Let's Festival, brillo y contrastes
Conciertos / Pony Bravo

Let's Festival, brillo y contrastes

8 / 10
Blai Marsé — 12-03-2011
Empresa — Salamandra / Depósito Legal
Sala — Salamandra, L'Hospitalet (Bcn)
Fotografía — Hara Amorós

Carteles opuestos para las dos últimas noches del Let's Festival. El viernes, cruce de culturas y cierto acento americano con Joan Colomo, Adanowsky y Depedro. El sábado, en cambio, velada protagonizada por la vertiente menos convencional y más arriesgada del indie estatal: Ornamento y Delito, Cuchillo y Pony Bravo.

El catalán Joan Colomo abrió la noche con un sentido del humor más pasado de vueltas que en otras ocasiones. Su actitud dicharachera remitía a un concierto entre amigos, pero la carisma innata que posee le permitió ponerse el público -escaso a primera hora- en el bolsillo desde el principio. Aunque basó su repertorio en su primer disco en solitario “Contra todo pronóstico”, advirtió que el segundo estaba al caer y ofreció algun avance, como "El Bulto" o "Màgic", ambas de factura más bien acústica. En sus largos monólogos, citó a los dos artistas que le procedían: "Dicen que después toca el hijo de Jodorovski! Seguro que este tema le molaría a su padre ("Todo es Jodidamente Relativo")”.
La presencia de Adanowsky congregó más seguidores. Es el típico frontman del rock&roll de vieja escuela, dominador del público, un poco previsible, pero al fin y al cabo, efectivo. El hijo de Alejandro Jodorovsky levantó pasiones entre el sector femenino -le llovieron bragas, bajó a bailar con alguna de ellas y sus movimientos provocativos fueron constantes-; y armado con una banda de hasta tres guitarras, se acercó al sonido característico del rock latino, totalmente alejado de su último disco “Amador”, un álbum más cerca del folk de Devendra Banhart, a quien Adanowsky citó antes de tocar “You are the one”, tema que compusieron juntos en casa de Banhart. El cantante latinoamericano se despidió con “Me siento solo”, posiblemente la mejor canción que ha compuesto hasta la fecha.
Depedro entró en escena solamente acompañado de su guitarra. El sonido desnudo e intimista de “La brisa” ponía de manifiesto su gran voz y su buen olfato musical (sobre todo, avalado por giras con Calexico). Durante el resto del concierto, apoyado por una banda consistente de multiinstrumentistas, Depedro se basó en sus dos discos (la versión de “What Goes On” de The Velvet Underground incluída) para culminar un concierto sin fisuras, pero también sin sorpresas.

El diluvio del sábado no fue impedimento para que el público presenciara la última –y más ambicosa- noche del festival. Los oscuros Ornamento y Delito presentaban “Rompecabezas de moda y perfección moral”, el disco con el que han dejado de ser un grupo ultra-minoritario. Su puesta en escena desconcierta y el feedback artista-público se complica si no hay una previa iniciación. Las letras, sórdidas, crípticas y políticas; sumadas a los gritos ocasionales del cantante Garikoitz Gamarra (esta vez sin la boina roja) nos descubren al grupo más punk del indie estatal actual. Antes de finalizar, Gamarra advertía al público: “habéis tenido humor y ahora tendréis calidad”-refiriéndose a lo que vendría después-.
No le faltaba razón, porque el concierto de Cuchillo fue de lo mejor de todo el Let’s Festival. De repente, la Salamandra se convirtió en un inmenso desierto, como si se tratase de los primeros minutos del film “Paris, Texas” (Wim Wenders, 1984). Nos quedamos a solas con la guitarra habladora de Israel Marco, el dominio rítmico del insaciable batería Daniel Domínguez y la reciente incorporación del sueco Henrik Ågren, a los teclados. Cuchillo rozaron la perfección con lo mejor que saben hacer: atmósferas hipnóticas, loops de exactitud matemática y canciones que van in crescendo hasta llegar al gran orgasmo psicodélico. Tocaron su reciente EP “Duat” y rescataron perlas de su debut como “Come with me” o “Black and white numbers”.
El listón estaba muy alto, pero no hay ningún obstáculo que un buen Pony Bravo no pueda saltar. Los sevillanos fueron los únicos en las dos noches que consiguieron un lleno total en la sala, y demostraron que tienen uno de los mejores directos de toda la Península Ibérica. Las canciones de Pony Bravo se fundamentan a partir de un bucle repetido de líneas de bajo y crecen en directo gracias a una ejecución impecable, una actitud entregada y la voz profunda con acento exótico de Daniel Alonso. Por fin, una voz masculina grave sonando en primer plano (y bien) en un grupo de rock independiente español. No solamente son los herederos de Smash y Triana o una versión actual de los The Doors más psicódelicos. Hace tiempo que suenan a ellos mismos, ya no hay motivos para llamarles “promesa” o “grupo a tener en cuenta”. Mil gramos de fe para Pony Bravo y sobre todo, para el Let’s Festival, un año más, ejerciendo de gran oráculo de la música independiente estatal.

Un comentario
  1. Coño, qué artículo más pedante, hasta citando a paris, texas (viva ry cooder, por cierto)

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