Sueñecito californiano
Conciertos / Allah-Las

Sueñecito californiano

7 / 10
Jon Pagola — 24-06-2023
Fecha — 23 junio, 2023
Sala — Dabadaba, Donostia
Fotografía — Jokin Fernández

“No hace falta decir mucho. Uno de los mejores grupos de su generación, exponentes de una forma de entender el mundo y la música: todo lo mejor de los 60, el surf, la Costa Oeste, el folk rock... ¡Referentes!”. Este párrafo lo podría haber escrito un fan cualquiera de los Allah-Las, pero es la entusiasta carta de presentación del grupo californiano desde la sala Dabadaba. La irrupción de su disco homónimo de 2012 (el de la portada de la caracola en el oído) fue la mecha que encendió la aparición de una serie de bandas que, bebiendo de la fuente del garaje y la psicodelia de los años 60, lograron conectar con el siglo XXI sin sonar impostados. Eran antiguos pero modernos.

El garaje-rock y sus derivados se volvieron hípster hace más de una década. Y los Allah-Las tuvieron mucha culpa de un renacimiento musical que golpeó la escena underground estadounidense. Sin ellos no hubieran existido (o no les hubiéramos hecho tanto caso) grupos como Mystic Braves o Levitation Room, alumnos aventajados que todavía hoy siguen levantando pasiones. Recientemente han publicado “The Stuff”, el tema de adelanto de su próximo LP con el que rompen una sequía de cuatro años, y que al menos en su concierto donostiarra pasó bastante desapercibido ubicado justo en medio de un set de unos 70 minutos.

En 2023, y con entradas a 30 euros, son capaces de llenar un local de 250 personas teniendo dos días después un concierto en Biarritz, a unos 50 kilómetros, en el festival Wheels & Waves. Estos cinco chicos cosechan éxito tras éxito en sus actuaciones: en Dabadaba, donde ya estuvieron en 2016 (crónica aquí), hubo pocas quejas y bastantes sonrisas en el posconcierto. Todo el mundo parecía haberse quedado satisfecho. Se encendieron las luces, sonó el “Abba” de los Paragons en la sala, y se veían caras de alegría. Una vez más.

Pero Allah-Las tienen un problema, y es de los gordos: no han superado aquel glorioso debut, la viva imagen del sol brillando sobre el mar californiano que se podía vislumbrar en las imágenes vintage de la pantalla que acompañaba su música. Por un momento parecía que las canciones, sobre todo en sus pasajes instrumentales (la inaugural “No Werewolf”, “Sacred Sands”), se convertían en la banda sonora del recién inaugurado verano que se proyectaba en la pared. Hacía calor y la sala, hasta los topes, trataba de refrescarse en una tanda de incursiones a la barra que no daba abasto con el gentío.

Allah-Las ya no es solo un canto al dolce far niente de la Costa Oeste: surf, buen tiempo, la playa como símbolo. Sus conciertos no son ahora necesariamente mejores, pero se aprecian otros matices, en algunos casos más rugosos y ásperos. Recogen el legado folk rock de los grupos de Laurel Canyon; dejan asomar el espíritu de The Velvet Undeground del “Loaded”, lo que provocó un pogo antes de los bises; y algunas guitarras y atmósferas recuerdan a los REM de los 80, como en “Polar Onion”. Su inmaculado revival sixties viaja ahora por otras décadas sin que tampoco se note demasiado. Los miembros de Allah-Las, un pelín más desgastados físicamente, siguen encarnando el sueño californiano a su manera. Como echarse una cabezadita contra el ruido y los males que acechan al mundo. Un gozoso sueñecito.

El mejor tema del lote continúa siendo, muy probablemente, “Sandy”, uno de los cortes más destacados de “Allah-Las”. Nada superó a esa mágica intro (“Time After Time Girl / Like Daedalu´s Child”) con la que uno se visualiza en una tabla de surf cabalgando las olas hasta la orilla. El público, bastante variopinto, se vino arriba cuando sonaban los himnos primigenios (“Tell Me (What’s on your Mind)” fue la segunda, “Catamaran” se reservó para el cierre) y respondió también positivamente a la cosecha posterior, menos excitante pero con la que Allah-Las aguantan el tipo y les permite resolver conciertos sin despeinarse.

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