La segunda presentación oficial del próximo Mundaka Festival (la primera corrió a cargo de Quique González) tuvo como embajadora a Joanne Shaw Taylor, una versión británica y femenina del blues-rocker blanco y precoz, como lo fueron Jonny Lang o Kenny Wayne Sheperd a mediados de los 90. Cuando apareció su primer disco, Taylor tenía 23 años; ahora tiene 31, y en todo este tiempo la guitarrista no ha parado un momento, editando media docena de discos y girando incansablemente.
Se le notaron las tablas en el pequeño escenario del Azkena bilbaíno, en el que interpretó un repertorio que tocó diferentes palos –del blues-pop al rock o el soul– con más convicción que sustancia. Taylor no tiene nada especial: ni es una guitarrista extraordinaria, ni tiene una gran personalidad como vocalista, pero en conjunto muestra una credibilidad que no se ve en el noventa por ciento de grupos que practican este pseudo-blues diluido con un montón de géneros afines, todos ellos desde una perspectiva muy radio friendly.
La banda sonó bien engrasada y la propia Taylor manejó muy bien el repertorio y sus aptitudes, en un show que pareció bastante medido. Estando el sonido de la banda más cercano al AOR que al blues eléctrico de Chicago, la falta de riesgo no supuso un problema, sino la constatación de que Taylor sabe perfectamente que lo que le gusta a su público es lo que a ella le sale estupendamente. Y todos contentos.
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