Muérdete la lengua
ComicsDave Cooper

Muérdete la lengua

7 / 10
Raúl Julián — 27-08-2025
Empresa — Ediciones La Cúpula

La editorial La Cúpula sigue enfrascada en ese loable empeño consistente en reeditar títulos de entre el catálogo de Dave Cooper. Una misión que recientemente ya se había encargado de rescatar títulos como “Escombros” y “Succión”, y que ahora hace lo propio con “Muérdete la lengua”, una obra que, en origen, vio la luz en 1993.

Un cómic en el que Cooper vuelca sin tapujos todas las cualidades de su particularísimo y reconocible estilo: obsesivo y detallista; grumoso y pervertido; imaginativo y vulgar. Una serie de características y contradicciones que, en este caso, confluyen al amparo de un bloque de pisos en el que todos los inquilinos tienen algo que esconder, ya sea en forma de tara, prejuicio, obcecación o cualquier otra alteración racional salida de la inventiva de Cooper y plasmada por su pluma. Desde un encargado de mantenimiento voyeur hasta un dibujante de cómics fracasado, pasando por un padre de familia iracundo y desquiciante o un bebé capaz de defecar caquitas sanadoras, hijo de una pareja bien avenida aunque con problemas de alcoba.

Como suele ser habitual en el catálogo de Cooper, las páginas de “Muérdete la lengua” huelen y desprenden un apestoso hedor casi palpable, dibujando un escenario viciado que, al mismo tiempo y por algún enfermizo motivo, resulta adictivo para el lector. Una aventura salpicada con generosidad por temáticas sexuales, obsesivas y escatológicas, que cumple cuando de hacer eufórica apología del feísmo se trata. El tomo se completa con un capítulo independiente, “Cynthia Petalo”, con la acción sita en otro apartamento. Un espacio en el que ciertos extraterrestres visitan a una inquilina con la única misión de darle placer y hacer realidad cualquiera de sus fantasías sexuales... por muy fantasías que estas sean. Una idea que deriva, directa e indisimuladamente, en orgía global y espacial, supurando dentro de un argumento en el que Cooper se mueve como pez en el agua.

El presente volumen quizá no sea, en media, la mejor entrega del canadiense, pero cumple de sobra con aquellas expectativas asociadas de por vida (y desde que se convirtiera en uno de los reyes del cómic underground de los noventa) a su personalidad creativa. Una referencia del todo solvente y que evitará, con toda seguridad, cualquier tipo de insatisfacción, tanto en expertos como en advenedizos del universo Cooper.

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