El último duelo
Cine - Series / Ridley Scott

El último duelo

7 / 10
J. Picatoste Verdejo — 02-11-2021
Empresa — 20th Century Studios España

Desde que Akira Kurosawa realizara “Rashomon” en 1950 son varios los directores que han copiado/imitado/matizado la estructura que implantó el cineasta japonés basándose en el cuento “En la espesura del bosque” de Ryusuke Akugatawa. Sorprendentemente, el todoterreno británico Ridley Scott es el último de ellos y el que más ha experimentado con la naturaleza de esta estructura en aras de las intenciones profundas de su film, más allá del atractivo popular que tiene de por sí ese esquema narrativo: la misma historia contada en diversas versiones según puntos de vista diferentes.

Pero precisemos. Uno de los equívocos habituales es referirse a la estructura “Rashomon” como si su mecanismo consistiera en contar la misma historia, la misma realidad, desde puntos de vista distintos, a partir de lo que conoce cada uno de ellos, como la elaboración de un puzzle. Vaya, que lo que hace Tarantino en la parte final de “Jackie Brown” no es propiamente la estructura “Rashomon”. Sí lo era lo que hacía George Cukor en el musical “Las Girls” (1957) en la que se dan tres versiones distintas de una misma situación, con resoluciones diferentes. En El último duelo Ridley Scott, a partir de un guión de Matt Damon, Ben Affleck y Nicole Holofcener (directora de “Sobran los motivos” y guionista de “¿Podrás perdonarme algún día?”), realiza un interesante híbrido.

Dividida en tres partes, la cinta narra la historia de una violación en la Francia medieval desde el punto de vista de tres personajes: el marido de la víctima, el acusado y, por último, la víctima. Los tres capítulos se presentan con la misma fórmula, La verdad de..., pero en el último, “La verdad de Marguerite”, se acaba desvaneciendo el nombre femenino para dejar “La verdad” a secas. Toda una declaración de intenciones en la era del #MeToo.

Lo más estimulante de la operación es que, si bien las tres versiones cuentan lo mismo, lo que las hace diferentes, sobre todo la segunda y la tercera, que muestran la escena del delito, es la percepción subjetiva del punto de vista expresado, los detalles en los que se fija, la interpretación que hace de lo sucedido, más en un marco histórico nada favorable a la víctima por su condición de mujer. Así, esta variación insólita de la estructura “Rashomon” –la diferencia no está en los hechos, sino en cómo se perciben– discute la noción de realidad, la concepción medieval, y por extensión, la escritura machista de la Historia: contar todas las versiones no es un recurso narrativo resultón, sino una necesidad imperiosa. "El último duelo", es, por tanto y bajo su coraza de película de duelo entre machos orgullosos, una llamada a la toma de conciencia y al cambio de paradigma.

Pese a ello, el film, muy entretenido gracias a su estructura, falla en la construcción del personaje femenino protagonista, demasiado forzado en su conformismo hasta la fecha de la discordia, y desatiende aspectos concretos que merman la credibilidad de la historia.

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