Thom Yorke lo ha vuelto a hacer. Más que suficiente, ¿no?

 

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