Floating on A Dream
Discos / Avi Kaplan

Floating on A Dream

8 / 10
Kepa Arbizu — 05-06-2022
Empresa — Fantasy Records
Género — Alt-Country / Americana

Hay en ese tránsito efectuado por un músico desde su experiencia grupal hasta una apuesta individual ciertas pautas que se repiten con asiduidad. La primera y lógica es marcar una relativa distancia con lo expresado hasta ese momento con el ánimo de ofrecer una representación más fiel a su idiosincrasia personal. En definitiva, lo que se trata de lograr generalmente a través de ese paso dado hacia unas andanzas en solitario es mostrar al público un “yo” lo más puro posible. En el caso de Avi Kaplan, que dejó atrás su participación en la formación a capela Pentatonix para recientemente presentarse bajo su propio nombre, hay sin embargo un aspecto que es indisoluble a su persona(lidad) y que resulta un elemento trascendental en su identificación artística: su portentosa voz. Un elemento que ahora, tras unos primeros anticipos en formatos de corta duración, adquiere con su debut en disco largo un campo de mayor amplitud en el que brillar en toda su inmensidad, y hacerlo no solo a base de imponer su profundo eco sereno, sino sabiendo manejarlo con el fin de configurar una panorámica estilística amplia y jugosa.

Asumiendo que la referencia natural de este trabajo apela el acervo tradicional estadounidense, y que dicho cimiento funciona bajo una elegante e impoluta interpretación, en la que buena culpa recae en la lista de músico utilizados, donde se pueden mencionar por ejemplo las guitarras de Chris Masterson, no es sin embargo sino la representación de un firme esqueleto al que se irán incorporando diversos enfoques e influencias hasta crear un organismo mucho más particular y original. Un escenario en la que las portentosas cuerdas vocales del californiano, que arriesgándonos a definirlas se presentan como un cónclave entre Elvis Presley, Richie Havens o Sean Rowe, funcionan como el instrumento que ejerce el timón de mando sin imponer un rígido monopolio, sabiendo plegarse a las vicisitudes de cada tema. Toda una simbiosis de características que encuentran en Shooter Jennings la producción perfecta, manejando con acierto los detalles instrumentales para alcanzar la emoción necesaria sin llegar nunca a empachar con su decoración, una pericia que ya ha mostrado llevando a un excelente puerto álbumes de cariz parecido como los realizados por Tanya Tucker, Brandi Carlile o The Mastersons.

No nos enfrentamos a un disco conceptual, porque estrictamente no lo es, pero sin duda sí que contiene un estado de ánimo -casi metafisico- común, donde la simbología del enfrentamiento al camino por acometer, y los diferentes obstáculos que le adornan, se transforma en leitmotiv, una metáfora que se puede trasladar a su cambio de etapa musical pero que en realidad aborda un baremo de sensaciones e intenciones mucho más amplio y profundo. Como cualquier recorrido existencial que se precie, éste se manifiesta repleto de altibajos, donde en ocasiones la luz puede asomar con más fuerza que nunca o el frío aterir nuestros huesos e invitarnos a cejar en el empeño. Una variedad climática que encontrará su espejo en una igualmente heterogénea disposición sonora, siempre respetuosa con las constantes marcadas por un tono que fluctuará entre el de confesor y predicador.

Si al principio de este texto se constataban algunos aspectos comunes en la deriva de esos artistas que deciden emprender su aventura en solitario dejando atrás su periplo grupal, igualmente válido es aceptar que aquel territorio por el que han transitado nunca se termina de dejar atrás, y en este “Floating,on A Dream”, ese aspecto melódico y colectivo que conlleva una formación a capela se va a filtrar en el desarrollo de muchos de los temas. Porque si “First Place I Go” se anuncia con su voz retumbando desde las más cálida delicadeza envuelto en melancólico folk-country, pronto derivará hacia una épica empujado por una coralidad de naturaleza casi sacra, que tanto en el tema homónimo, que hunde sus pies en la arena de un sentido western, será de nuevo el clamor del gospel quien le catapulte hasta otra dimensión más liberadora, mientras que en “On My Way”, esa condición elegíaca opta por avanzar sigilosa y desnuda, cambiando grandiosidad por introspección. Pero no son estos elementos asociados a la música negra los únicos que figuran en el haber de las composiciones de Kaplan, ya que “I’m Only Getting Started”, de nuevo sumida en la penumbra desértica, encuentra su oasis en una explosión de intensidad contemporánea de raíz afroamericana.

Son muchos los claroscuros que describen, y los que le hacen de hecho sobresalir de esa población encuadrada en la nación llamada americana, los cortes del álbum, y algunos sugieren incluso una ruptura del paisaje dominante. Así que apartado de ese costoso vagar, parece encontrar un pequeño reducto donde escoger sus galas más cosmopolitas para “I Can’t Lie”, una excepción que sin embargo parece dejar alguno de sus hábitos en la plegaria tribal “When I’m A Fool”, que es fogueada por arranques de ruda electricidad al son del rockabilly más crujiente. Ya sean expuestos como pesadillas, o como pequeños soplos de aire fresco entre la calima imperante, “He Don’t Love You Right” recupera su espectacular voz en esta ocasión atravesada, falsete mediante, de doliente fragilidad, como si de Antony And The Johnsons se tratase, o el susurro de ánimo nostálgico llevado a cabo junto a Joy Williams en “All Is Well”. Todo rematado, y por si habían sido pocos los matices, timbres y tonos ya exhibidos, por el recogimiento místico de “My Queen”.

La portada de este debut, en formato largo, de Avi Kaplan es tan sencilla como elocuente; un hombre, él, en medio de un desierto en el que no se atisba ni principio ni final. Precisamente esa es la esencia de este trabajo, el discurrir de un ser humano, que en realidad somos todos, por un camino donde nada es seguro y todo lo que está por venir se mece en la incertidumbre. “Floating on A Dream” se materializa a través de un muestrario de fotografías paisajísticas de sutil pero emocionante sustancia, simbolizando las diversas etapas de ese itinerario vital donde siempre avanzamos irremediablemente acompañados de nuestra propia conciencia, que a veces ejercerá de inmisericorde juez y otras con alma vitalista. Una dualidad aquí interpretada bajo la exuberante voz de este californiano, poseedora de tal poder magnético que nos hace quedar prendados igualmente ante los consejos de nuestro diablo particular como de su némesis.

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