Noche de caza
Conciertos / Anna Calvi

Noche de caza

9 / 10
Beatriz H. Viloria — 17-10-2018
Empresa — Son Estrella Galicia
Fecha — 16 octubre, 2018
Sala — Changó Club, Madrid
Fotografía — Mariano Regidor

A quien pueda interesar, esto no es una crónica, sino más bien una advertencia. Hay una peligrosa depredadora suelta por nuestro país. Es menuda y aparentemente inofensiva, pero va armada y con su voz atrae a sus víctimas a recintos cerrados de los que no querrán salir. Afortunadamente, se conoce su nombre y se han publicado imágenes de sus últimas actividades; la más reciente ocurrió anoche. Se llama Anna Calvi y este martes estuvo de cacería nocturna por Madrid. Sus presas estaban congregadas en la sala Changó, infelices almas que pronto se darían cuenta de lo que estaba ocurriendo. En concreto, desde que apareció sobre el escenario con su temible guitarra y empezó a recordarles por qué se fijaron en ella allá por 2011 de la mano de Rider of the Sea, tema instrumental que abre su debut homónimo.

Analogías cinegéticas a un lado, derivadas del título de su último trabajo, Hunter (Domino/Music As Usual, 18), la británica es una verdadera depredadora sobre las tablas, y en esta visita a salas después de demasiadas incursiones festivaleras se ha podido corroborar. Cómo resistirse a su magnetismo, cuando en los primeros minutos del concierto ya tenía al personal a sus pies gracias a Indies or Paradise, catársis eléctrica y vocal y uno de los puntos álgidos del excelente álbum que desgranó casi en su totalidad. Ocho cortes de diez, nada menos, de los cuales cinco ocupan los primeros puestos del setlist. Tras la desafiante As a Man, donde Calvi fue pisando tan fuerte como la batería tribal que la acompaña, la artista se destapó con la oscura elegancia de Hunter, (que parece sacada de Twin Peaks), y, a partir de ahí, acechó a los presentes sin miramiento alguno.

Sofisticada y elegante, Calvi realmente afronta su instrumento como un arma, y cual Artemisa tensaba las cuerdas y apuntaba sin fallo. Don’t Beat The Girl Out Of My Boy fue uno de esos tiros perfectos donde se alternaron falsetes y lengüetazos de guitarra con la encomiable labor de mujer orquesta de Mally Harpaz. El respetuoso silencio del honorable rompió en vítores y gritos cuando Calvi cogió el micro y se tiró al suelo, mostrando sus innegables dotes de intérprete. Los juguetones punteos de I’ll Be Your Man recordaron que la ambigüedad no es nada nuevo en su carrera, aunque en su tercera entrega el derribo de las barreras entre géneros sea la temática central. “Divide y vencerás” cantó en Alpha, uno de los casos más evidentes y un adjetivo más que adecuado para la británica, que con traje de chaqueta negro y un top rojo debajo jugó ese irresistible doble papel durante toda la velada.

Comprobado que el One Breath de 2014 no hace acto de presencia en esta gira, No More Words fue la elegida para tomarse unos minutos de relativo descanso. Calvi cambió de guitarra y su voz tomó el protagonismo, si bien rozando el susurro, cobrando mayor fuerza con Swimming Pool. Todo era una táctica para despistar antes del ataque final, calentando con Chain y desatando a la sala en Wish, más trepidante y acelerada que en el estudio. Cumplida la hora de directo, se recreó a gusto, manejando las rupturas rítmicas de la canción a su antojo y repitiendo sin cesar Please, Don’t You Stop Me. Quién iba a osar pararla, al ver que su guitarra y ella se fundían en uno y que la electricidad parecía fluir por todo su cuerpo, contagiando al resto de seres allí reunidos.

Aún quedaba la poderosa y épica Desire, una de las primeras muestras de esta voz enigmática que se puede permitir ser teatral y excesiva pero también delicada y sugerente. Una habilidad que aplicó con una facilidad pasmosa en Suzanne and I, penúltima y no menos lírica flecha de una productiva velada de caza. Un sintetizador hipnótico y tenebroso le sirvió para recoger sus trofeos, con la versión de Ghost Rider de Suicide que Calvi incluyó en el EP Strange Weather, un último baño de gritos y aplausos que ella pidió sin tapujos haciendo señas con las manos.

Lo dicho, una cazadora sin escrúpulos a cuyos encantos resulta harto complicado no rendirse. Una artista alfa que te atrapa y, cuando quieres darte cuenta ya es tarde y te lleva a redactar estas líneas. Cazada, por supuesto.

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