Nonagon Infinity
Discos / King Gizzard & The Lizard Wizard

Nonagon Infinity

9 / 10
Daniel Riquelmez — 04-05-2016
Empresa — Heavenly Records/Pias
Género — Rock

King Gizzard & the Lizard Wizard son un monstruo de siete cabezas que arrasa allí por donde pasa: así lo demuestran sus ocho álbumes en cuatro años (más pequeñas referencias, singles, digital releases, etc). De cómo siete tíos que se pasan la vida girando son capaces de semejante frenesí musical, eso ya queda a cargo de la imaginación de cada uno.

Su nueva entrega se llama “Nonagon Infinity” y es brujería pura: dicen que es el primer álbum en bucle de la historia. Un concepto que según el vocalista/flautista/guitarrista Stu Mackenzie, la banda llevaba gestando desde su pepinazo con “I’m in your mind Fuzz” (Heavenly Recordings, 2014) y que han materializado en “Nonagon Infinity”, compuesto de nueve cortes que parecen un tema de cuarenta y dos minutos. Ya solamente los primeros ocho segundos de “Robot Stop” funcionan perfectamente como el presagio de algo que inevitablemente va a estallar. Y la voz de Mackenzie advierte: “Nonagon infinity abre la puerta”. A partir de ahí, un éxtasis sin tregua que va empalmando temas uno detrás de otro. Sin pausa, se suceden “Big Fish Wasp”, y los adelantos “Gamma Knife” y “People-Vultures” (ambos sacados a la luz en los últimos meses, con mención especial al videoclip de “Gamma Knife” y su estética de ciencia ficción futurista que podría perfectamente ser una historieta de 1984). Se sucede una breve pausa para coger aire de “Mr. Beat”, que por ser el más calmado quizás sea el tema que más se acerca a la dinámica de su trabajo más reciente, “Paper Mâché Dream Ballon” (Heavenly Recordings, 2015). Aun así, si algo identifica a los australianos es su eclecticismo (visible en todo su trabajo discográfico) y de la quietud inmediatamente vuelven a empezar con “Evil Death Roll” las guitarras láser, las voces robotizadas y las baterías frenéticas que retoman el protagonismo; conformando el sello King Gizzard que les valió el apelativo de “la intersección neónica de la psicodelia DIY y el beach pop de los 60”. Ahí queda eso.La famosa improvisación constante de la banda se hace latente en “Invisible Face” y “Wah-Wah”, cortes que se confunden entre ellos, mutando, cambiando de estructura; hasta que se alcanza el culmen con “Road Train”… y vuelta a empezar. Se repite la advertencia de Mackenzie “Nonagon infinity opens the door” y vuelve el delirio, hasta que el cuerpo aguante.

La sensación: “Nonagon Infinity” podría tanto ser un cómic de los ochenta como la BSO de película de Horror Sci-fi. El disco suena a futuro post-apocalíptico o a lo que haría Jodorowsky si pudiera fagocitarse en un septeto de art-rock experimental australiano. Y sea o no el primer disco en bucle jamás compuesto, vuelve a ser la historia de cómo King Gizzard, en tiempo récord, lo han vuelto a hacer. Ahora les toca girar para presentarlo, siguiendo la filosofía de la banda: un no parar. Hasta que de repente, sin avisar, vuelvan a sacar un nuevo álbum. Y eso puede ser la semana que viene, dentro de dos meses, varios años, o nunca

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