Mereció la pena esperar
Conciertos / Blonde Redhead

Mereció la pena esperar

8 / 10
Luis J. Menéndez — 02-03-2017
Empresa — Miles Away
Fecha — 26 febrero, 2017
Sala — Teatro Eslava, Madrid
Fotografía — Alfredo Arias

Allá por el cambio de milenio Blonde Redhead se encontraban en una situación compleja. Kazu Makino había sufrido un grave accidente ecuestre por el que permaneció una larguísima temporada en cama. Además, el grupo afrontaba una nueva etapa con cambio de sello incluida y la incertidumbre que eso conlleva. Aquellas dificultades se tradujeron en el que todavía hoy es su mejor disco, Misery Is A Butterfly (2004), que precisamente recuperaron hace unos meses para una serie de conciertos junto a una sección de cuerdas. Hay un algo de paralelismo entre aquellos momentos y los actuales, con la banda viviendo una total indefinición contractual (tras rescindir el contrato con 4AD pasaron por Kobalt y ahora se autoeditan el EP 3 O’Clock) y Kazu dándole un drástico giro a su vida al abandonar New York para instalarse en Italia. ¿Cabe esperar pues que algo importante surja de toda esa confusión? Sus cuatro nuevas canciones desde luego mejoran el decepcionante Barragan (2014))...

En su primer concierto en Madrid en más de veinte años de historia como grupo Blonde Redhead se presentaron reducidos a la esencia. Aunque la excusa para este tour es la publicación del 3 O’Clock EP -tres de sus cuatro canciones sonaron en Joy Eslava- no hubo rastro sobre las tablas de los desarrollos orquestales que en el disco firma Eyvind Kang. Así las cosas, el concierto se convirtió en una suerte de greatests hits de la etapa 4AD y que llegaría hasta hoy. Sólo un tema de su etapa en Touch & Go -un Bipolar que junto a Falling Man sirvió de espectacular arranque del bolo-, curiosamente ninguna canción de Penny Sparkle (2010) y el ya citado Misery Is A Butterfly como esqueleto de un concierto en el que el trío jugó con las dinámicas pasando de la emotividad de Elephant Woman o Doll Is Mind a una recta final dominada por la intensidad y las texturas, con una Kazu Makino en plan estelar.

Su nivel de autoexigencia es tal que cuando la improvisación en el último tema de los bises, Equus no salió del todo como estaba previsto Makino no dudó en encararse con Amedeo. Al día siguiente, cuando tuve oportunidad de entrevistarles, el grupo todavía ponía reproches al concierto de la noche anterior. A la salida, sin embargo, en el runrún de la puerta, la unanimidad era absoluta: han sido veintitantos años de espera, pero ha merecido la pena.

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