Jaula
Cine - Series / Ignacio Tatay

Jaula

7 / 10
Fran González — 16-11-2022
Empresa — Sony Pictures España
Fotografía — Cartel de la película

Fragmentado entre dos perspectivas diferentes que terminan confluyendo en un turbio desenlace con tintes de terror psicológico, el debut del cineasta Ignacio Tatay en el noble arte del largometraje no podría haber aterrizado con mejor pie. “Jaula” parte con el beneplácito de nada menos que Álex de la Iglesia en la producción, y supone una arriesgada apuesta por parte de su artífice que nos sumerge de lleno en una historia sobrecogedora y oscura respaldada por un elenco de auténtico lujo. Paula (Elena Anaya) y Simón (Pablo Molinero) se topan en la carretera con un regalo envenenado, Clara (Eva Tennear), una pálida niña de piel cristalina y pelo dorado con tics a lo enfant sauvage que muy poco a poco –y entre pistas en un alemán muy primario- desenvolverá ante nosotros sus orígenes plagados de misterio e interrogantes.

La íntima relación que Paula y Clara desarrollan es del todo conmovedora y emocionante, logrando que el espectador realmente llegue a sentir un apego confuso pero empático hacia esa pequeña que no pronuncia palabra alguna y que requiere de una tiza para expandir los límites de su claustrofóbico perímetro personal. Una carga interpretativa de alta intensidad que recae sobre los hombros de una jovencísima y muy prometedora actriz capaz de comerse cada uno de los planos que protagoniza con sus mayúsculas apariciones, sirviendo, además, de palanca indispensable y heroica para que este macabro relato goce de un final grato para con el espectador.

Y es que el último tramo de la película nos brindará un infartante cierre, donde la tensión acumulada durante sus casi dos horas de metraje culminará por fin movida por una disonante y casi orgánica banda sonora y la repulsa generada por un siniestro pero inconmensurable Carlos Santos. Factores que acelerarán la conclusión de una trama capaz de mantenernos en vilo hasta el ultimísimo segundo de la misma y lograr que la intriga se mantenga viva con excelente acierto –otro gran nombre responsable de ello es el de la genial Eva Llorach, que con muy poca cuota de pantalla es capaz de abrir historias paralelas y enriquecer el contexto que esconde tras de sí este sombrío matrimonio. No es baladí su mención si tenemos en cuenta que una de las grandes virtudes de la cinta reside precisamente en la no-verbalidad de sus intérpretes: miradas aguantadas en planos abrumadores, elipsis correctamente resueltas, o esa información sobre-entendida que edifica el sentido de la trama y la relación que hermana a sus protagonistas con la misma.

Anaya está de Goya, sencillamente. Con su habilidad para pilotar la trama, logra que ésta no caiga en un mero drama de pareja y termine derivando en el cautivador thriller que la audiencia espera. Entre bocanadas de calidez pseudo-maternal y un arrojo sufridor con nulo respaldo, teje las entretelas de un personaje fuerte y convincente que no descansará hasta lograr entender los entresijos que se esconden detrás de este burgués escenario que sirve de telón para una historia de sororidad realista (“Ya sé que es muy difícil, pero lo vas a conseguir. ¿Sabes por qué? Porque eres la niña más valiente que he conocido en mi vida”) y un retrato de horror doméstico más costumbrista, y por ende, más espantoso que cualquier ficción.

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