Matar al padre (y al hijo)
Conciertos / Manel

Matar al padre (y al hijo)

9 / 10
Yeray S. Iborra — 18-11-2019
Empresa — Cruïlla de Tardor
Fecha — 16 noviembre, 2019
Sala — Poble Espanyol
Fotografía — Estefania Bedmar

No hay mariposa que se encariñe con su capullo. Los insectos saben, mucho mejor que los humanos, que para dar un paso adelante, hay que despojarse de las corazas. Por bien que sienten. La de metamorfosis es una idea que sólo los más osados se atreven a jugar en el pop. Nos suena la fórmula: mayoría del bolo del último disco y acabar con “Wonderwall”. No es ese el caso de Manel.

“Al mar” y “Benvolgut” se han ido al palco. Así. Hasta luego. Ya no caben. Por mucho que el público –algo ensardinado en ese Hivernacle del Cruïlla de Tardor– las pida animadisimo hasta la afonía, como bis soñado ya con el cuarteto en los camerinos. Pero ni con llantos. Manel no dan tregua.

Los catalanes han sacrificado una enorme parte de su vasto repertorio para construir un espectáculo unitario. Empezando por la escenografía, con bajo, teclados y batería sobre una tarima, juntitos, y todos, excepto Guillem Gisbert, en la oscuridad. Y de atrezzo sólo una pantalla con degradados al estilo de la portada de su último disco. Como una banda de electropop. Como lo que son.

Los Manel de “Per la bona gent” son bajos gruesos, sintetizadores musculosos... Un cohete de hora y media de show. Con un plus: melodías por encima de la media y un frontman que ya le gustaría a Delorean. Guillem Gisbert ha alcanzado una perfección interpretativa que el sábado sólo se vio lastrada por la falta de volumen general del directo, que muchas veces se hizo bola en esta nueva mezcla electrónica y a ratos new wave. El bis “La cançó del soldadet”, por ejemplo, fue engullida por los acoples. Daba igual. El salto escénico ha sido tan gordo que ni siquiera el inconveniente técnico que mermó un tema entero pudo empañar el mejor estreno de un disco de Manel desde que arrancaran allà por 2008.

Manel estuvieron noventa minutos más arriba que un Manchester City vs. Liverpool. “Formigues”, “Els entusiasmats”, “Aquí tens el meu braç”, “Canvi de paradigma”, “Cançó del dubte”, “Jo competeixo”, Les cosines”, “Teresa Rampell, “Boy Band”. Casi del tirón. Sólo hubo un alto para la nostalgia, “Captatio benevolentiae”, también vestida de ochentas para la ocasión. Incluso la más bailonga, “La serotonina”, vino precedida de una bruma “Stranger Things” en la intro.

Lo decían durante la rueda de entrevistas para quinto disco: se han empapado de la cultura norteamericana –parte de culpa la tiene el productor Jake Aron– del “no-aburrir”. Y eso ha llegado a su directo. Pero con más originalidad que un combo tipo para el slot de las dos de la mañana en el Primavera Sound. Porque Manel traza puentes, a su manera, con el pasado. Hubo guiños a la Nova Cançó, “Per la bona gent”, y cuadró; e incluso a La Trinca, “Tubs de ventilació”. Y cuadró. Pero fueron sólo guiños. Porque Manel, tras diez años de carrera, deben bien poco. Han matado al padre. Y también al hijo. Todo en pro de un espectáculo mayúsculo.

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