The Quiet Girl

Con su primer largometraje de ficción, el cortometrajista y documentalista irlandés Colm Bairéad ha conseguido un hito en la cinematografía local: es la primera cinta nominada al Óscar en idioma irlandés. Si jugáramos a ser académicos de Hollywood, lo tendríamos difícil a la hora de elegir entre el film de Bairéad y el belga “Close”, de Lukas Dhont, también candidato. (Tal vez por ello la favorita sea la espectacular y ambiciosa “Sin novedad en el frente”). Bairéad y Dhont juegan en la misma liga, muy lejos de la (brillante, pero irregular) cinta germana: la liga de las películas pequeñas, pero hondas, observadoras sin ser prolijas, sensibles sin ser edulcoradas; hermosas, pero duras.

“The Quiet Girl” nos lleva a la Irlanda rural de los años ochenta, pero no hay en la película ninguna voluntad cronística. Podría estar situada en cualquier lugar que significara refugio y en cualquier coordenada temporal. Lo que importa son los personajes, la fluidez silente de los dramas, el tono realista utilizado y el sutil crescendo emocional que el film orquesta.

Aunque en el título haya una referencia al clásico “El hombre tranquilo” (“The Quiet Man”), de John Ford –seguramente como distanciación irónica–, no hay, desde luego, ninguno de los tópicos que le haría reconocer a un foráneo que la acción se desarrolla en Irlanda; de ahí, su alcance universal.

Argumentalmente, la niña del título, patito incomprendido en una familia de gansos, se ve obligada a pasar una breve temporada en la granja de unos parientes –matrimonio sin hijos– debido al nacimiento de un nuevo vástago. A partir de ahí, la película entra, casi sin querer, en el terreno de los filmes de iniciación y Bairéad, con inteligencia, narra sin explicitar y, a través del comportamiento de los personajes, desvela, sabiamente y con pausa, sus conflictos y secretos para hablar, así, de los caprichos del destino, las necesidades afectivas y las familias a voluntad, antes de desembocar en un final bello, pero doloroso.