Más allá del bien y del mal
Conciertos / The Cure

Más allá del bien y del mal

8 / 10
Jc Peña — 12-11-2022
Empresa — Live Nation España S.A.U.
Fecha — 11 noviembre, 2022
Sala — WiZink Center, Madrid
Fotografía — Edu Tuset

Los franceses definen como “déjà vu” esa curiosa sensación que uno tiene cuando cree haber vivido algo. Al parecer el inquietante fenómeno tiene una base neurológica. Lo de The Cure en Madrid no se debía a una ilusión o un truco de la memoria: les había visto hace casi exactamente seis años en el mismo recinto y con el mismo grupo invitado, los escoceses The Twilight Sad. Estos, al menos, llegaban con disco de 2019. Lo de Smith y los suyos ya sabemos cómo va. Su disco de 2008 “4:13 Dream” ya queda muy, muy lejano…Y su sucesor se retrasa indefinidamente (parece que “Songs of a Lost World” se publicará, ¡por fin!, en 2023). Pero en el magnífico, aunque lastrado por ciertos desfallecimientos, concierto que dieron en Madrid, las nuevas canciones (hasta cinco) dejaron inmejorables sensaciones. ¿Habrá merecido la pena la interminable espera? ¿Será su esperado decimocuarto disco la digna despedida discográfica que merece la histórica banda de Crawley?

Se les perdona todo. Porque la apasionada devoción que levantan los británicos entre sus mayormente talluditos acólitos no ha disminuido. Todo lo contrario, según el tiempo se nos echa encima, más tememos no volver a tener ocasión de verles. De ahí el llenazo que presentaba el enorme pabellón madrileño. En estos años recientes, además de esporádicos anuncios sobre el álbum que nunca llega y alguna colaboración anecdótica de Robert Smith, hemos visto cómo se daban un baño de masas en el Hyde Park de Londres para celebrar su cuarenta cumpleaños e ingresaban en el Rock and Roll Hall of Fame -sentida presentación de Trent Reznor y memorable enganchón de Smith con una periodista que hizo el ridículo en directo-. También asistimos con el corazón en el puño a un extraño amago de espantada de Simon Gallup, el noble bajista sólido como una roca sin el que The Cure serían inviables (aunque cosas más raras hemos visto: que le pregunten a Peter Hook). Así que, ¿quieren hacer la gira antes de sacar el disco? No hay problema.

Un muy adecuado rumor de lluvia tormentosa preparaba la irrupción de The Twilight Sad, que para quien esto firma estuvieron bastante más convincentes que en su anterior paso por el recinto. Se apoyaban en la intensidad con toques industriales de su álbum más reciente, y tiraron de emociones primarias y visceralidad para mostrar que su digna reinterpretación de sonidos oscuros quizá merezca más atención. El aguacero (que en Madrid era real fuera del pabellón) volvió antes de que irrumpiera el grupo mítico con un narcótico medio tiempo nuevo (“Alone”) y sobrias proyecciones que no le roban protagonismo a los músicos. Toda una declaración de intenciones para una parte sustancial del show. La banda domina esos momentos de intensidad hipnótica en los que se dejan ir con resultados imbatibles. La voz de Robert Smith, ese “instrumento exquisito” en palabras de su ilustre admirador Trent Reznor, está mejor que nunca. Es su aparentemente ilimitado poder expresivo para interpretar todo el rango de emociones de canciones que oscilan entre el cielo y el infierno, el elemento principal sobre el que orbita un sexteto que tiene en los bajos del incombustible Gallup su otro pilar, sin desmerecer el trabajo del resto.

Y el sexteto alterna momentos de enorme poderío -quién iba a decir que “Burn” se convertiría a estas alturas en un clásico de sus actuaciones, codeándose de tú a tú con cortes como la eterna “Pictures Of You”, “Want”, “A Forest” y el emocionante mano a mano final entre Smith y Gallup o “From The Edge of The Deep Green Sea”- con momentos de menor brillantez, como una algo tosca interpretación de “Charlotte Sometimes”, algo lastrada por los arreglos de teclado.

En las dos primeras horas de show Robert y compañía se encomiendan a su lado más melancólico, sombrío y literalmente romántico: por eso cayeron tres canciones de “Disintegration” junto a tres de “Seventeen Seconds”, “Cold” de “Pornography”, “A Night Like This” y la fúnebre “Faith”. Cierto que la eufórica “Push” de “The Head on The Door” -que tuvo una representación destacada- sube el tempo, pero para reafirmarse en su estética sin concesiones, cierran el set con los diez majestuosos minutos de otra nueva: la elegiaca y épica “Endsong”, cuyos eternos redobles de timbales dignifican a Jason Cooper y nos hacen viajar en el tiempo hasta 1981. Y su oscuro primer bis comienza con la preciosa “I Can Never Say Goodbye”, dedicada a su hermano fallecido.

En el segundo bis el grupo pasa de “Lullaby” a una traca final con algunos de sus momentos más luminosos: soberbia “Friday I´m In Love”, algo atropellada “Doing The Unstuck”, las dos de “Wish” cuyo treinta aniversario se celebra justo ahora. A esas alturas de la velada empiezo a tener la incómoda misma sensación que en su actuación en el Mad Cool de 2019: les falta un poco de fuelle, la edad no perdona.

Cierto que sacan adelante esta parte final con muchas tablas. Si es una concesión teniendo en cuenta el tono de lo que habían tocado antes, lo dejo como objeto de sesudo debate para los seguidores más integristas de la faceta más tenebrosa del grupo. A mí no me molesta. The Cure siempre han explorado con gran brillantez y total naturalidad ambas caras de la moneda, y siguen estando en condiciones de dar un concierto espléndido, apoyándose en su repertorio eterno y una voz inagotable. Lo sabe perfectamente Robert Smith, que tras encadenar “Just Like Heaven” (única aportación de “Kiss Me Kiss Me Kiss Me”) y “Boys Don´t Cry” se queda solo, genuinamente emocionado, dando las gracias al público rendido desde los distintos ángulos del escenario. Reconocimiento a la gigantesca obra y huella de su grupo no le falta, y eso se llama, a fin de cuentas, haber triunfado en toda regla.

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