Paisajes de azúcar refinado
Conciertos / Pianet

Paisajes de azúcar refinado

7 / 10
Amaia Santana — 16-12-2017
Empresa — Muskerra Ekoizpenak
Fecha — 14 diciembre, 2017
Sala — Yimby, Bilbao
Fotografía — David Mars

Ambiente de lo más tiros-largos-de-Bilbao en el céntrico edificio con nombre de txiki park. La arquitectura del patio interior de Yimby es agradable, con maderas entrecruzadas incrustadas en sus paredes de formas irregulares, que reptan hacia el inalcanzable techo cual árbol desnudo en otoño. Aires de ese concepto moderno afterwork, cervecita o vino en mano, verborrea cotidiana y algún que otro pintxo mientras esperamos a Pianet, el proyecto del tinerfeño afincado en Madrid Nauzet Hernández. Viene acompañado de su banda: Joshua Díaz (batería), Álex Hernanz (guitarra) y Sofía Comas (teclados, coros). Enseguida inundan el atrio de una atmósfera cálida, con claras reminiscencias a Bon Iver, a quien homenajearán al término de esta inaugural "Velada Yimby".

El músico versátil acompaña cada “ouo-ooh-oh” celestial con una sonrisa de dulzura canaria (“The First To Fall”). Su bagaje en la música publicitaria está impreso en gran parte de las composiciones de Watercolor (Warner, 2016), álbum que presenta en el concierto intimista de esta noche, enmarcado en el interesante ciclo “Music Explorers EH Live”. Ya en 2015, cuando se autoeditó su EP debut como Pianet (“Be Free”) se le asoció con la música landscape o de atmósferas -¡Ojo! No confundir con el hilo chill-out de la sala de espera del dentista-.

“Sunshine” brinda efectivamente un pop de amanecer que no consigue acallar, empero, el murmullo de los presentes. “Mañana voy a hacer yoga”, escucha una, a su pesar, a un señor trajeado de las primeras filas. Lo cierto es que yoga mediante o no, la música atmosférica de Pianet transmite serenidad y paz de espíritu para aquellas almas no-atormentadas de serie. El canario no se olvida de sus raíces e introduce “Home” con un objetivo personal: “En algún momento hay que volver a casa”. La historia en que se basa la delicada “Old Song” es más lacrimógena que el comienzo de la película “Up”: dos personas que se encuentran ya “al final de sus días” y que, en un momento dado, “tomaron una decisión errónea que los separó, y se recuerdan cada día…”. Hay que tener buenos niveles de serotonina y vitamina D para aguantar el tipo (y la lágrima). “Darkness” se antoja la banda sonora perfecta para un día de lluvia eterna como el que nos acompaña. El derrumbe final con la batería rompe la armonía sin perder ni un ápice de elegancia.

Pianet hace alusión a “la reverberación” en las voces, algo que entendía podía ser un inconveniente. Sin embargo, él asegura estar “muy a gusto”. “No tengo el feedback de ustedes, pero espero que esté sonando bien”, añade risueño. Nos recuerda que pertenece a la generación del 82, antes de interpretar la solemne melodía de “My Generation”. Le sigue “Another Day”, la favorita, según nos cuenta, de la periodista Virginia Díaz (Radio 3, La2). Pese a no ser la preferida del propio autor, admite que es un tema “de venirse arriba en los festivales”, al tiempo que reconoce que en Bilbao “no sois muy de bailar”. Haremos un poder. La batukada final de este tema cuanto menos veraniego, a manos de Pianet y su batería, otorga un chute de energía a este recital minimalista. Por contraste, se toma “la licencia” de tocar, a solas, una balada que no suele incluir en sus directos. El motivo es especial: es el cumpleaños de su hijo Fabio, de 4 años. Ternura azucarada.

“Be Free” es carne indietrónica de anuncio, con sus pegadizos y apacibles “uuu-uu-uh”, que termina coreando el público, para regocijo de la banda. “¡Están vivos!”, habrán pensado de la flema hierática bilbaína, quizá. Esta entrega parece animar a Pianet y sus aliados, que terminan cantando a pie de pista, en una muestra del más puro Peace & Love. Sólo faltan pétalos de flores al viento para una estampa idílica. La cosa se anima: “Vamos a cantar una hippie”. Glubs. Soy el sudor frío de Jack. Se trata de la versión de “Skinny Love”, del “genial Bon Iver”, apunta el amable músico, antes de rodearse del modesto pero cómplice grupo de espectadores. La sensibilidad de Pianet es de una intensidad que compunge el alma. Un abanico de paisajes sonoros por los que nos invita –o reta- a transitar.

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