Pacifiction
Cine - Series / Albert Serra

Pacifiction

8 / 10
Daniel Grandes — 11-09-2022

No tengo miedo a reconocer que “Pacifiction” es la primera película de Albert Serra a la que me enfrento. Supongo que no soy el único que sabe más de Serra que de su cine. Raro sería que quedara alguien que no se hubiera topado aún con alguno de los polémicos titulares que el director catalán nos ha ido regalando. Que si los fans de “Star Wars” deberían ir al médico, que si “El Padrino” es una mala película, que si se considera a sí mismo uno de los mejores directores de la historia… Sin embargo, creo que vale la pena ir más allá del titular provocador si queremos entender a Serra. De hecho, aquello que me empujó a acercarme a ver “Pacifiction” no fueron tanto las buenas críticas que pudiera recibir en el pasado festival de Cannes, sino una declaración que el cineasta hizo en una entrevista hace algunos meses. En esta defendía que el objetivo de su cine era el de crear imágenes únicas que fueran capaces de luchar contra la inmensurable cantidad de contenido de las plataformas, imágenes que tuvieran el potencial de acercar a la gente a la sala. Puede parecer simple, pero toda la complejidad de “Pacifiction” reside en una premisa tan básica como la de conseguir que el público vuelva a emocionarse con las imágenes.

Lo último de Albert Serra es un thriller político atípico justamente porque la fascinación por el paisaje parece desactivar poco a poco todos los engranajes burocráticos que construyen la trama. Por mucho que pueda sorprender durante su parte inicial encontrarse con algo más cercano al cine de Martin Scorsese o Adam McKay que al de Werner Herzog, la asombrosa sensibilidad con la que Serra (y la preciosísima fotografía de Artur Tort) encuadra la Polinesia francesa consigue que lo administrativo se derrita poco a poco hasta desaparecer, dejando en pantalla únicamente un universo hipnótico y sugestivo. De hecho, aquello que el catalán predicaba en la entrevista antes citada se materializa por completo en las escenas marítimas de “Pacifiction” que son, sin lugar a dudas, unas de las imágenes más imponentes de los últimos años.

Todo en lo último de Albert Serra está diseñado para inducir al espectador a un estado de ensoñación de casi tres horas de duración. La banda sonora, construida desde una electrónica ambiental sutil llena de texturas, intensifica este trance colectivo también en el apartado sonoro, al mismo tiempo que da la razón a ese Alto Comisario de la República que asegura que “la política es como una discoteca”. “Pacifiction” tiene a fin de cuentas algo de silent disco tropical, como si Albert Serra quisiera orquestar una especie de rave en ASMR (con todas las contradicciones y contrastes que esto conlleva).

Por mucho que sea imposible negar que gran parte de la abrumante personalidad de la película recae en su apartado visual, “Pacifiction” no sería ni la mitad de carismática sin su indiscutible protagonista. De Roller es uno de esos personajes megalómanos por los que es imposible no sentir una atracción visceral. A medio camino entre el Vito Corleone de “El Padrino” y el Howard Ratner de “Diamantes en Bruto”, Benoît Magimel encarna, como no podría ser de otra forma, a un fiel alter ego de Albert Serra. Estamos ante un personaje frío, calculador y arrogante que, al entrar en contacto con la belleza que le rodea, adopta una sensibilidad que parecía serle incompatible al inicio de la película.

Me gusta entender “Pacifiction” como una historia que desmonta a Albert Serra, que le humaniza y le coloca en una situación vulnerable. El Grinch del cine catalán parece amar la Navidad después de todo. Creo que estamos ante una película importante, aunque aún no sé muy bien el por qué. Quizás porque no me desagrade del todo esta faceta de un autor salvaje y omnipresente que consigue que observar la odisea de De Roller signifique sobreanalizar el proceso creativo de Serra. Supongo que un poco de arrogancia y prepotencia nunca vienen mal…

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