Sí, sigue en el trono
Conciertos / Madonna

Sí, sigue en el trono

8 / 10
Sergio Del Amo — 14-02-2020
Empresa — Live Nation/Interscope
Fecha — 08 febrero, 2020
Sala — The London Palladium, Londres
Fotografía — R. Gomes/Stufish

2019 no fue un año realmente memorable para Madonna. “Madame X”, su último álbum, pasó sin pena ni gloria aun tratándose de su trabajo más interesante desde “Confessions On A Dance Floor”. Y tampoco ayudó mucho que digamos que, días antes de su lanzamiento, desaprovechara el escaparate de Eurovisión con la que muy probablemente fue la actuación televisada menos inspirada que se le recuerda en mucho tiempo. Aun con esas, emulando la última residencia en Broadway de Bruce Springsteen, la diva el pasado septiembre arrancó una gira de lo más inusual alejada de las arenas y los estadios que le han convertido en leyenda.

El “Madame X Tour” sólo ha pisado pequeños teatros de Estados Unidos y de tres ciudades europeas (Lisboa, Londres y París, donde concluirá esta aventura el próximo 11 de marzo en el Grand Rex), por lo que la experiencia supone todo un regalo para sus fans. Pese a todo, la tournée no ha estado exenta de polémica: más allá del elevado precio de las entradas, la artista desde hace meses (en realidad, desde el verano estando sumergida en los ensayos) arrastra una lesión en la rodilla que le ha llevado a cancelar de momento catorce fechas en total. Ante esto último absolutamente nadie en su sano juicio puede entender cómo inicialmente le han programado tres conciertos seguidos sin descanso por semana (la última vez que hizo algo parecido fue en 1990 en su icónico “Blond Ambition World Tour”) o el motivo por el que su equipo no se ha planteado aplazar la gira hasta que realmente se encuentre cien por cien recuperada.

Sábado 8 de febrero. En la platea del London Palladium de Londres tengo a mi lado a una pareja que trabaja en una inmobiliaria de lujo, lo cual demuestra el carácter elitista de la cita. Ante la prohibición de utilizar los teléfonos móviles dentro de la sala no queda otra que entablar una conversación con los ahí presentes. Me confiesan que su último disco no les ha gustado nada, pero que al menos esperan que la tan cacareada lesión no enturbie el espectáculo. De hecho, esa era la mayor preocupación. En las últimas semanas, concretamente desde que la gira aterrizó en Londres, Madonna ha dado con una solución que le ayuda a soportar los dolores y a no cancelar todavía más fechas: cuando actúa dos días consecutivos en el primero realiza el show completo arrancando con “God Control”, “Dark Ballet”, “Human Nature” y un extracto a capella de “Express Yourself”; mientras que veinticuatro horas más tarde mutila ese primer tramo y empieza directamente con “Vogue”. Por suerte, como los viernes siempre se los toma para descansar, el pasado sábado se presentó mucho más fresca de lo esperado y pude ver esta suerte de musical del East End tal como fue concebido primigeniamente. Y no, lo cierto es que ni cojeó ni mostró síntomas de flaqueza. Todo lo contrario. O, al menos, esa fue la sensación con la que las poco más de 2.000 personas salieron del teatro al cabo de dos horas y cuarto.

El “Madame X Tour”, a resumidas cuentas, es como cualquier otra gira de Madonna. Eso sí, a pequeña escala. La puesta en escena puede resultar a primeras algo minimalista (por ejemplo, no hay plataformas móviles ni enormes pantallas porque el espacio, al ser tan íntimo, no se presta a ello), pero eso no quiere decir para nada que sea una propuesta low cost porque saca el máximo provecho de cada centímetro cuadrado. Las proyecciones que se reflejaban en las escaleras y estructuras que había sobre el escenario estaban perfectamente sincronizadas y, como es costumbre en ella, no faltaron ni las coreografías ni los cambios de vestuario marca de la casa. Lo más novedoso en esta ocasión es la interacción con el público, algo que ya empezó a explotar en su anterior “Rebel Heart Tour”. Aquí lo afianza sacando a la monologuista que lleva dentro entre canción y canción; bajando a la platea, cerveza en mano, para charlar durante unos minutos con un fan (Graham Norton fue el escogido y no tuvo reparo alguno en bromear con ella sobre la dichosa lesión y cuando días antes el mismo teatro decidió desplegar la cortina antiincendios a falta de un tema para finalizar el show), o, incluso, subastando una Polaroid benéfica al mejor postor. Un seguidor brasileño de la primera fila se hizo con ella tras pagar 1.000 libras. En metálico, todo sea dicho, porque Madame X no es partidaria de los datáfonos.

Por mucho que aproveche “American Life” para criticar a la Administración Trump o deje “Like A Prayer” para los minutos finales (la única canción que puso en pie a todo el teatro… salvo al patio de butacas, ya que desde el comienzo nadie permaneció sentado), el “Madame X Tour” centra el repertorio en sus temas más recientes. Sin ir más lejos, en “I Don’t Search I Find” hay guiños a la era “Dick Tracy”; en “Batuka” se deja querer por la Orquestra Batukadeiras y, en el tercer acto, el más efectivo, homenajea a la ciudad de Lisboa con una puesta en escena que te hace transportarte hasta un bar de fados de Barrio Alto mientras entona el “Fado Pechincha” de Isabel de Oliveira, seguidas de unas “Killers Who Are Partying”, “Crazy”, “Medellín” y “Extreme Occident” que sirven para calentar el ambiente antes del número más aplaudido y visualmente apabullante. Hablamos de la siempre a reivindicar “Frozen”, en la que Madonna literalmente se funde detrás de unas proyecciones en las que su hija mayor, Lourdes León, baila junto a ella. Se dice que la ovación se oyó a lo largo y ancho de Oxford Street.

Tras una “Come Alive”, que en directo gana muchos puntos respecto a la versión de estudio, una “Future” en la que simula tocar el piano y la ya citada “Like A Prayer”, Madonna se despide del público atravesando el pasillo derecho de la platea con “I Rise”. Aun tratándose de la gira de mayor duración de toda su carrera el concierto se hace corto, cortísimo. ¿Es un espectáculo perfecto? Obviamente, no. Hay momentos concretos en los que el ritmo decae y se echa en falta que, al tratarse de un formato que no puede compararse con ninguno de sus anteriores tours megalómanos, no haya aprovechado la oportunidad para interpretar por vez primera temas de su repertorio que, por las razones que sean, siempre ha obviado. De todos modos, ver a Madonna a escasos metros de distancia es algo que no tiene precio y, además, no queda otra que aplaudir el hecho de que no quiere vivir de las rentas, que sigue empeñada en explorar nuevos formatos cuando podría ir a lo seguro y que, por mucho que digan sus detractores, no ha perdido con los años ni un ápice de su magnetismo como entertainer. Sí, hay Madonna para rato. Y más que habrá cuando, una vez se tome unas merecidas vacaciones, pueda solventar la lesión con la está batallando desde hace meses.

MADONNA.R.Gomes_Stufish52

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