Sobredosis de adrenalina y pasión
Conciertos / Nashville Pussy ...

Sobredosis de adrenalina y pasión

8 / 10
Sergio Amor Herrero — 18-03-2016
Empresa — Jimmy Jazz
Fecha — 17 marzo, 2016
Sala — Jimmy Jazz Gasteiz, Vitoria-Gasteiz
Fotografía — MusicSnapper

El atractivo triple cartel internacional que nos proponía la sala Jimmy Jazz vitoriana, atrajo a buena parte de la afición rockera de Gasteiz y alrededores. La siempre ingrata tarea de telonear al grupo telonero, recayó en manos de los alemanes Johnny On The Spot, a quienes en poco más de media hora, y mientras el público aún se estaba acomodando, apenas les dio tiempo de mostrar un sonido que recordó a Motorhead.

Poco después le llegó el turno al quinteto italiano Giuda, grupo que cuenta en Vitoria con un nutrido número de seguidores, reclutado en sus dos anteriores visitas a la ciudad. Los romanos, sin ninguna duda, son una banda mucho más disfrutable en sus actuaciones en directo que en sus discos. Sobre un escenario exhiben mayor pegada, garra y poderío. Liderados por su cantante, un tipo más chulo que un ocho y con pinta de haberse escapado de una película de pandilleros juveniles, se centraron, sobre todo al comienzo, en los temas de su álbum más reciente, y desplegaron todo su arsenal de riffs boogie deudores de los AC/DC de Bon Scott, himnos futboleros de aire holligan, momentos glam a lo T Rex, y homenajes a la clase trabajadora. No inventan la pólvora y nunca ganarán el Nobel de Literatura, pero consiguen divertir y entretener, que no es poco. Destacaron la interpretación de su hit "Wild Tiger Woman", coreado en masa por el respetable, y la versión que se marcaron del clásico de Elton John "Saturday Night is Alright for Fighting", entonada con entusiasmo por uno de los guitarristas.

Finalmente, aparecieron en escena las "estrellas" de la noche. Me apetecía mucho volver a ver a Nashville Pussy. Han pasado ya diez años desde mi primera y única vez con ellos, y los recuerdos eran borrosos. Los de Atlanta presentaban un recopilatorio que resume la primera década de su amplia trayectoria, lo que les sirvió de excusa para arrasar con todo. Blaine Cartwright mostró orgulloso su voz cazallera desgastada por el Jack Daniels, y la guitarrista Ruyter Suys subió la temperatura rasgando con rabia y maestría su instrumento. Mientras tanto, la bajista y el batería les seguían como podían. Sonaron sólidos y conjuntados hasta el infinito, y sorprendentemente limpios, aniquilando sin piedad nuestros tímpanos con su hard rock macarra, borrachuzo, sexual y drogodependiente. Se agradeció una pequeña bajada de tensión durante la más tranquila "Go to Hell", disfrazada de balada pero repleta de mala leche, y que supuso un punto de inflexión previo a la descarga final, donde no faltó el rock garrulo y acelerado de "Go Motherfucker Go", para mayor delirio de los enfervorecidos fans. Tras un breve pero intenso bis, recogieron su caravana del vicio y se despidieron agradecidos.

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