Lo que de raíz se aprende nunca se olvida
Conciertos / Max & Iggor Cavalera

Lo que de raíz se aprende nunca se olvida

8 / 10
Tomás Martínez — 14-11-2016
Empresa — Resurrection Fest
Fecha — 07 noviembre, 2016
Sala — La Paqui (Antigua sala BUT), Madrid
Fotografía — Andrés Abella

Si en 1996 ardía tu casa, uno de los discos que salvabas quemándote las manos era “Roots” de Sepultura. Ahora alguno a sus hijos solo les dejará de herencia la contraseña de Spotify, pero hace veinte años “Arise, Chaos A.D.” y “Roots” eran una trilogía que nos dañaba con gusto los oídos: estábamos orgullosos de poseerlos y de ser poseídos. El tercero de estos álbumes quedó suspendido en el tiempo una vez que se convirtió en el último que Max Cavalera grabaría con Sepultura.

Para celebrar las dos décadas desde que se produjo este encantamiento, Max y su hermano Iggor giran tocando íntegramente el repertorio de este tótem. Por eso la But se quedó pequeña, y también por esa razón antes de arrancar el concierto el nerviosismo era patente: nadie podía perderse el primer tema, “Roots Bloody Roots”. Era como tener el almanaque de “Regreso al futuro”, sabías qué iba a ocurrir, incluso en qué orden, y no te podías perder lo mejor.

Ante los primeros acordes la sala estalló, el pogo se desató y todos fuimos más jóvenes. Puro gozo, estábamos rompiéndonos el cuello danzando en el Mato Grosso brasileño. El estado físico de Max no es ni de lejos el de entonces, pero donde él no alcanzaba lo hacíamos nosotros. No iba a ser por dejarnos la garganta. Iggor por otro lado es capaz de sostener una catedral en las baquetas, Mark Rizzo (Soulfly, Ill Niño) fue todo ímpetu a la guitarra y Johny Chow (Stone Sour) impulsó los graves.

Entre el ‘mosh’ caían los móviles de aquellos listos que se arriesgaban a grabar en las primeras filas. La sala se quedó pequeña, y a las raíces sangrientas le siguieron sin respiro las inmensas “Attitude” y “Cut-throat”. Todos sabíamos lo que nos esperaba después: “Ratamahatta”, el golpe maestro. Max hizo girar el caldero de la poción, y en el ‘circle pit’ brutal que se formó todo eran golpes y saltos de alegría.

“Breed apart”, “Straighthate”, “Spit”... Todo iba según el plan, porque este disco suelta siete primeros temas tan inmensos, tan claves en su género, que era imposible que nada saliese mal. La gran rastra frente a la bandera de Brasil dibujaba una sonrisa, porque la brujería funcionó sin fallo hasta el último hechizo, “Dictatorshit”. Nos dolía la cara de tanto reír y los pies de tanto danzar.

Para los bises, los Cavalera sorprendieron haciendo tres versiones: “Procreation (of the wicked)” de Celtic Frost, el siempre eterno “Ace Of Spades” de Motorhead, y una revisión más rápida del propio “Roots Bloody Roots”. Lo pasamos de puta madre destrozando la habitación con los viejos amigos, no hay mejor resumen. Como decía Séneca, lo que de raíz se aprende nunca del todo se olvida.

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