Nunca digas que lo has visto todo. Por muchos años (décadas) y muchos (miles) de conciertos a tus espaldas. Al menos hasta ver en directo a los neoyorquinos A Place To Bury Strangers, un trío kamikaze y ruidista formado en la primera década de este siglo bajo el designio de Oliver Ackermann, que además de tocar (y destrozar) guitarras, es acreditado creador de pedales de efectos.
Salieron en plan apisonadora, con el propio Oliver zarandeando por los aires su instrumento hasta hacerlo chocar contra el suelo repetidas veces sin dejar de tocar, para luego seguir con otra guitarra de medio cuerpo (a saber dónde yacía la otra mitad), pero que sonaba como dos, y como dios! Esta fase duraría alrededor de 25 minutos de una intensidad apaballunte y que pasó en un santiamén. Es entonces cuando desaparecen de escena, para confundirse entre el público, cerca de la mesa de sonido, y continuar con su aquelarre sónico, aún más espacial, desquiciado, y experimental si cabe.
Devueltos a las tablas, proseguía su mezcla sórdida de noise saturado, shoegaze psicotrópico y otros ruidos del averno y una distorsión perturbadora llevada al límite. Estábamos ya en la una y media del domingo cuando llegó el apagón, quizá provocado por el juego de Ackermann mientras perdutía un artilugio de luz contra las cuerdas de su menguada guitarra. Y digo quizá, porque ya no sabe uno de donde vienen últimamente los apagones.
Fuese o no previsto y/o provocado, tras unos minutos de desconcierto, terminaron su set con la chica de la batería, Lia Simon Braswell (presente en el grupo desde 2018), situada con tan sólo los timbales en la parte delantera y central del escenario, en medio de los otros dos músicos. En total hora y cuarto de trance deslumbrante para terminar la noche.
Con este tremendo colocón, perdón colofón, todo lo anterior de esta decimoséptima edición de Andoaingo Rock Jaialdia, celebrado una vez más en Nafarroa Plaza de la localidad guipuzcoana, pasa a un segundo plano, pero merece contarse.
Al menos en su parte internacional, porque cuando llegamos ya habían comparecido los bilbaínos EZEZEZ (nos los reservamos para el útlimo día del ARF y sobre todo para la presentación el 19 de setiembre en Kafe Antzokia de su excelente tercer álbum), así como los madrileños Amor Líquido.
Era turno para el cuarteto londinense Holiday Ghosts, una prometedora banda que gana en su versión más acelerada, abordada en la parte final del concierto. Competentes y entretenidos, tampoco es que aporten algo especial a esa tradición de pop de guitarras, jangle pop y por ahí, con referencias que pueden ir y venir de Violent Femmes a los Feelies o The Primitives, pero aún lejos en su resultado.
Fue agradable conocerles y disfrutar de sus ritmos vivaces y jugetones, y de los juegos vocales que compartían a veces la batería Katja Rackin y el guitarrista Sam Stacpoole, quienes fueron los que empezaron con el proyecto a finales de la pasada década.
Lo que vino después fue de un contraste tajante. El trío de Oporto The Black Wizards, formado por dos chicas a la guitarra y batería, más un bajista, nos trasladó sin previo aviso a los primeros 70 y los recuerdos del pelo largo. Ritmos pesados (y pasados) de hard rock fumeta excesivamente deudor de Black Sabbath y continuadores, con momentos dispersos de fuzz psicodélico y ciertos ticks de rock progresivo, además de pizcas de exhibicionismo guitarrero. Todo correcto, pero sobado y trasnochado hasta la ojeriza. Lo siento, mi rollo no es ese rock tan superado.
Y siguiendo con los contrastes, algo que se percibía claramente en las permutas de las primeras filas de un público que practicamente llenaba la plaza, llegaron desde Los Angeles Dummy (a los que entrevistamos días atrás en esta misma revista). No dudamos que sean californianos, pero lo disimulan bien. Sus formas, maneras y sonoridades coinciden mucho más con las británicas y/o europeas. Venían también de presentarse en el Primavera Sound barcelonés.
Conducidos por las guitarras de Nathan O'Dell y Joe Trainor, más los teclados de la cantante Emma Maatman, compactan momentos guitarreros shoegaze con ritmos motorik, un agudo gusto por el ensimismamiento experimental de matiz electrónico y un duelo enriquecedor entre distorsión y sonidos gentiles. Puede ser una banda a seguir.
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