Mark Kozelek
Discos / Mark Kozelek

Mark Kozelek

7 / 10
José Carlos Peña — 14-06-2018
Empresa — Caldo Verde
Género — Folk

En solitario o junto a otros músicos, el ex Red House Painters vive en un momento creativo tan febril que resulta complicado no ya asimilar su producción, sino seguirle el paso. Aquel sarcasmo legendario de “yo compongo canciones mientras otros están en Twitter”, tiene base real. Nadie lleva a tal extremo sus postulados artísticos, una especie de diarios musicales en los que reflexiona sobre lo divino y lo humano, con una abrumadora cascada de detalles mundanos de su día a día: giras, recuerdos, gustos musicales, películas, los libros que lee, o su relación con colegas insospechados como Ariel Pink. Como si su día a día y sus canciones se confundieran y ya estuviera componiendo canciones sobre su vida casi a tiempo real. Y el humor retorcido de cosecha propia.

Su nuevo disco es un doble de 88 minutos (!) con su nombre (el nuevo disco de Sun Kil Moon ya está en camino…), imagen de portada marca de la casa, foto interior de un hotel con el compositor tocando en la habitación de uno de los hoteles donde grabó. Todos los instrumentos corren de su parte, a excepción de la discreta batería de "Sublime", que pone Steve Shelley. Ninguna canción baja de cinco minutos, algunas sobrepasan los diez. ¿Festival del ego o nueva demostración de poder de un hombre obsesionado en alumbrar la trascendencia desde lo cotidiano?

Porque acercarse a los letales dominios de la autocomplacencia, de lo excesivo, son serios peligros que Mark Kozelek confronta aferrándose aún más a sus obsesiones. Que introduzca aquí y allá algún chiste onomatopéyico, es una buena muestra de su personalidad única. El milagro es que, aunque el personaje esté cerca de devorar al artista, su música aún conserve capacidad de fascinación. Los bucles hipnóticos de arpegios exquisitos, las letanías de un hombre en el fondo indescifrable, que vuelca su vida diaria y sus recuerdos juveniles sin filtros en canciones como The Mark Kozelek Museum, combinación improbable de sensibilidad melódica, egolatría y humor escatológico (esos coros angelicales que repiten: “diarrea”…), se sostienen, pese a todo. Lo cual da cuenta de la solidez de la obra un hombre empeñado en abusar de su contrastado talento...y de la paciencia de sus fans.

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