El contador de cartas
Cine - Series / Paul Schrader

El contador de cartas

9 / 10
José Martínez Ros — 29-12-2021
Empresa — Focus Features
Fotografía — Cartel de la película

El veterano Paul Schrader (1946) lleva desde el inicio de su carrera, que empezó por todo lo alto con el guion de una de los mejores thrillers de los 70, “Yakuza”, de Sidney Pollack, volviendo una y otra vez a la misma historia. A veces se ha encargado de dirigirla él, en otras ocasiones se ha limitado a escribirla para su buen amigo/enemigo Martin Scorsese. Se trata de “Taxi Driver”, “Aflicción”, “Posibilidad de escape”, “Al Límite”, “El Reverendo” y alguna vez. Es una combinación de dos obras que han sido consideradas precedentes literarios del existencialismo, “Crimen y Castigo” de Dostoievski y “Diario de un cura rural” de Georges Bernanos; o sus ascéticas versiones cinematográficas de Bresson, “Journal d'un curé de Champagne” y “Pickpocket” (antes de empezar a guionizar o dirigir películas, Schrader escribió un famoso ensayo en el que ponía en valor el estilo trascendental del cine de tres maestros, Dreyer, Ozu y Bresson). El protagonista es un hombre solo, abismalmente solo; un individuo obsesivo que mantiene a duras penas una cierta apariencia de normalidad y cordura mediante una rutina vital hipercontrolada. Es probable que arrastre algún tipo de pasado jodido, algo de lo que no puede escapar, pero que trata de retener en su cabeza, pero basta con mirarle a los ojos: es alguien que ha visto de cerca el infierno o que, incluso, ha sido parte de ese infierno. Suele aparecer una mujer que representa la esperanza; el protagonista sabe que si se aferra a ella conseguirá salvarse, empezar una nueva vida, pero al final fracasa. Sucede algo más o menos repentino, el abismo le devuelve la mirada y todos los demonios que ocultaba en su interior vuelven a manifestarse. Esto desemboca en un acto de violencia extrema que es, al tiempo, una forma de redención.

En su nueva, y magnífica, película, “The Card Counter“–producida por Scorsese- la plantilla se cumple al milímetro; de hecho, el plano final es un homenaje al de “Pickpocket”. Pero no importa que sepamos, desde el primer fotograma, que la peripecia vital de nuestro protagonista se dirige inexorablemente hacia el desastre; Schrader lo narra con una sutileza y un poderío tan abrumador que quedamos atrapados por lo que sucede en la pantalla. Este tiene el rostro de un impresionante Oscar Isaac, que merecería como mínimo una nominación a todos los premios de la temporada. Se trata de un jugador profesional, William Tell, que deambulo por casinos de baja categoría sin tratar de llamar la atención. No tiene hobbies, ni muestra ningún interés por el mundo que le rodea; lo único que hace, un día tras otro, es jugar y luego retirarse con sus modestas ganancias a algún mugriento motel. Una cazatalentos, La Linda, interpretada por una excelente Tiffany Haddish, se pone en contacto con él. Ha advertido su talento y quiere convencerlo para que participe en un gran torneo de póquer con varios patrocinadores importantes. Por supuesto, William se niega; no tiene intención de alterar en lo más mínima su existencia disciplinada y miserable.

Sin embargo, no tarda en llegar el hecho que cambia su perspectiva y lo instala en un viaje sin retorno; el origen de ese horror del que llevaba años escapando, y que ha terminado por atraparlo, como siempre había temido, se encuentra en su pasado. En una guerra justificada con mentiras y cuyas funestas consecuencias siguen condicionando nuestro presente. Como Stephen Dedalus en el “Ulises” de Joyce, William Tell sabe que “la historia es una pesadilla de la que quiere despertar”; por eso, tal vez, apenas consigue dormir. Esta dimensión inesperadamente política –y que señala, sin ambages, una enorme mancha de vergüenza en la historia reciente de su país- sólo añade una capa más de grandeza al conjunto. No aporta nada nuevo a la distinguida filmografía de Schrader, pero, sin embargo, con su galería de personajes condenados, su ritmo sonámbulo, sus hipnóticas imágenes y sus perfectos diálogos y monólogos, ha llevado a la perfección su fórmula. Una de las grandes películas del cine norteamericano de los últimos años.

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