Never Is Too Much
DiscosLos Chicos

Never Is Too Much

8 / 10
Kepa Arbizu — 05-12-2024
Empresa — Folc Records
Género — Rock & Roll

Denodados agitadores de la escena musical desde diferentes flancos, los hermanos Urchaga -Antonio y Gerardo- encuentran el mejor vehículo para su expresividad en una ya veterana formación, Los Chicos, que tiene al lenguaje más furibundo del rock and roll como principio rector. Ajenos a cualquier seducción en forma de llamada a la “evolución” que pretenda alejarlos de su camino, sus premisas se muestran tan inexpugnables como sus directrices rítmicas. Todo un robusto oráculo que conduce a la encarnación más festiva y lúdica, sin que eso suponga restar seriedad a su propuesta, de una actitud que se manifiesta explícita en el título de su nuevo trabajo,"Never Is Too Much", un ánimo hedonista que traslada a los escenarios aquella máxima enunciada por William Blake, donde señalaba la senda del exceso como camino a la sabiduría, o al menos al de la diversión, que en tantas ocasiones significa exactamente lo mismo.

Asociados a esa representación sonora que destila el ambiente de un lúgubre pero vivaz local de ensayo, su actual trabajo recurre a la sabiduría de Mike Mariconda, perfecto conocedor de esa atmósfera, en las labores de producción, convirtiéndose en encargado de conducir las doce piezas hasta un destino arrebatador. Una coalición de personalidades que cuenta con uno de esos “frontman”, Rafa Suñén, bendecido por la capacidad para instigar a las masas en una ceremonia desenfrenada. Bajo el respaldo de una banda que, sumada a los mencionados gemelos, acumula años de confraternización, todos sus elementos se confabulan en una misión compartida que desemboca en otra perfecta andanada que esquiva -casi- cualquier descanso que ofrezca un respiro a las veloces revoluciones que invocan este repertorio. Intensidad y aspiración por recorrer el camino bajo una espídica condición que sin embargo, y quizás esa virtud por compaginar ambos territorios sea uno de los elementos más loables de la banda, no impide el desarrollo realmente efectivo de unas melodías alojadas sobre todo en estribillos de pegadizo calado.

La llamativa y estupenda portada, obra de la joven ilustradora Clara Cábez (Cols), donde se citan el imaginario pop con la soledad esgrimida por los cuadros de Edward Hopper, ya nos pone en aviso sobre la insaciabilidad de un artefacto que abre fuego con ese paraíso al que logra conducirnos la música, en este caso blandiendo en “Another Night In Eden” un sudoroso y trepidante pub-rock, hermanado con Eddie and the Hot Roads o The Vibrators, especialmente proclive a construir a su alrededor versos para ser entonados voz en grito entre la euforia colectiva. Un género, que alude a una reinterpretación especialmente asilvestrada del rhythm and blues, que se expande a través de una línea melódica absolutamente encomiable en “For A While”, llevando hasta su mayor estado de embriaguez a los Undertones. Pero si una banda ha destacado dentro de esta corriente musical, y ha sido capaz de generar una escuela sumamente identificativa, son Dr. Feelgood, a los que es imposible no mencionar cuando esos riffs en forma de cuchilla repiquetean en “Shotgun House” o “My Saturday Night”, donde la gomina y los bailes horteras dejan paso a la fiebre por los decibelios.

Al igual que utilizar un -en apariencia- pequeño ingrediente es capaz de potenciar el sabor de cualquier festín, la misma ecuación es aplicable a un disco que maneja con sutilidad e inteligencia ciertas incorporaciones a su base musical con el fin de expandir y ampliar su esencia. De esa forma, la sección de metales escogida para acompañar a “Approaching Nowhere”, una pirueta que les acerca a The Saints, aporta a la agitación propia del tema un velo nostálgico que también anida en las fotografías de Jeff Brouws, inspiradoras de esta composición, y que se posa igualmente en el garage tiznado de soul que es “Going To Stay”. Los teclados de aroma retro que pasean pimpantes por “Never Is Too Much” desencadenan una alianza entre The Lyres y el tono arrastrado de los Dead Boys, un aguerrido y áspero acento que colisionará con el rock and roll en “Exiled Between The Cracks” y que será dictado con verbo casi recitativo en temas como “Drive By” o “Unwelcome Response”. Piezas, estas dos últimas, que si resulta osado calificarlas de reposadas, aunque en comparación con sus acompañantes podrían aceptar dicha definición, no lo es tanto adjudicarle tal denominación al cierre del álbum, una trotona “Reckless Nights” bajo paso country que comparte identidad más con los Kinks beodos de “Muswill Hillbilly” que con cualquier vetusto intérprete. Porque las imprudencias de la noche se pagan, por ejemplo con grandes canciones como ésta.

Un responso final que funciona exclusivamente como entreplanta donde tomar resuello con el único fin de volver a lanzarse en brazos de este sobresaliente y dinámico álbum. Canciones que alientan el espíritu hedonista, se vanaglorian de extender el idilio con las interminables madrugadas y, en definitiva, reclaman tomarse muy en serio el ánimo jovial que debe impregnar el rock and roll. Devorar el camino, empacharse de los escasos placeres que nos permite la vida parece ser el mantra de un disco que pregona de manera atronadora sus eléctricos pecados.

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