En plena sierra riojana, rodeado de montañas que parecen susurrar melodías, Viniegra de Abajo vuelve a convertirse en epicentro melómano con una nueva edición del festival Sierra Sonora. Enclavado en uno de los pueblos más preciosos de la geografía riojana, este festival rural es mucho más que música: es un altavoz para la España vaciada, una apuesta por la repoblación joven y una experiencia colectiva donde cada vecino se convierte en anfitrión y cómplice.
Vaho abrió la edición Sierra Sonora Primavera como se abren las buenas botellas: sabiendo que van a dejar huella. Ternura, potencia y un carisma capaz de llenar la sierra. Luego llegaron Puño Dragón con una descarga eléctrica de las que te hacen gritar “¿pero esto qué es?” (en el mejor de los sentidos) y que agitó la carpa con su mezcla perfecta de psicodelia, electrónica y rock. Y cuando parecía que la cosa no podía subir más, David Van Bylen dijo “ahora remato con lo mío” y convirtió la carpa en una explosión de hits indies remezclados que dejó los corazones bailando y los pies pidiendo tregua.
El sábado amenazaba con ser la joya de la corona. Y no defraudó. A las 13:00, Raquel Lúa abrió el día con un recital que nos dejó el alma suspendida. No sabíamos si estábamos escuchando un concierto o asistiendo a una especie de revelación. Qué manera de parar el mundo con una voz. Su dulzura nos cautivó por completo, dejando el ambiente en un estado de calma y ternura que parecía flotar sobre los muros de la Casa Montero. Y, como si nos hubiese afinado por dentro, nos dejó con el cuerpo y el alma bien preparados para todo lo que venía después. A las 14:30 llegó uno de los momentos más entrañables de todo el fin de semana: la caldereta popular. Un festín cocinado con mimo por los propios vecinos de Viniegra, que compartieron mesa y mantel con forasteros y artistas. Porque en Sierra Sonora no solo hay camerinos y escenarios: hay plazas, calles y casas tan abiertas como los brazos de los viniegreses.
Raquel Lua
Ya por la tarde, Adrià Salas (cantante de La Pegatina) arrancó con su energía contagiosa, haciendo bailar al público con un show a medio camino entre la verbena y la trinchera emocional. A golpe de rumba, cumbia y algún que otro momento íntimo, recordó que bailar también es una forma de celebrar que seguimos vivos. Y, llegó uno de los momentos más esperados de esta edición del Sierra Sonora. El plato fuerte: El Kanka, en uno de los conciertos más especiales de la gira "Cosas de los vivientes". Solo él y su guitarra. Sin banda, sin artificios. Y no hizo falta más. Desnudar las canciones es un arte reservado a quienes saben que la fuerza está en lo sencillo. Y eso es lo que hizo el malagueño: ofreció un recital sincero, cercano, con momentos de risas, emoción y cantos al unísono de un público entregado en cuerpo y ganas.
La noche llegó con Izaro, que trajo desde Euskadi un universo sonoro cuidado y delicado, con toques íntimos, elegante electrónica y una voz que nos envolvió de energía. Su actuación fue la transición perfecta para acabar la noche dándolo todo. Y como ya es tradición, la pista se mantuvo viva con César Gallard y Tangerine Sistas DJs, que pusieron a bailar a Viniegra una vez más. Alicia y Alejandra son parte ya del alma sonora del festival, con sus sesiones superbailables y siempre sorprendentes.
Izaro
El domingo, cuando la nostalgia empezaba a colarse entre los primeros rayos de sol de la mañana, llegó el último ritual del fin de semana: la cata de vino musical con Vivace. Una experiencia sensorial que maridó vino y cuerdas riojanas. Un broche de oro que nos recordó por qué a Sierra Sonora siempre se vuelve. Porque Sierra Sonora no es solo un festival. Es un atelier musical donde se baila, se canta y todo se cocina al chup chup y con cariño. Un festín sonoro para el que ya estamos abriendo boca de cara a su edición del verano con nombres como Rita Payés, Xoel López, Pedro Pastor o Sanguijuelas del Guadiana. Esperaremos hambrientos.
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