Vernon Subutex
Cine - Series / Cathy Verney

Vernon Subutex

6 / 10
Daniel Grandes — 06-10-2021
Empresa — Filmin
Fotografía — Archivo

“¡Pelea, porque esto es la guerra, Subutex!”, se le exclama a la cara a nuestro protagonista mientras pincha “Discoteca” de Exchpoptrue. Quizás “Vernon Subutex” de Cathy Verney, la adaptación televisiva de la novela de Virginie Despentes, se me haya hecho algo distante justamente porque me es difícil detectar esta lucha que abandera. Es en sus episodios finales cuando esta sociocultural guerra fría parisina se manifiesta, cuando se nos permite darnos cuenta de que esto es algo más que un conflicto armado contra la nostalgia (como si fuera poco). La culpa por aquello que no se pudo cambiar se convierte en el centro de un relato que se obsesiona en obligar a sus personajes a desmitificar un pasado que, a priori, parecía lo único a lo que se podían ya aferrar. Y si el pasado está glorificado, el presente es mudo y el futuro está lejos de existir para aquel que no puede más que deambular, ¿qué le queda a Vernon Subutex más que sumergirse en sus pretéritos?

Los reencuentros no son más que pequeños recordatorios de que ya no tenemos lo que teníamos, o de que si lo seguimos teniendo, el tiempo lo ha golpeado hasta dejarlo irreconocible. Sonic Youth, Kim Wilde, New Order y The Undertones siguen aquí. Sus canciones son las mismas que cuando fueron escuchadas por primera vez. Somos nosotros, nuestros ojos y oídos, los que no somos los mismos. Sobre esta deconstrucción de lo melancólico se construye “Vernon Subutex”, por mucho que tengamos que poner algo de nuestra parte para ir detectando poco a poco sus vigas. Porque sí hay algo de lo que sí peca uno de los máximos fenómenos de la televisión francesa en los últimos años es de divagar en exceso. Demasiados rostros son observados desde demasiados puntos de vista en un relato que brilla cuando la coralidad se observa desde la subjetividad de un solo par de ojos. Que nadie podrá decir que la serie no cierre todos los frentes que abre (de hecho lo hace sacando a relucir una faceta reivindicativa y política demasiado tímida hasta el momento siendo esta una adaptación de Despentes). Pero es que el solitario cowboy, que intercambia ahora su revólver por unos cuantos vinilos desgastados y el árido oeste estadounidense por la deshumanizada capital francesa, no puede adoptar su naturaleza crepuscular si está siempre acompañado.

Es una lástima que el conformismo y la desesperanza dominen un apartado estético que podría ser esa ansiada ventana que conectara con la forma juvenil, inocente y despreocupada de ver el mundo que los protagonistas dicen añorar. Perjuran echar de menos esos tiempos en los que los pies no tocaban el suelo mientras la mirada de Verney no hace más que colocar grilletes en sus tobillos. Se echa en falta el caos, el hedonismo y lo dionisíaco en lo que se supone que es una oda a los mismos. La cámara se siente demasiado cómoda en una tesitura que los personajes detestan y es ahí donde empiezan las disonancias que convierten “Vernon Subutex” en una obra inconsecuente y, en definitiva, en una guerra sin sentido. “¡Pelea, porque esto es la guerra, Subutex!”. ¿Dónde esta la violencia (ya me entendéis, os hablo de esa violencia que sólo la imagen atípica y desgramaticalizada puede ejercer)? ¿Dónde está la rebeldía (ya sabéis, aquella que aparece cuando el formato se subleva contra aquello que debería ser)? ¿Dónde está la revolución (eso mismo, la revolución)? Deambular con los auriculares puestos se queda corto para un Romain Duris, nuestro Vernon Subutex, que demuestra en las cimas de este tímidamente melómano cuento urbano las ganas que tiene de estallar sobre sí mismo. Pero al final la contención gana la guerra. “¡Pelea, porque esto es la guerra, Subutex!”. Quizás la culpa sea mía por esperar una victoria cuando siempre se estuvo escribiendo una derrota.

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