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Reuben Weedianaut — 21-04-2022
Fecha — 13 abril, 2022
Sala — Dabadaba, Donostia
Fotografía — Reuben Weedianaut

Partamos de la base de que Urano Players, a pesar de contar con un solo disco colectivo (“Voyager Rock's”, 2009 Autoeditado), son Leyenda del hip-hop estatal. En su momento, supusieron una necesaria calada de aire fresco para el género en un panorama que BOA ya había dejado tan árido como la superficie de Marte. “Está de moda, pronto sonará hasta en las bodas“, cantaban Tote & Shotta, pero la escena había dejado de tener toda relevancia ante el empuje de artistas y sonidos latinos, y la calle comenzaba a descubrir el trap y el Auto-Tune. Aterrizando en ese contexto, si han alcanzado ese estatus de culto que prevalece a día de hoy, es principalmente por las posteriores carreras en solitario de sus miembros. Tanto Zar1 a los beats, como Edu Omega y Miguel Grimaldo al micrófono (este último también produce todo su material), han demostrado el talento que atesoran (“TRIP ASS” fue Disco Nacional del 2019 para esta casa, por ejemplo), pero la figura de Erik Urano se ha posicionado en cabeza en cuanto a repercusión; bien sea por hacer de Valladolid un South London castellano en tiempos de Neo-Tokyo, o por contar con el apoyo de un sello en auge como es Sonido Muchacho, que cuenta con un roster que es la flor y nata del indie (de independiente) en el Estado.

La salida de su primera referencia en largo con los de Madrid, “NeoValladolor” (2020, Sonido Muchacho), coincidió con una situación global que bien podría salir de las letras de sus surcos; y tras el guetofuturista “Balaclava” (2018, Flat Bits) y su primera colaboración con Merca Bae en el rojo Akira de “Vantablack / Molecular” (2019, Sonido Muchacho), consolidaba una identidad (Flat Erik > DON DATA) que se ve refrendada conjuntamente con el salmantino en “QUBITS” (2022, Sonido Muchacho). Para presentarlo en EH, Dabadaba era la ubicación elegida (o fueron el dúo los escogidos, ya que se incluían como “Capricho DBDB” en su programación), y qué mejor cuenta atrás para su despegue, que el último cadete elegido para la gloria en la carrera urban euskaldun.

HOFE se daba a conocer (junto a sus inseparables 4:40) al gran público en una colabo en “Barkhatu”, una de las canciones más polémicas de la Chill Mafia (¿no lo están siendo todas?) de entre la flota de singles que han levantado vuelo tras ser reclutadas por Oso Polita. En su estrofa (“les tumbo como el Pamplonica (...) Ruper Ordorika”) ya se podía intuir la personalidad y talento que ha estampado en su primer aleteo discográfico. “Amodioa” (2022, Oso Polita) es un EP incontestable, con una producción finísima cuidada hasta el último detalle, y carisma como para extender cheques en blanco (y rojo); y esta fecha servía como una graduación a la que ni siquiera su familia (tío y primo, en este caso) quiso faltar.

Arrancaban motores con Hattori Hanzo ejerciendo de DJ para dejar claro que son unos chavales, pero que vienen con la lección (la vieja y la nueva) bien aprendida. Brevísima sesión en la que suena “Life Goes On” de 2pac (“thug 'till I die”) y termina con la hermosa bachata “Donde Están Esos Amigos” de El Chaval (toda una declaración de intenciones), para dar paso a Rem Zelak (sus amistades se hacen presentes al grito de “¡Marcos, guapo, desnúdate!”) remachando versos de uno de esos temas que monta a cuatro (cuarenta) manos junto a su copiloto de confianza, sirviendo de rampa de lanzamiento a su capitán como se hacía cuando los master of ceremonies se limitaban a discursos de introducción entre turntablist y turntablist. Los subgraves bajo las tablas ponen a prueba la resistencia de nuestras rótulas antes de la danza, y para cuando Igotz toma los mandos, el medio centenar de personas que se arremolinaba tímidamente (“me las sé casi todas”, confesaba con rubor alguien en primera fila) ya son el doble, y llegarían a triplicarse siendo víspera de Jueves Santo. Si antes paseaba de chill con una sudadera de Fanso por el recinto, sube al escenario con una de sus ya características prendas de punto (una especie de chaleco invertido, sólo mangas y cuello de color rojo) elaborada por una amiga, el primer signo palpable del caracter que imprime a todo lo que hace el de Iruña (que no Pamplona). “SANTA AGEDA” deja claro que lo suyo se cimienta sobre el costumbrismo y todo lo que ello conlleva. “Nos conocemos tos los de la zona, y lo que hacemos, lo hacemos de cora”, y esa pasión se siente en cada verso de un solista que siempre está acompañado. “Soy por mi gente, mi gente es por mí”. El amor es mentira y el odio virtual, pero el cariño se hace físico (público y subs) y todo el mundo empieza a gozarla mientras el MC enarbola el micrófono a modo de makila, cantando y arengando a la tropa. “¡Más lío! ¡Poca hostia veo!”. Suena “NO LO SÉ” y todas allí conocemos la letra. “No lo sé. Ni bien, ni mal”. Ir tirando como forma de vida y emotrap como anison que la acompaña desde el opening, como los anime que se proyectan a sus espaldas. Llorar está bien (seguro que alguna lágrima cayó aquella noche), a pesar de que nos educaron en el no durante décadas, como también nos enseñaron que escuchar (de forma no irónica) a Joy Division y Triana estaba mal. A la chavalada no podrían importarle menos esas tonterías, porque bailan la (neo)bakala “SI NO TE LO KIERO DECIR” como si hubieran vivido los 90 en vez de nacer en ellos, como unos VVV de otra capital, la del Reyno de Navarra. Porque hubieran preferido crecer en los 80 que narraba el Reno Renardo, que morir de aburrimiento en los 2020s. Suenan a OBK en la “EL7VEN” que grabó junto a Joven Bala y nos invitan a las barracas como Camela con “4 ME”, seguidas por el temazo que es “MZMZ (TEK)”, con una base salida del parking de la Txitxarro y deconstruyendo prejuicios de otras épocas, ya sean musicales (“si quiero reírme escucho Manzanita, si quiero llorar escucho Manzanita”), o tabúes que se tambalean en letras en las que la sexualidad (“es como nata, la quiero montar”) se muestra con la normalidad que se le debería suponer a estas alturas. No puedo evitar ver paralelismos con Amistades Peligrosas o La Unión, mientras HOFE pide más y más hasta el final y alaba a Urano como el referente que es, dando gracias a la audiencia porque da gusto verla bailarse hasta el agua. Demuestra la calle que tiene en “2 ESKU 2 LABAN”, acordándose de un Kiliki Frexko ausente y pidiendo ayuda para unas barras que hace media hora larga se recitan de carrerilla en cada esquina. “Soy como Josu, ya me amaréis cuando me muera”, el reflejo de Eskorbuto y aquellos cerebros destruidos. Un baile de rimas con nombres propios que suponen su característica más propia como letrista. Se mira en el espejo y es Eduardo Benavente, autosuficiente pero siempre con el backup de la cuadrilla (¿crewdrilla?), compartiendo idénticas referencias vitales, encriptadas para aquellas personas nacidas allende Euskal Herria: (Aupa!) Patricio Etxebeste, feliz como Iñaki Ortiz (“dantza gaitezen hil arte”), las pelotas de Mariezkurrena, el carné Betizu como lienzo para potxas… Badakizu. Se erige como “JOVEN LEHENDAKARI” para terminar con la pista entregada a sus fueros, y pone de relieve que está “haciendo ruido como un jurru en una mani” en la escena por méritos propios, a la altura de cualquier trapero que se antoje, vestido de punk, rock radikal vasco y mercadillo gitano de los domingos de gaupasa; poseedor, además de arte o duende, de algo tan intransferible como lo que exuda Bejo desde el calor de sus Islas Afortunadas: PERSONALIDAD.

Con el apropiado track de Sagan UMMO y Space Surimi (“de Donosti le traen el speed que te deja cuatro noches sin dormir”) haciendo fading, cambiamos de nave y de droga. De la anfeta a Merca Bae. De San Sebastián a Salamanca. Directo a nuestro córtex. Un telón de píxeles rompe la oscuridad, dibujando formas que parecen salidas del sketchbook de una hipotética versión de la trilogía de las Wachowski dirigida por Otomo. Tecnología orgánica. Hi-Tech sobre la mesa (tres CDJs y un PC como mandos) para parchearse su skin Merca Burial de suburbio londinense. Subgraves como trompetas del averno que anuncian al one-man-black-block. Login. Erik Urano aparece como Neo bajo su capucha y tras sus gafas de sol. De riguroso negro, porque siempre hay motivos para estar de luto, ataviado con el chubasquero de [Trippin'you] que desglosa las acepciones de violencia. “Amar por siempre y odiar frontal”. Rojo y negro. Unos y ceros. Empieza el footwork y arenga al graderío, el micro una bufanda cockney. “¡Eh, eh, eh!”. Marca la pauta a seguir y cae el primer drop. “¡Suéltalo!”. Se despoja del plástico que lo envuelve y revela el Káiser que lleva debajo, camiseta Adidas de manga larga Beckenbauer style, con el escudo en el pecho del único equipo que cuenta con su support: el Valladolor FC. “Low” nos lleva a perrear tan bajo como se haría en la taberna de Mos Eisley. Drill hasta el subsuelo. Humo, sangre y sudor para empezar a gastar nuestra saliva como organismos digitales. Bailar nos distingue de los replicantes. “Robots en la pista, ¡fuego, fuego!”. El dancefloor no distingue de géneros y “Molecular” pone el dancehall y el primer punto de mira en Kingston bajo el prisma distópico del gang de Kaneda. Beat desnudo y “Pull Up Selector!”. Subimos al cielo para ver en “Cénit”, como Jesús de la Rosa abriendo la puerta, desde fuera y por encima, para comenzar la noche. Nos ponemos el “Balaclava” para caminar de camuflaje por bloques grises, grime y chándales de ébano. Sonidos narrados en un idioma que provoca sinestesia. Jungle desde la jungla de asfalto de Pucela confunde a falsos bots mientras Merca hackea géneros con sus platos, chopeando el código fuente de sus bases para jugar con las distintas dinámicas, un (sound)system back-up live que añade una nueva dimensión a lo expuesto en su LP. Porque como el dúo, el cúbit es un sistema con dos estados propios que puede ser manipulado arbitrariamente. Datos, al fin y al cabo. Datos con la que dar forma a voluntad a la información que contienen las letras de DON DATA. Ciencia y espacio. Carl Sagan y Thomas Anderson. Erik agradece poder soltar su homilía en un lugar de culto como el Daba, para lanzarse/nos al vacío justo después con el insuperable póker salido de la baraja de su último trabajo. “Zero” nos quita las ganas de volver a la almohada con dub narcótico. “I+D” es un hitazo que apunta con una pistola (“skeng!”) para obligarnos al movimiento perpetuo, como partículas en un átomo. “Aire en los pies (...) Supe escapar, pero nunca volver”. Vuelta a sudar con “Qubits” y drum'n'bass opiáceo, nueva dosis de esa droga atómica que nos atrapa con pull-ups en la espiral de “Looper”. “Nuevos haikus, droga dura”. Última parada en la estación espacial para tomar oxígeno y agradecer al personal. Estado mental Vostok 1. Pide más Jamaica (como si eso fuera posible) desde el mic a su socio en el turntable, que lo hace girar hasta un 2050 donde “Quimera” sigue estando adelantado a su tiempo y Flat Erik permanece en estado cuántico, rap y electrónica al mismo tempo. Big data que asimilamos con hi-hats acelerados, como las dos pastillas de Morfeo. Volvemos a “Matrix” para no dormir y pervertir reggaeton como un troyano del ritmo. Acción reacción. “Choca” nos pone a colisionar como hadrones. “Bakalas y punkis en mi hábitat”. Dos estados permanentes. “Esta es la España de la que venimos, la de los porros y los autos de choque”. Llamada a gastar el último cartucho y nos calzamos la canana para bajar al metro abandonado. Estación: Hyperdub. Samples vocales como el primer James Blake y violines de alquitrán y Xanax. SpaceApes y Másgraves Superproducciones (DEP Jotamayúscula). “Back Up”. “Log Out”. “Iter R”. Trinity para dar por terminada la iteración y dejar claro que, con “QUBITS”, no es que se hayan pasado el juego, es que ellos son el malo final.

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