Josefina
Cine - Series / Javier Marco

Josefina

7 / 10
Luis M. Maínez — 09-11-2021
Empresa — White Leaf Producciones
Fotografía — Cartel de la película

Lorena G. Maldonado, la jefa de cultura de El Español, comentaba hace poco en su cuenta de Twitter que Roberto Álamo era el hombre más sexy del país. Es posible y, de haber consenso, sería una buena noticia en estos tiempos de belleza disfrazada. Álamo es también uno de los actores más sólidos del gremio, brillante en papeles más complicados como el que hace en “La Gran Familia Española” pero, sin duda, grandioso cuando tiene que representar al ciudadano español medio. Hay en su mirar esa dosis de verdad y sencillez que rezuma en tantos hombres de mediana edad, trabajadores abnegados, vidas en la neblina del presente sin futuro. Esa verdad se traslada también a su papel como Juan en “Josefina”, el largo debut de Javier Marco y Belén Sánchez-Arévalo, a pesar de que la semilla de la duda sobre su sinceridad se siembra en los primeros compases de la película.

“Josefina” es un debut notable, ha participado en festivales como el de San Sebastián o la Seminci, y hay algo ahí de las películas que abundan en los festivales y que tan poco le gustan a Carlos Boyero. Esa mezcla entre la ausencia de mecanismos narrativos y la estilización de los mismos es reconocible para el habitual de este tipo de cine. En el caso de “Josefina” uno pasa el primer tercio poniéndose en situación y en el segundo acto empieza a dar vueltas en el asiento, inquieto: “Aquí hay algo que no me están contando”. La tensión se deja ver y baila delante de nuestros ojos implícita hasta que termina la película. Nos levantamos del asiento y la historia sigue, ya imposible de conocer, haciendo que vuele la imaginación.

Se nota que la dupla que forman Javier Marco y Belén Sánchez Arévalo viene de otro universo narrativo. Su buen hacer en “A la cara” les valió el Goya de 2021 al mejor cortometraje. El corto, como hermano del relato literario, se mueve en otros estándares, tiene otros ritmos y otros mecanismos. Son esos mecanismos los que con acierto final se trasladan a un metraje más de largo en “Josefina”, algo no siempre fácil de hacer.

Hablábamos al principio de Roberto Álamo y de su talento. Hablamos ahora, al final, de Emma Suárez y lo propio: qué actriz. Hablábamos antes del baile que se marca la tensión en la película delante de nuestros ojos. Hablamos ahora del baile quieto de Suárez con Roberto Álamo. La contención es más sugerente que la acción y viene envuelta en una verdad diferente, menos obvia, de más calado, que la del movimiento. Por eso la historia “Josefina” se configura con la honestidad que no se cuenta y que se vive. La película termina y nos deja con una duda preciosa. A cambio nos regala la certeza del presente sin futuro. El tiempo del cuento, del corto, y del amor.

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