Pocas bandas sitas en su rincón estilístico pueden presumir, con tanto descaro como The Brian Jonestown Massacre, de esa indudable aureola de banda de culto que los acompaña desde hace décadas. La formación liderada por Anton Newcombe continúa en activo (quizá contra todo pronóstico dado su carácter indomable y el manifiesto gusto por los excesos latente en el seno de la banda) desde que aparecieran en escena a comienzos de los noventa, y cualquier gira de la troupe resulta parada obligada para los amantes de la (nueva y vieja) psicodelia. Su última visita peninsular no parecía venir asociada de manera explícita a la presentación de ningún disco –su última entrega hasta la fecha es “The Future Is Your Past” (A Recordings, 23)–, y fijaba su atractivo en el reencuentro con esa densidad sonora generosa en capas que los de San Francisco tienen a bien difundir a conciencia en sus directos.
El concierto madrileño de La Riviera –que abrieron son loable soltura hedonista The Gulps– no fue una excepción y, si bien el aforo les vino algo grande (anteriores visitas en salas de menor capacidad habían cristalizado en ollas a presión), The Brian Jonestown Massacre ofertaron con generosidad todo aquello que se le presume a un concierto con su impronta. Durante casi dos horas, el combo lanzó mareas psicodélicas de esas que parecen expandirse con lentitud, mientras arrastran tras de sí al oyente hasta situarlo en el epicentro del viaje alucinógeno. Un efecto desarrollado con contundencia y ausencia de aspavientos, casi apostillado por cierta languidez disimulada entre toneladas de distorsiones, fuzz y pedales.
Es la táctica para sumergir al oyente en un trance al que también aporta la casi nula (y consabida) interacción con el público, con Newcombe luciendo enorme sombrero en un lateral de las tablas, el guitarrista Ricky Maimi llevando las riendas, y el puesto central reservado para Joel Gion, ese tipo de generosas patillas que, armado con pandereta, lleva años destilando inmutable carisma –impagables sus memorias “Memorias de la jungla psicodélica” (Colectivo Bruxista, 24)–. El concierto fue desarrollándose mientras los espacios entre canción y canción iban siendo cada vez más generosos, con esa sensación inherente al grupo de que, en cualquier momento todo podría saltar por los aires.
Nada explotó (del todo) en esta ocasión, y la secuencia siguió su trascurrir en base a un representativo repaso por el catálogo de los californianos. Desde “Maybe Make It Right” a esa expansión definitiva que es “Super-Sonic” y que, por sí misma, justificaría el precio de una entrada, con atinadas paradas intermedias en “That Girl Suicide”, “When Jokers Attack”, “Anemone”, “Pish”, “Nightbird” o “Servo”.
The Brian Jonestown Massacre no tienen un directo fácil. Tampoco espectacular ni impecable. No es ninguna novedad. Pero, a cambio, transitan por un universo de claroscuros barnizado con peculiaridades estilísticas que los señalan como valioso activo. Y la exposición de esas originalidades continúa derivando en bacanal en toda regla. Su visita a Madrid dejó un concierto de los que dejan satisfechos (que no exhaustos) a cualquier seguidor del grupo en cuestión. Son las consecuencias específicas de una formación que, al contacto con las tablas, puede llegar a parecer tan errático y caótico como, en la práctica y en base a su mecida representación, hipnótico y adictivo.
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