Músicas del mundo
Conciertos / Festival Med

Músicas del mundo

9 / 10
Miquel Amorós — 05-07-2022
Empresa — Câmara Municipal de Loulé (Portugal)
Fecha — 02 julio, 2022
Sala — Varios Escenarios
Fotografía — Cedidas por la organización

Tras un año de parón (2020) y una edición especial adaptada a la pandemia, interMEDio (2021), llegaba la celebración de los 18 años de existencia de este festival que se encuentra entre los más importantes de Europa. Y como ocurre en la mayoría de festivales este año, el público lo esperaba con muchas ganas.

No hay cifras oficiales de la organización, pero sobre diez mil personas por día celebraron este singular festival que se desarrolla en el casco medieval de la preciosa ciudad de Loulé, en el popular Algarve portugués.

Un festival urbano que se puede disfrutar sin excesivos agobios, con artistas de calidad contrastada y con una perfecta organización. Además en un ambiente familiar y amigable. Un festival donde las músicas del mundo son las protagonistas y transforman la ciudad en un desfile de manifestaciones artísticas que muestran las bondades de la fusión de culturas. Además en un lugar que muestra restos de las tres principales culturas que la habitaron, la árabe, la judía y la cristiana.
Esa preciosa zona histórica de la ciudad, repleta de callejuelas empedradas, plazuelas y jardines, contaba este año con doce escenarios, siendo de nuevo el Cerca, Matriz, Castelo y Chafariz, los escenarios principales.

Si bien resultó imposible llegar a los 33 conciertos que se desarrollaron en esos cuatro escenarios, expondremos todo lo que se pudo vivir en la mayoría de ellos.
Pero lo mejor de todo es que cuando te mueves de uno a otro, lo mismo te “tropiezas” con un grupo de danza venezolana, una fanfare gitana, un grupo de animación, una coral femenina, un grupo de capoeira, etc, etc.

Aunque el pistoletazo de salida del festival fue el jueves, el día anterior hubo una previa con la sugerente actuación de Lina y Raül Refree.

Jueves 30 de junio de 2022

La bienvenida al festival la protagonizaron cuatro músicos colgados en el aire que daban el primer saludo, agradable y musical, a los asistentes que iban entrando a la amplísima zona acotada del festival.

El primer grupo en actuar fueron Plasticine, numerosa banda con sede en el Algarve, con componentes cambiantes y música adaptable, como se deduce de su nombre. Fusión de influencias, a destacar mezcla jazz-rock, pero también funk, soul y ecos de progresivo. Canciones largas, mayormente instrumentales que permitieron el lucimiento de esos virtuosos músicos. Se notaba que tocaban en casa por su complicidad con el público.

Otros que también demostraron complicidad fueron Criatura. Banda también numerosa y que si atendemos a su instrumentación, se diría folclórica por la presencia de gaita, panderos cuadrados y múltiples percusiones, pero lo suyo va más allá. Se declaran renovadores del folk y lo demostraron por su dialogo constante entre tradición y modernidad o entre sonidos populares y eclecticismo musical. Dejaron un directo muy intenso donde destacó el completo trabajo coral entre sus diez componentes.

Sin salir musicalmente de Portugal llegamos a Noiserv, proyecto creativo del músico David Santos. Él forma parte de You Can’t Win, Charlie Brown, banda portuguesa de rock alternativo actualmente con gran éxito. Pero su carrera en solitario mira hacía paisajes melódicos y atmosféricos creando panoramas muy cinematográficos. En directo se convierte en un impresionante one-man orquesta, encerrado en un cubo iluminado y rodeado de instrumentos. Toca guitarra, teclados y percusión, graba varios compases y los va lanzando, sumándolos, y lo completa añadiendo coros y cantando con una intrigante voz en inglés o portugués. No fue complicado caer rendido a su encanto.

En otro sentido, pero también resultó fácil dejarse llevar por los ritmos bailables de Re:Imaginar Banda Monte Cara. Se trata del tributo que virtuosos músicos caboverdianos hacen al primer espacio cultural africano dedicado a la cultura de su país en Portugal, Monte Cara. Ese lugar de encuentro, que se abrió a mediados de los 70, vio crecer a artistas como Cesária Évora o Tito Paris, entre otros. Ahora las versiones de canciones emblemáticas hechas por algunos de esos músicos que formaron parte de esa historia, nos hicieron rememorar esas noches placenteras que se vivieron en los 80.

Y el continuo viaje musical de este festival nos llevó a Mauritania con la moderna griot (cantante encargada de transmitir la cultura) Noura Mint Seymali. La base de su música es tradicional pero sustentada por un power trío contundente. Concierto de nuevo hipnótico con ella al frente con esa voz poderosa, que a veces suena hasta flamenca, mientras la guitarra de su marido, Jeich Ould Chighaly, juega a una especie de blues rock psicodélico morisco, que a veces se convierte en funk sahariano. Pura evolución de la tradición.

Sin dejar el continente africano, desde Ghana llegó otro gran nombre Gyedu-Blay & His Sekondi Band. Con una treintena de álbumes grabados y 75 años, bien se puede decir que en su directo la veteranía es un grado. No paró de decir que él hacía highlife, afrobeat, afropop, funk o jazz, para que el público lo disfrutara. Así que convirtió su actuación en una fiesta donde ese público no paró de bailar. Largas composiciones donde el ritmo te engancha y los vientos te mueven hacia donde quieren, por poco que te dejes ir, llevar resulta complicado soltarte.

Por tema de casi coincidencia de horarios, él fue el “culpable” de que apenas pudiéramos ver a Rodrigo Leão, que vino a sustituir a la caboverdiana Nancy Vieira, baja por tema covid.

Aunque nos resarcimos con los granadinos Eskorzo y su cóctel de ritmos y explosivo directo. Ya desde el inicio vimos que habían dejado de lado ese nuevo show, “A fuego suave”, que estrenaron en 2021 revisando sus temas de forma más relajada. Aquí fue todo lo contrario, salieron a degüello desde el inicio dándole más intensidad aún a cada canción. Empezaron con “Amenaza Fantasma”, “La Pena” y “Zona Caliente”, que sonaron contundentes y en formato non-stop. A partir de ahí demostraron que llevan más de 25 años pero que siguen tocando con la misma pasión y energía que cuando empezaron. Su sonido sigue siendo mestizo y su espíritu punk, pero suenan impecables. Recientemente han hecho una declaración sobre lo que es la música para ellos, dicen que es cura y sanación, pero sobre todo amor. Pues lo repartieron a raudales.

El disfrutar de Eskorzo nos llevó a ver solo los últimos veinte minutos del congoleño Jupiter & Okwess y fueron suficientes para lamentarlo. Jupiter emanaba un gran carisma en el escenario con esa voz grave y profunda, mientras su banda iba destilando una enérgica mezcla de funk, soul y rock. La disposición del grupo era curiosa, con la batería a un lado y el bajo al otro, mientras las dos guitarras se mantenían detrás. Pero en cada canción se venían al frente para lanzar unos rápidos y envolventes riff de guitarra, con base en los ritmos tradicionales congoleños, aunque repletos de afro-funk. Jupiter representa como nadie la innovadora escena de los músicos callejeros de Kinshasa y acabar con la canción “The World is my Land” fue un mensaje esperanzador.

Nuestro final del día musical fue con los ucranianos Go_A. Como se predecía se llevaron la atención, el aplauso y el apoyo de un numeroso público que hizo ondear una gran bandera todo el concierto. Sobre todo en su país se hicieron populares al participar en el festival de Eurovisión en los años 2020 y 2021. Ahora son solo cuatro en el escenario, guitarra, bases y sintetizadores, flauta (y arpa de boca y coros) y su cantante femenina de voz aguda y presencia a momentos desafiante. Musicalmente se mueven en lo que se ha dado en llamar electrofolk y sus canciones pueden ser bailables, pero algunas respiran una épica oscura y gótica que hasta tiene de ecos de NIN. Tuvieron un apoyo y soporte incondicional.ç

La noche se iba a cerrar con la banda sirio-alemana Shkoon, pero también causaron baja por el covid, así que fue el portugués Magupi y su sonido tribal y exótico, quien lo hizo.

Viernes 1 de julio de 2022

El viernes fueron Albaluna, sexteto investigador inspirado en las culturas del Mediterráneo y con una visión amplia de las llamadas músicas del mundo, los que abrieron los conciertos. Los sonidos del violín, la zanfona y la gaita marcan las melodías y bajo, batería y percusiones, aportan el ritmo y la contundencia. Todo enmarcado en un aire folk, pero con fondo progresivo. Si conocen al grupo sueco Hedningarna pueden imaginar de qué estamos hablando, o sea muy prog para los folkies y demasiado folkie para los prog. Los que allí estaban sin poner limites a los géneros, gozaron con Albaluna.

En otro camino diferente se encuentra Viviane, cantante de origen francés, pero corazón portugués, que se movió con soltura entre el fado mediterráneo, la elegancia del pop y el encanto de la “chanson” francesa. Concierto ideal de preparación para la larga jornada.

Gran expectación entre el público portugués para ver a Expresso Transatlântico. El núcleo son los dos jóvenes hermanos Varela, virtuosos de la guitarra, no en vano uno de ellos ha formado parte del grupo de acompañamiento de Madonna. Aunque en directo se apoyan en tres músicos más. Sobre todo su atractivo radica en los intensos diálogos que se establecen entre la guitarra eléctrica y la guitarra portuguesa de los dos hermanos, algo que recuerda a la pareja de Rodrigo y Gabriela. En su concierto primaron los temas de aires fronterizos y hasta western. Están en plena ebullición porque presentaron hasta temas nuevos, acabados de componer, y que ni siquiera tenían título. Grupo en alza del que oiremos hablar.

Para continuar en esa onda, más bien relajada, la brasileña afincada en Portugal Mallu Magalhães. Ella tuvo un éxito muy temprano gracias a las redes, pero ahora vive más reposada ese maremágnum de la fama. Presentó “Esperança”, su último disco, producido por Mario Caldato Jr., y rebosó sutileza, melodía e intimidad. Fruto de esa popularidad, el escenario Matriz, el que puede acoger más público del festival, estaba a rebosar. Su directo resultó balsámico.

Puede que al contrario del brasileño Johnny Hooker, icono en su país que se define a si mismo como “una mujer feroz en el cuerpo de un hombre con ojos llorosos”. Su nuevo trabajo “Ørgia” es una película nocturna sobre sexo y soledad y su puesta en escena fue todo un espectáculo. Desde el vestuario de estética fetichista, a su constante coreografía junto a dos bailarines, tiende todo al exceso del que sobresale Johnny como gran diva. Bien resuelto musicalmente por una banda corta, pero muy efectiva, que crea una base de MBP, pop y rock para lucimiento de la estrella. A destacar una versión de “La Isla Bonita” o un tremendo “Amor Marginal” que dedicó al gobierno asesino de Brasil por dejar morir a un anterior novio suyo, por no facilitarle la vacuna del covid. El colectivo LGBTIQ+ estuvo muy presente apoyándole, pero todo el público en general lo disfrutó ampliamente.

Y traslado a Marruecos para ver al gnawa berebere Simo Lagnawi, virtuoso del Cimbri. Su nuevo proyecto, Electric Jalaba, donde se acompaña de músicos británicos. Evidentemente su propuesta está basada en mostrar la riqueza y magnetismo de la música gnawa, aunque no tanto de una forma tradicional, pero sí con la misma intención de inducir al trance. Simo se situó en el centro marcando las bases con su gimbri, a su alrededor cinco músicos añadieron funk, jazz, electrónica, psicodelia y coros repetitivos que acrecentaron la magia de esa música ancestral.

También de Marruecos, y en este caso Francia, N3rdistan. Personalmente fueron la sorpresa agradable del festival. Al frente y confrontando vocalmente, Walid Ben Salid y la rapera Widad Broco (una de las primeras raperas árabes) que también lanzaba bases. Apoyándoles simplemente un músico a los teclados y otro a la cítara (instrumento de cuerda similar al arpa o la lira). Musicalmente conjugan rock, trip hop, electro y beat oriental con poesía de grandes poetas árabes. Reivindicadores de la libertad y la igualdad social, demostraron que no hace falta entender el idioma con que se lanzan los mensajes, se puede conectar simplemente con la actitud y esa disposición a disfrutar para que eso traspase. Con decir que acabaron dándolo todo y con el público en pie (había sillas), bailando. Hasta el músico que tocaba la cítara lo hacía como si fuera una guitarra. Sin duda son el futuro de la música alternativa marroquí.

Si hacía falta relajarse que mejor que los balanceantes ritmos del reggae. Este festival cada año trae a una gran figura de ese género. En esta ocasión estaba programado Anthony B, que lleva más de un cuarto de siglo llevándolo por bandera por todo el mundo, pero por problemas de visado tuvo que ser sustituido por otro representante del reggae actual, también del dancehall y del rastafarismo más auténtico, Turbulence. De nuevo gran lleno en el escenario Matriz para disfrutar de esos ritmos humeantes.

Mucho más eléctrico Bombino y su fiero blues del desierto desde Níger. Presentaba su último disco “Deran” en el que parece haber rebajado las revoluciones de su guitarra e incluso le cuelgan la etiqueta de tuareggae. Sin embargo, volvió a asombrar por la aceleración de sus canciones. Quizás fuera porque aseguraron que llevaba casi dos años sin tocar ante un público sin mascarilla y eso los extra-motivó. Acompañado por bajo, guitarra de apoyo y un batería impresionante, todos enfundados en sus trajes tuaregs, transitaron de la calma nocturna de las arenas del desierto del Teneré, hasta las arrolladoras tormentas que a veces asolan esos impresionantes parajes. Sin duda pocos guitarras pueden tocar con esa velocidad.

Y después de una certeza cumplida, un show futurista. Y nos quedamos cortos al calificarlo así. Batida apresenta: Ikoqwe nace del encuentro entre Coqwe que es Pedro Coquenão, o sea Batida, junto al rapero angoleño Luaty Beirão aka Ikonoklasta, activista contra la corrupción. Son dos personajes ficticios que, provenientes de un tiempo y un espacio distantes, se enfrentan al mundo actual. En directo se les une un atlético “performer” que baila, corre, nada en el suelo y que no para quieto en el escenario. ¡Ah! Los tres con el rostro cubierto como si de momias se trataran. La presentación es simple con una batería en el centro de la escena desde donde crean los ritmos, que a veces también disparan desde una caja (de ritmos, pero que es una caja real) o desde un teclado. Sobre ellos Iko va lanzando mensajes, al estilo del hip hop de la vieja escuela, sobre el apocalipsis, el neocolonialismo, las dictaduras o la emergencia climática, todo a ritmo de dancehall, kuduro o sonidos más experimentales. El problema fue que dejaron demasiados espacios muertos entre las canciones y el público fue desapareciendo. Sin duda un producto sorprendente.

Mucho más asequibles, y dando al público lo que esperaban, fueron el trío colombiano Ghetto Kumbé. Con unos trajes místicos y fluorescentes empezaron su show con un mensaje claro: “Bienvenidos al ritual de tambores”. Su bailable tribal house, fundado en los ritmos afrocaribeños y con las percusiones al frente, atravesaron todas las fronteras y convirtieron el escenario Matriz en una fiesta. Como ellos dicen “le dieron bien duro”.

Sábado 2 de julio de 2022

En la tarde del sábado el escenario de Chafariz, que disfruta de una agradable zona de césped enfrente, fue el espacio ideal para relajarse con Oum Trio Mouthallat, desde Marruecos y Francia. Violonchelo, oud (laúd) árabe y una voz suave con una propuesta que mezcla la música clásica de Europa y la del norte de África.

La delicadeza siguió con la portuguesa Maro que se ha dado a conocer al gran público por su reciente participación en el festival de Eurovisión. Había gran expectación para verla, pero detrás de la fama hay una gran cantante y compositora. Tocando guitarra y cantando en portugués, y también en inglés, se ganó un merecido respeto.

Respeto también para O Gajo, donde el guitarrista João Morais virtuoso de la viola campaniça (instrumento de cuerda portugués) invitó a viajar desde el fado a la música tradicional, pero con un acento muy personal. Acompañado simplemente por contrabajo y batería, y a través de esos temas instrumentales, nos hizo imaginar con “Cidade Fantasma” cómo fue Lisboa con sus calles vacías en tiempo de pandemia o nos sugirió relajarnos de la vida real con “Morfeu”.

Ese ambiente apacible siguió con la cantante, compositora, productora y activista angoleña Aline Frazão. Presentó sobre todo los temas de su reciente disco “Uma Musica Angolana” repleto de jazz, ritmos tradicionales angoleños y afrobrasileños. Sus mensajes hacia la mujer, reivindicando su “libertad de ser, de crear, de existir sin límites y plenamente”, enfundados en esa música cálida y alegre, cerró ese pequeño grupo de músicas delicadas.

Tras ella tomó el escenario el agitador folklórico Rodrigo Cuevas. Presentó su espectáculo Trópico de Covadonga y había curiosidad por ver si esos monólogos que hace explicando cada uno de los “temazos” (como él mismo los define) que canta, iban a ser entendidos, pero es que desde su aparición, recitando y cantando entre la gente, hasta el final, se ganó el aplauso y la admiración del público. Con el único apoyo de Mapi Quintana a los coros, panderos, vocoder y Juanjo Díaz a las percusiones, desgranó ese “Manual de cortejo” que grabó con la producción del ubicuo Raül Refree. Dio igual que “Muerte en Motilleja”, “Ronda de Robledo de Sanabria”, “El día que nací yo”, “Xiringüelo” o la cruda “Rambalín”, sonaran con mínima instrumentación o incluso a capela, el desparpajo y la gracia que tiene Cuevas superó cualquier problema idiomático. Lastima que alargara tanto los intermedios porque tuvo que acabar sin la clásica “Rumba de a Estierna” que aún hubiera dejado el listón más alto.

Al ver entero el show de Cuevas nos hizo perdernos la actuación de Víctor Zamora & Sexteto Cuba, donde ese gran pianista, radicado en Portugal hace años, rinde tributo a la música tradicional de su país.

Si que pudimos ver algo de la brasileña Tainá, que vino a sustituir a la alemana-nigeriana Ayo también por problemas de covid. Lo cierto es que musicalmente siguió esa estela de música delicada, en este caso con aromas de bossa nova y pop suave, que comentábamos antes. Ella a la guitarra, apoyada por otro músico a los teclados, guitarra y bases grabadas, fueron el reposo necesario para lo que quedaba de noche.

Porque el torbellino llegó con los chilenos Chico Trujillo, con el emblemático “El Macha” al frente. Tremenda y numerosa banda súper engrasada capaz de animar cualquier fiesta. Ellos son los representantes de esa contagiosa cumbia “chilombiana” ideal para no parar de bailar. Además lo consiguen porque empalmaron tema tras tema casi sin descanso. “Conductor”, “Pobre Caminante”, “Medallita”, Pájaro Zinzontle” o esa arrolladora versión de “Tus besos son”, volvieron literalmente loco al público. Si el éxito se mide en lo que hicieron bailar, fueron uno de los triunfadores.

Los que también hicieron bailar a su público, fueron los caboverdianos Scúru Fitchádu. Pero con un cambio de registro total, esta fue auténtica música de guerrilla. Afrofuturismo también, pero de estética punk y militancia hip hop. Aunque usan el funaná, esa música bailable procedente de su país, lo unen a bases electrónicas y lo llevan al extremo más “noise” y agresivo. Lo suyo es punk consciente que tiene su referente en Amílcar Cabral, figura capital en la lucha por la independencia del pueblo africano. Como explicó, sus letras hablan de manera directa sobre el país que colonizó, humilló, secuestró, violó y asesinó a sus antepasados. Música anticolonial.

Casi cerrando el festival, la cantante y excepcional bajista Manou Gallo desde Costa de Marfil. Sus canciones nos recordaron a otro gran bajista, el camerunés Richard Bona y su fusión étnica de acentos africanos. También escuchamos ecos de Weather Report, pioneros del jazz-rock, donde militó el gran Jaco Pastorius, sin duda un referente para Manou. El título de su último disco hasta la fecha es “Afro Groove Queen” y define perfectamente lo que hizo en directo esta laureada artista que formó parte de las legendarias Zap Mama.

Sylva Drums se encargó de cerrar la última noche del festival, con una sesión de amplio espectro musical, para que nadie se fuera descansado a casa.

Con él terminó este completo viaje musical que nos regaló el Festival MED este año. ¡Volveremos!

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