Ante la negativa de algunos actores de la saga principal de participar en una continuación, Matthew Vaughn ha optado por el camino de la precuela y no le ha salido nada mal. Protagonizada por Ralph Fiennes y Harris Dickinson, son los secundarios como Djimon Hounsou o Gemma Arterton los que opacan las miradas, especialmente el excéntrico Rasputín de Rhys Ifans, que polariza de estados de ánimo, como la crítica y el público lo han hecho con esta película.
Ambientada a inicios del siglo XX, la película narra de manera totalmente particular los hechos ocurridos durante la Primera Guerra Mundial, a la par que se crea la agencia de espionaje Kingsman. Debo confesar que el inicio es ciertamente tedioso, parece que la cinta nunca vaya a arrancan, pero en su segunda hora se calza las botas y el traje Kingsman y vuelve al estilo propio de la franquicia. Muy bien rodada –especialmente las escenas de lucha, marca de la casa de Vaughn–, la película acaba por alargarse demasiado, sumando varias escenas no solamente largas, sino obviables tanto para el desarrollo de la trama como para la acción.
En definitiva, esta película con claro mensaje antibelicista al que le acompañan unas correctas actuaciones no es más que otro producto en el que Matthew Vaughn se gusta a sí mismo, muy a lo Zack Snyder en “Sucker Punch”. Eso sí, también sirve para dejar claro que Vaughn continúa siendo uno de los directores más en forma del cine de acción británico, demostrando con el lado bélico de la cinta que pocos géneros se le resisten.
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