Hecho para compartir
Conciertos / Viña Rock

Hecho para compartir

8 / 10
Andrea Coll — 09-05-2019
Empresa — Viña-Rock
Sala — Varios Escenarios
Fotografía — Ricardo Gaete

A un año de celebrar el vigésimo quinto aniversario, el Viña Rock cerraba la madrugada del pasado domingo la edición de 2019 con un nuevo récord de asistencia, 240.000 personas en más de 110 conciertos repartidos en 4 días.

La bienvenida a los viñarockeros y viñarockeras la encabezó La Pegatina, banda que recordó orgullosamente a los presentes que llevan casi una década seguida como imprescindibles del festival. Firmaron de nuevo uno de los mejores directos, tanto de sonido como de fuerza e interacción con el público, quienes entramos de lleno en los bolsillos de cada uno de los integrantes gracias al desparpajo y la alegría que derrochan. Con “Lloverá y yo veré” llegó la típica lluvia de Viña Rock a Villarrobledo, pero por suerte este año solo nos mojamos hasta los huesos en la fiesta de bienvenida. Los días de festival pudimos disfrutar de un sol radiante—más de uno seguirá hoy pegado al after sun.

Jueves 2

Con un solazo de agosto nos acercamos al escenario Villarrobledo para abrir el festival con Smoking Souls y empezar a calentar el día —y con el 2x1 en litros de cerveza, también. Los de Pego daban el salto, de la carpa Smoking al Villarrobledo, meritoriamente después de un año sin prisa pero sin pausa entre salas y festivales de territorio de habla catalana y más allá. Un grupo que va creciendo poco a poco y que va recogiendo los frutos de su música. Al acabar la más aclamada y coreada, “Nit salvatge”, optamos por el directo de Mafalda, sus compatriotas y responsables de llenar la pista del escenario Negrita a plena luz del día. La banda presentaba su último trabajo “Palabras forman caos” (2018) y con éste abrieron el concierto, alternándolo con éxitos pasados como “La llorona”, “Absurdas pero necesarias” o “Libre y Salvaje”. Como era de esperar, estuvo presente su lucha feminista en todo momento. Recitaron que el feminismo no es solo lucha, sino también las relaciones afectuosas, la familia, las curas, el apoyo mutuo… y pusieron sobre las tablas el deseo de que cada vez sean más las mujeres en los escenarios y en la industria musical. Cabe destacar que este año el cartel del Viña Rock ha crecido —aunque un porcentaje irrisorio en relación al cartel completo— en número de representantes femeninas, cosa que estuvo en boca de muchas a lo largo del festival. A pesar de eso y por lo general, estas artistas no han gozado de las mejores franjas horarias ni tampoco de los escenarios principales.

Después de Mafalda llegaba otro de los platos fuertes del día —y con representación femenina—, empezaba a retumbar en el escenario de reggae Iseo&Dodosound un año más. A su vez, Lágrimas de Sangre presentaban en sociedad “Vértigo” (Vértigo,19) de apenas dos meses y medio de tiempo y, por primera vez, en uno de los dos escenarios principales del Viña Rock. No sabemos si fliparon más los asistentes con la pasión de los catalanes o los propios artistas con la respuesta masiva del público. La cuestión es que no dieron un repaso al disco nuevo solos, lo dieron con miles de gargantas más. “Si alguna vez nos fuimos”, “Vértigo” y la perfecta “Salsa boloñesa” dieron paso a un breve speech en el que manifestaron la importancia de estar orgullosos de quiénes son. Y ellos lo están de hacer rap combativo sin pelos en la lengua ni tapujos sonoros, además de sin grandes ayudas ni vendiéndose al mejor postor de la industria. Y en esa línea sonó “Saber quién soy”. En la recta final hubo tiempo hasta para que Rama Lama jugase con la guitarra y el público y… ¡hasta les hizo tararear la BSO de Juego de Tronos! Y con el Viña Rock en el bolsillo de esa manera, “Voy a celebrarlo” puso la guinda a la tarde noche de Lágrimas de Sangre.

Con el atardecer en Villarrobledo llegaba el turno de uno de los conciertos quizá más atípicos e inesperados de esta edición: Rozalén. Su primera vez en el Viña Rock como artista, cita que describió como un sueño, ya que es el “festival de su vida” y al que iba de público desde los 17 años. La energía y el positivismo de la albaceteña cautivaron al público que iba acercándose, entre el cual se encontraban muchos seguidores. La verdad es que hubo un sinfín de buenas palabras para el festival por parte de la artista —que por cierto esta vez salió también con su compañera que interpreta las letras en lenguaje de signos. También tuvo tiempo para reivindicar, salió con una sudadera de proactiva open arms, para cantarle a la vida y a la memoria histórica y para corear con su público temas como “Puerta violeta” y “Girasoles”.

Desakato

“Somos más viejos y más enfermos que hace dos años, pero lo daremos todo igualmente”. Con esta premisa encaraban sus 90 minutos Talco. Un concierto más, un directo típico, donde los pogos y los bailes entre punkis estuvieron más enchufados que algunos momentos del directo de Dema, el vocalista. Estuvieron correctos, defendiendo algunos de los temas de su último trabajo “And the winner isn’t” (HFMN, 18), pero tirando hacia los hits: “L’odore della morte”, “St Pauli”, “Danza dell’autunno rosa” y compañía. Siendo realistas, era lo que la multitud esperaba para darlo todo. En el escenario Biobizz, antiguo Viña Grow, Green Valley presentaban “Bajo la piel” (Mundo Zurdo, 19), nuevo álbum que lleva poco más de una semana en los estantes. Los kilómetros que pateamos entre escenario y escenario para llegar a ver a más de un grupo en una sola franja horaria, no se quedaron para nada cortos. Subimos el cuentakilómetros otra vez para llegar a SFDK y ¡madre mía! vaya público arrastran y crean cada vez que tocan en el Viña Rock. Esta vez se subieron al escenario co-principal y dejaron la actuación de rap más multitudinaria de la jornada. Entrada la madrugada trajeron el frío asturiano Desakato, pero no por mucho tiempo, ya que pocos minutos tardó Pepo en lanzarse a surfear el público. Un recurso tan utilizado por la banda que la mayoría de la gente ya predecía el acontecimiento con los brazos alzados por si caía el cantante de la nada. Y así fue, con “Humo negro” empezó a bucear entre el público, para volver minutos más tarde con “Pánico en Frankfurt” montado en una barca hinchable que navegaba por encima de la multitud como si se encontrase en medio de un temporal. El directo de Desakato suele ser uno de los más esperados de cada edición en la que forman parte y, aunque suelen pasar más cosas abajo del escenario que encima de las tablas, no defraudaron y dieron al público lo que esperaban. Ni más, ni menos.

Para cerrar la primera jornada decidimos —ya lo teníamos decidido desde que supimos que visitaría por fin el Viña— ir a ver cómo Sara Hebe empezaba la gira europea de este año. Además, visitaba por primera vez el festival albacetense y lo hacía presentando “Politicalpari” (Propaganda pel Fet!, 19), su último largo que llevaba una semana en la calle. El show empezó con “frío, frío, frío” como se quejaba la argentina, y con una escueta escenografía que heló un poco más al público en las primeras canciones. La cosa empezó a encarrilarse con “Historika” y llegó a la cumbre en “Asado en fa”, tema con el que logró que pasadas las cuatro de la mañana la multitud que quedaba en el escenario Madrid Salvaje bailotease hasta el final.

Viernes 3

La segunda jornada del Viña Rock se presentaba con aún más sol que el día anterior. Después de un merecido y breve descanso con la rave de fondo y algún que otro plato de paella hecha con mucho cariño por los villarobledenses de las casas aledañas, era el momento de afrontar el día. El año pasado contemplamos de lejos la locura de Dubioza Kolektiv, y este año no podíamos perdérnoslos. La banda bosnia fusiona desde ska y rock hasta folklore y su directo es más que recomendable si se quiere pasar un gran rato bailando —y reflexionando si sabes algo de bosnio. Aunque gran parte de sus temas son en un inglés fácil de entender para jóvenes castellanohablantes. Cayó la noche y era el turno de ZOO. Otro año más y otra escalada de horarios, siendo esta su mejor edición en cuanto a franja y escenario. El concierto transcurrió en su línea, “El cap per avall” abrió y seguidamente se fueron alternando los temas de “Tempestes vénen del sud” (PPF!, 14) con los de “Raval” (PPF!, 17) y el EP 2k18. La mayor novedad fue poder escuchar en directo —¡por fin!— “Rituales de santería”, que fue una de las más aclamadas y coreadas. Un espectáculo en medio de un pequeño pueblo de la mancha, donde tropecientas mil gargantas de aquí y de allá deciden cantar en el idioma que sea (catalán en este caso), unidas por la pasión y el delirio de tres y cuatro días de convivencia y música.

Berri Txarrak

Después de saltar con los valencianos la decisión fue difícil: la despedida de Berri Txarrak, la potencia de Machete en Boca, el sonido de Natos y Waor o el debut de Julio Maloa con Boikot. Nos fuimos con los últimos, no sin antes pasar a despedirnos de los vascos. Berri Txarrak anunciaron un parón indefinido para cuando acaben la gira actual y ese sentimiento se palpaba en el ambiente del escenario Villarrobledo. La mayoría de los que se acercaron eran compatriotas que cantaban en euskera de pe a pa los temas, con una fuerza que sabía a adiós. Volviendo a enchufar el cuentakilómetros nos plantamos en la fiesta que tenían montada Boikot. Confeti, fuego, luces giratorias —más de bingo que de grupo de punk rock— sostenían el directo de los madrileños. Presentaron al ex-La Raíz, Julio Maloa, como si se tratase de un fichaje multimillonario de futbol y, sinceramente, en varias ocasiones parecía que era “Julio Maloa & amigos”. Boikot ha cambiado, algunos pensarán que hasta han evolucionado, pero la verdad es que hasta en las canciones más míticas de la banda se han introducido fragmentos de rap para el ex-Raíz, cosa a la que muchos aún tenemos que acostumbrarnos.

A las dos de la madrugada nos movimos lo mínimo para llegar al otro escenario principal, no con muchas expectativas, ya que era La Maravillosa Orquesta del Alcohol la que conseguía entrar también en el cartel del Viña Rock, evento que hasta entonces se había resistido a una de las bandas estatales que más festivales visitó en 2018. Pero empezaron los acordes de “Catedrales” y las pocas expectativas se esfumaron para dejar paso al gozo absoluto. Decimos con contundencia que los burgaleses firmaron uno de los mejores directos de la XXIV edición del Viña Rock. Y el público nos volvió a sorprender recordándonos que, en este festival, se abren las puertas y los brazos a todos los estilos habidos y por haber. Con una seguridad aplastante y la perfecta sincronización del arsenal de instrumentos que dirigen, nos desplazaron suavemente por su música a través de “Vasos vacíos”, “La inmensidad”, “Hay un fuego”… hasta que apareció Juancho Marqués y modificó la armonía creada entre la banda y el público para cantar junto con La M.O.D.A “Nos vamos a comer el mundo”. Los últimos versos compartidos entre banda y público fueron para “1932” y, finalmente, “Héroes del sábado”.

El telón lo corrieron, para finalizar la noche, las madrileñas Tremenda Jauría con aún muchísimo público en pie. Posiblemente se enfrentaron —y acabaron haciéndose inseparables— al público más multitudinario de su carrera. Y ahí estuvieron, creando una especie de rave gigantesca a golpe de reggaeton, electrónica y, sobretodo, mucha lucha y feminismo.

Sábado 4

Cuarto día, tercera jornada. Muchas espaldas quemadas del Sol, barro ya resequísimo del miércoles y caras de resaca reinaban en Villarrobledo. El último día se presentaba un poco más tranquilo —por fuerza mayor de agotamiento— que los demás, a parte de contener una de las franjas horarias más esperadas de esta edición: la que abarcaba a Ska-p por un lado y Los Chikos del Maíz por el otro.

La tarde pasó rápida. Empezó con unos cuantos grupos de toda la vida y/o sus cantantes con bandas nuevas: Pako Eskorbuto dejó grandes momentos y nostálgicos con “Historia triste” o “Adiós reina mía”. Le siguió Xavi Sarrià i el Cor de la Terra, quien, después de Obrint Pas y observándolo ahora en sus directos, emite una ilusión que hace notar lo importante que es para él la música y, sobre todo, el compromiso con su tierra. Para terminar la tarde nos fuimos hacia ver cómo sigue La Fuga. La verdad es que los cántabros siguen sin hacer mucho ruido y creando el mismo directo.

Al irse el sol apareció El Kanka para dejar un entrañable y amigable concierto para la explanada del festival, que se llenó de gente de nuevo. ¡Posiblemente el tipo más feliz del día! A quien no le sacó alguna carcajada fue porque no estaría escuchando. Feliz de haberse colado una vez más como cantautor en el cartel del Viña, de ver la heterogeneidad de su público y de sentir cómo éste iba recitando sus letras. El andaluz tuvo tiempo para todo: partió el público en dos y dirigió a ambas partes en dos voces ¡una auténtica obra de arte!, también le salió el combativo que lleva dentro reivindicando que el no es siempre no y que un festival no es excusa. Hasta le sobró tiempo para un emplazamiento publicitario de auto-bombo, anunciando sus próximas fechas en recintos grandes. Pero lo olvidamos pronto porque, a la que nos descuidamos, volvimos a estar con ese ritmo tonto en el cuerpo que no se podía evitar.

A media noche llegó el retorno deSka-p. El Concierto (con mayúscula) de esta edición; el directo más esperado por la gran mayoría. Llegaban los vallecanos con un arsenal de himnos con los que hemos crecido y con un disco nuevo bajo el brazo, “Game Over” (2018). Pocas veces se ha visto la llanura del Viña Rock tan abarrotada e infinita como esta, pero la ocasión lo merecía. “La estampida”, “Mestizaje” y “Gato López” fueron el tridente inicial que provocó más de una intervención de los servicios sanitarios en el público. Realmente el recinto se quedó pequeño para la gran cantidad de gente que se aproximó al ver a los de Vallecas y, con ello, el sonido quedó demasiado desigual dependiendo de la sección de pista. Con “Jaque al rey” empezaron los recursos extra musicales del grupo, quienes iban alternando los audiovisuales con un personaje disfrazado de rey, más tarde de cura, luego de torero, etc. Pero lo que hizo poner realmente locos a los presentes fueron “Cannabis”, “Niño soldado”, “Tío Sam”, “Mis colegas” y un “Vals del obrero” que con el “¡insistimooos!” cerraba la actuación acompañadola de fuegos artificiales y caras de alegría.

Roba Estesa

Este año hemos querido acabar el festival con Roba Estesa y ha sido un enorme acierto. Las catalanas llevan ya unos años demostrando que el folk y la reivindicación son perfectos aliados para llevar el mensaje lejos. Nos reunimos en el escenario Smoking centenares de personas, algunas seguidoras y otras curiosas, para ver cómo se desenvolvía el grupo en su primer año en el festival. Presentaron al nuevo público los dos larga duración, “Desglaç” (Coopula, 18) y “Descalces” (Coopula, 2016) con muchísima contundencia además de con el calor de las voces de las primeras filas, que acompañaron a la banda en todos los temas. A pesar de la fiesta, no dejaron de mantenerse críticas y reivindicativas, recordando que al festival aún le queda mucho por hacer en relación a la desigualdad femenina/masculina del cartel. A las cuatro y media de la mañana se despidieron del público, pero no fue suficiente. Al desaparecer al backstage tuvieron que volver a salir a cantar a capella, ya que la multitud de abajo empezó a corear “Cant de lluita”, dejando uno de los momentos íntimos más mágicos del Viña Rock 2019.

La verdad es que son difíciles de explicar las sensaciones, las experiencias y los pensamientos que suceden en el Viña Rock. Es un festival completamente diferente, un festival amado y odiado, un festival nacido como símbolo del arte nativo, de lo alternativo, de las minorías, lejos del mainstream y que ahora se sitúa en el podio de eventos más multitudinarios y lucrativos a nivel estatal. Una minoría congregada año tras año que, veinticuatro ediciones después, ha acabado convirtiéndose en una peculiar familia gigantesca donde lo menos importante es con qué grupo irás a cantar y bailar, ¡porque no dejarás de hacerlo!

Como reafirmaba El Kanka en su directo de la noche del sábado, una de las cosas más bonitas del Viña Rock es la cantidad de estilos musicales que se fusionan y comparten espacio en un solo cartel. Y así es: rumba, rock, rap, electrónica, folk, metal y, además, en idiomas dispares, comparten y disfrutan del mismo público durante tres días con una camaradería admirable.

 

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