Como volver a casa
Conciertos / Ebroclub

Como volver a casa

7 / 10
Santiago V.M. — 04-05-2022
Empresa — Asociación Amigos de Rafael Izquierdo
Fecha — 29 abril, 2022
Sala — La Fábrica de Tornillos
Fotografía — Alberto Fernández

Tras varios intentos fallidos provocados por la penosa situación que llevamos padeciendo estos últimos tiempos, al fin pudimos celebrar el décimo aniversario del Ebroclub de Miranda de Ebro. Y es que, visto lo visto durante estos dos días, la pandemia ha quedado ya casi superada, dicho con toda la precaución. El caso es que pudimos volver a vernos las caras, tocarnos, abrazarnos, y volver a celebrar juntos esa liturgia maravillosa que es la música en directo. El festival sigue fiel a sus principios, comodidad y cercanía en la propuesta y ese espíritu de llevar la música a la ciudad y a su vez, dar las mejores cosas de la ciudad a los visitantes. Porque aunque lo gordo esté en La Fábrica de Tornillos, de manera itinerante también se celebran actuaciones, sesiones de pinchadiscos o rutas moteras en el casco urbano. Y esto es lo que hace que el latido del Ebroclub pueda estar sonando a todas horas en diferentes rincones de Miranda. Curiosamente y a pesar de ello, no son pocos los nativos que no tienen no tenían ni idea de que se celebrara esto. “¿Qué hay un festival? ¿Y qué música es”?. Desde luego que es el pariente pobre del Ebrovisión en cuanto a repercusión mediática. Luego ya entre los parroquianos habituales, pues más o menos las caras de siempre, yo diría que un 80% de Mods militantes y el resto satélites a los que nos gusta esa música cojonuda de los 60/70 y demás. En ese sentido, no entiendo que no vaya más gente, aunque sean aficionados a la música rock en general. No sé si es que tienen la sensación de que “se han comido la llave” como decíamos en el cole cuando los equipos de fútbol no admitían ningún jugador más. O simplemente es que estas músicas las apreciamos siempre los mismos nostálgicos. El caso es que, y aunque solo sea por cómo nos trata siempre la gente de la Asociación Amigos Rafael Izquierdo, tengo que decir que cada vez que volvemos, nos sentimos como en casa. Y siempre fue así, desde el primer año. Los que vamos habitualmente lo sabemos, yo creo que mucha gente disfrutaría de lo lindo aquí porque esto tiene el encanto de las cosas pequeñas.

El viernes 29 de abril abrían fuego Los Modernos. Inevitable acordarse de Los Flechazos o Cooper al escucharlos pero teniendo a miembros que han militado en estos grupos, la raro sería no hacerlo. Ellos tampoco lo esconden. Héctor Escobar, Maxi Booguie y Conrado Martín, esta vez en formación cuarteto, acompañados por un segundo guitarra. Ofrecieron una gran entrada de festival, un grupo supervitaminado y mineralizado, con un batería al más puro estilo Keith Moon, dócil de presencia pero realmente vigoroso a la hora de aporrear su instrumento. Pop sencillo y al grano, sin alardes (rara vez suena un punteo), canciones como “Bienvenido al club”, “Fuego a discreción” o “Bipolar” dan buen rollo y actúan de palanca perfecta para abrir boca y así dejar ya al siguiente grupo con el público en un perfecto estado de ánimo para lo que quede por delante. Canciones con ecos Nachapopescos y sonidos similares. Píldoras pop de fácil absorción y digestión. También revisionan el “Cuéntame” de Formula V que es muy evocador y viaja en el tiempo de manera perfecta. Por poner alguna pega, puede que el sonido acabe siendo un poco plano. Los dobles y triples saltos mortales solo se ven en los redobles de batería, el resto es más bien “pisar sobre seguro” y no salirse de un guión que no anticipa demasiadas sorpresas. Héctor tuvo un recuerdo emotivo para la figura de Rafael Izquierdo y también citó a los Secret Affair como uno de sus grupos favoritos…

Secret Affair contaban con el viento a favor. Como ya he dicho, la perfecta labor de sparring que hicieron Los Modernos y una más que nutrida presencia de público (claramente más que otros viernes de anteriores ediciones). Eso y lo más importante, un repertorio de canciones que debería ser poco menos que imbatibles. “Glory Boys”, “My Word”, “Sound of confusion”, “Time for action”, “Let you heart dance”, “New dance” o la versión de The Miracles “Going to a Go-Go”, etc…  Pero en este concierto y de manera bastante inesperada para mí, no tengo un recuerdo parecido y nunca pensé tenerlo (es lo que tiene cuando te acostumbran a lo bueno), el sonido fue malo. Me jode decirlo pero no siempre va a salir cara, y La Fábrica de Tornillos parecía que jugaba con una moneda de doble cara. En cierta manera y a modo de coña, es un alivio saber que el resto de conciertos que he visto no eran playback porque es imposible sonar mejor que ese sitio y cosas así les hace más humanos. Es como cuando Messi falla una ocasión cantada aunque ahora mismo no es el mejor ejemplo. Evidentemente no sé de quién fue el problema, habiendo pruebas de sonido y demás, pero siempre he pensado que es un tema complejo este en el que intervienen muchos factores y dependes de muchas personas, los músicos y los técnicos, además del lugar. Y no solo eso, depende de la percepción personal del público y de dónde estés situado. Por eso me parecía tan complicado que la gente de la organización tuvieran el milagro de “el sonido perfecto” guardado bajo siete llaves. Pero como toda regla tiene que tener su excepción, Secret Affair fueron su excepción. Yo lo escuchaba todo muy embarullado, una especie de amalgama, instrumentos no bien definidos y una guitarra que estaba más baja que el resto. El lugar de sonar, parecía que hacía mímica. Y eso que Dave Cairns lo dio todo y se dejó el alma por salvar la actuación. Parecía que tocara en otro grupo con ese estilo a lo Wilko Johnson. (Menudos espasmos). En cualquier caso, en la parte final de la actuación mejoraron los problemas y pude disfrutar como un enano de la sinuosa “I’m not free (But I’m cheap)” con ese saxo que me lleva inevitablemente al “Can’t you hear me knocking” de los Stones y me hizo recuperar esas sensaciones que había perdido durante los últimos años. Por su parte, Ian Page parecía algo disperso, paseando como melancólico de lado a lado del escenario, sentándose en varios momentos a contemplar a la banda, no sé muy bien si como si espectador de lujo o a modo de profesor examinando a su alumnado. De vez en cuando apoyaba al teclista con un segundo teclado pero todo de una manera no demasiado animosa. Por cierto, el encargado del órgano sí que consiguió sacar lustre a su instrumento. Me gustó mucho su participación.

El australiano afincado en Las Palmas Joel Sarakula salió al escenario con una evidente rebaja de público por motivos que a día de hoy desconozco. No es que él y su banda los echara, es que ya no volvieron después del intermedio entre conciertos. No sé si vino mucha gente de fuera que tenía que volver a su casa la misma noche pero a mí me da la sensación que los que estamos ahí hacemos el fin de semana en Miranda. Por lo menos son los mismos con los que te cruzas en todo ese entramado de bares, pinchadas y demás eventos que tejen en la ciudad. Y en el repasito previo que le he pegado estos días a la discografía de Joel, el tipo me había parecido un superclase que toca y canta con mucho gusto. No tenía duda que sería una gran actuación pero el espacio quedó algo desángelado. Claro, esto no es soul guarro y sudoroso de romperte los pies a bailar, esto es muy aséptico, azucarado, suave y sensual. A mí me gusta lo uno y lo otro, encima esto tiene una vena pop muy rica. Por poner un ejemplo gráfico, encima del escenario no había ni un solo instrumento de viento, aquí se saca todo con el teclado. Bien acompañado por el bajista de Los Retrovisores y su curioso bajo “Mondial”, un guitarra y un batería pero sin aderezo de sección de metal como llevan otros grupos. El caso es que canciones como “Understanding”, “Don’t give up on me” o “Coldharbour Man” son algo muy serio (y tiene unas cuantas realmente cojonudas). Había que deslizar las suelas por la pista y así lo hicimos. La sombra de gente como Steve Wonder planeaba en el aire aunque no era difícil imaginarse a Jamiroquai en alguna también. La bola de espejos que corona el techo de La Fábrica no podía tener más sentido que en ese concierto. El final de la actuación quedó un poco empañado por un petardeo de origen desconocido que crepitaba de manera intermitente y fue difícil de atrapar… Al final era una puta alargadera. Todavía nos quedó algo de fuelle para aguantar un poco las sesiones de Allnighters en la Sala Orosco y poco tiempo para descansar.

El sábado 30 de abril de abril costó un poco levantarse pero como he dicho, la ciudad ofrece varios atractivos que no se pueden dejar escapar. Ruta de pinchos en diferentes localizaciones y música en directo y enlatada para que no pare la fiesta. Visitamos el Vintage, comimos un croquetón y disfrutamos de las primeras cervezas escuchando a Los Bravos, The Romantics, The Clash, Los Brincos y una buena ristra de temazos… Eso es llevar la música a la calle y a la ciudad. Total, que nos dieron las 15:30 tan ricamente, Los Blues Morning Singers tocaban a las 14 h en La Musa y fueron los primeros damnificados pero es que aquí ya la oferta se multiplica a las mismas horas. Tuvimos suerte de pillar hueco en La Roca y allí, como siempre que vamos, comimos de bigotes. Mollejitas, albóndigas, callos, bombones de foie, etc… Miranda también nos conquista por el estómago. Luego fuimos a La Tertulia, visita obligada cada año… Yo vuelvo siempre donde me tratan bien, y aquí es imposible no repetir. Blanca me da la vida y después de tres años, echaba de menos esos ratitos en su bar. (Blanca no es artista pero tiene mucho arte). Allí las horas pasan sin darse cuenta, puedes acodarte en la barra o aprovechar su estupenda terraza pero tienes la tarde hecha. Como quiera que acabábamos de ver hacía dos semanas a The Laser Society en Santander, cualquiera movía el culo otra vez de allí. Tengo que decir que en Santander dieron un concierto muy bueno y no dudo que allí hicieran lo mismo, aunque siendo en la calle ya se dan otros condicionantes. Bueno, en fin… todavía no tengo el don de la omnipresencia.

Ya en La Fábrica, desde Murcia, Los Malinches vinieron para poner aquello patas arriba. Típico grupo farfisero pero algo más armado y con más aristas que otras bandas al uso. Más percusiones, efectos, etc. Garaje y psicodelia exótica y amazónica, caleidoscópica, música llena de colores (como sus atuendos) y rutas para perderse entre sonidos y sensaciones. Compuestos sobre el escenario en forma de V donde en los extremos, a pie de foso, se situaban teclista y guitarra, justo por detrás, bajista y percusionista (congas y demás) y en la punta del vértice, batería y voz. (Esto sí que tiene que ser difícil). Parecía que estuviésemos delante de unos hechiceros andinos. Esta tribu nos dio a beber de un brebaje sónico que nos levantó el espíritu y nos hizo más fuertes. Allí quedamos todos hipnotizados y rendidos a la banda. Y tuve esta sensación ya desde que tocaron “Biónicos”, el riff de “Kamasutra” entró trepanándome el cerebro, luego me quedé enganchado con ese ritmo, esa especie de cencerro electrónico me deja cabeceando como un autómata. Hoy si suena todo su sitio, muy coral, muy equilibrado pero a su vez se distingue perfectamente cada instrumento. Y después de este abuso la gente pidió el bis de manera unánime, sabiendo que en los festivales es muy raro que se concedan. Pero el brebaje no te permite razonar, te vuelve primitivo y asilvestrado, y los gritos no pararon hasta que lo concedieron. Eso sí, debió ser el bis más corto de la historia porque tocaron una canción de unos dos/tres minutos y ya. Por lo menos tuvieron el gesto e imagino que no dependía tanto de ellos como de el regidor. Para un servidor, el mejor concierto de esta edición.

Brighton 64 se incorporaron a última hora al cartel, ya estuvieron en la primera edición celebrando su treinta aniversario y ahora que tocaba el décimo Ebroclub, vinieron a celebrar sus cuarenta años como banda. Aprecio algún cambio en la banda como la ausencia de Tino Peralbo a la batería que ahora ocupa Eric Herrera, y si la memoria no me falla, en el primer festival vinieron como cuarteto con Ricky Gil tocando el bajo, labor de la que ahora se hace cargo David Abadía. Los hermanos Ricky y Albert se ocupan de las guitarras y Jordi Fontich sigue con teclados y pandereta, aunque este año estuvo bastante menos panderetero. La sensación es que van como con una revolución menos, son menos bullangueros pero su música tiene otros reflejos, algo más de poso. Es evidente que están diez años más viejos pero nosotros también. Creo que todos dejamos hace tiempo nuestra alegre juventud. Yo disfruté también de estos Brighton. Por ejemplo, “Igual nos da igual” les quedó bien bonita, y no lo digo desde la nostalgia porque yo no he sido fanático de esta banda. Pero fue así, me dio muy buen rollo y creo que fue un momento de esos en los que parece que se genera algo más, que no se puede ver pero que se palpa en el ambiente. Realmente me agarraron la “patata” en esta canción. David contó que igual que el Ebro pasa por una gran parte de España, en el festival estábamos hermanados también mucha gente de comunidades bañadas por él… Y tiene más razón que un santo porque el Ebroclub es un festival realmente familiar. Los catalanes alternaron grandes clásicos como “El mejor cocktail” para poder berrear a gusto eso de “Otis, Yackie Wilson y Sam Cooke y Sam Cooooooke…” con ultimísimas composiciones como “Metadona” (versión de los Pistones) o “Al final de huracán”, para cerrar con la esperada “La casa de la bomba”. Todo un clásico del revival mod nacional que no podía faltar en un evento así.

Los Retrovisores vinieron desde Barcelona para dar el mejor broche final a esta fiesta continua de dos días. Los de BCore parecían un equipo de fútbol, una gran cooperativa musical, no se cuánta gente había en el escenario pero menos de once seguro que no. Cantidad y calidad… guitarras, bajo, batería, teclados, coros, panderetas, vientos, voz y la madre que lo parió. Me acordé de cuando tocaron los Polyphonic Spree en el FIB. “Mentiras”, “Tus ganas de huir”, “Me olvidé de ti”… Puritito sonido sixtie nacional, ibérico como dicen ellos. Muy Yeyé. La máquina del tiempo funcionando a todo trapo. Cantaron “Yo solo pienso en bailar” y la gente no dejó de bailar, los que sabían y los que no, porque esas canciones lo que piden son unos “bailables”. Y a esas horas en las que los cuerpos ya están cansados y machacados, la gente lejos de estar en modo “zombie”, andaba totalmente desmelenada. Lo dicho, un gran guateque. Mucho mérito ponernos a esa hora con ese nivel de activación.

¡Larga vida al Ebroclub, y a por otros diez años!

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