Chip y Chop: Los guardianes rescatadores
Cine - Series / Akiva Schaffer

Chip y Chop: Los guardianes rescatadores

7 / 10
Daniel Grandes — 02-06-2022
Empresa — Disney +
Fotografía — Cartel de la Película

Es tentadoramente fácil comparar “Chip y Chop: Los guardianes rescatadores” con “¿Quién engañó a Roger Rabbit?” de Robert Zemeckis. Pero creo que cualquiera que no pueda resistir la tentación de poner estas dos películas en una misma balanza debe también tener en cuenta que lo metacinematográfico no juega con las mismas piezas en cada uno de estos multiversos animados. Zemeckis viaja al Hollywood de 1947 con el objetivo de meter en un mismo saco el cine negro y el de animación, dos géneros completamente antitéticos pero inseparables, pues resultan esenciales para comprender la estética del estudio estadounidense del momento que deambulaba –con sacos de billetes en las manos– entre el claroscuro que la ley y el crimen simbolizan y el hiperbólicamente colorido, casi alucinógeno, mundo de “los dibus”. Ahí nace la magia en Roger Rabbit, del contraste, del choque.

El thriller policiaco se introduce en un universo donde la violencia no sólo no es castigada, sino que es aplaudida como si de un ejercicio de gimnasia se tratara. Al mismo tiempo, el cine de animación pisa por primera vez un escenario donde el slapstick ya no premia a aquel que consiga propiciar dolor de la forma más creativa posible, donde el síntoma de la comedia puede ser señalado por la ley. ¿Cómo puede un dibujo animado ser acusado de asesinato cuando el Coyote ya habrá muerto a manos del Correcaminos más de un centanar de veces? La ecuación de Zemeckis da como resultado ese reparto ontológicamente incestuoso, ese festival onanista de cameos, crossovers y personajes (ahora llamados IPs) que teje el primer (?) multiverso (?) de la historia del cine. Akiva Schaffer, director de “Popstar: Never Stop Never Stopping” y “Hot Rod”, se encuentra con un contexto cinematográfico totalmente distinto al de Zemeckis que le obliga a plantearse cómo diseñar un multiverso cuando este parece ser la forma narrativa por excelencia de esta última década (siendo “Space Jam: Nuevas Leyendas”, “Doctor Strange: En el multiverso de la locura” o “Everything Everywhere All At Once” algunos ejemplos).

Sin duda el mayor logro de “Chip y Chop: Los guardianes rescatadores” reside en su forma de postular al título de primer multiverso posmoderno de la historia del cine animado. Es magistral la decisión de, en una especie de gesto crepuscular (o con la intención de que su gesto inicie un crepúsculo en esta fórmula narrativa), confeccionar una reunión de viejas estrellas, de IPs desterradas, de regresos innecesarios, de “ese en qué película salía que me suena de algo…”. Si un servidor describió en su momento a “Space Jam: Nuevas Leyendas” como “un intento de cartografiar el extenso terreno que ocupan Warner y sus ya innumerables propiedades intelectuales”, este mismo no tiene miedo a reconocer que lo último de Chip y Chop (o me atrevería a decir de Chop y Chip) es todo lo contrario. En un contexto donde el multiverso ha sido indirectamente apropiado por la vertiente más salvajemente capitalista de la industria del cine, convirtiendo esos universos de crossovers en monumentos a las propiedades adquiridas (si yo he comprado los derechos de Rick y Morty puedo ponerlos a jugar a básquet con Bugs Bunny), hay algo reivindicativo en rescatar a aquellos personajes que parecían haberse quedado en el fondo del armario. Schaffer no quiere que el personaje sea una vez más el reclamo (bueno, quizás en el caso del Sonic defectuoso un poco sí), no quiere que el reparto sea una muestra de pomposidad de una empresa. Schaffer quiere un multiverso de esos personajes que nadie querría ver en un multiverso.

Sobre esta base se construye una odisea urbana ingeniosa y renovada, una aventura sin más pretensiones que las que necesita autoimponerse. Otra cosa que le recriminé en su momento a la película en la que Lebron James hace un dab es la facilidad con la que confundía al chiste con la referencia. Aquí el cameo no tiene valor por sí mismo, sino que funciona como vehículo del gag, con la autoconsciencia –el chiste es plenamente consciente del terreno sobre el que camina– y la ironía siempre a servicio del humor, enterrando así un slapstick que no parece tener lugar aquí (DEP). En muchos momentos, el regreso de Chip y Chop tiene mucho más de “Howard The Duck” que de “Roger Rabbit” (siendo este el mejor de los cumplidos que se le puede dar a una película de aventuras). Schaffer compone una buddy movie rotundamente noventera que no se empeña en esconde el aroma “generación Reddit” que desprende por momentos, siendo la indiferenciable voz de Andy Samberg un ancla continuo a esa vertiente más meme (entendido como sinónimo de reescritura) del conjunto.

“Chip y Chop: Los guardianes rescatadores” quiere ser punzante, y sin duda lo es, pero podría serlo un poco más. Hace poco vi el tráiler de la nueva película de Jurassic World en el cine, que anunciaba entusiasmada el regreso del elenco original a la saga. Muy probablemente veré esta película –y no me gustaría que la siguiente declaración me confirmara ante vuestros ojos como una especie de boomer (no lo soy, lo juro, de verdad)–, pero me cuesta no preguntarme por qué las películas necesitan doblarse sobre sí mismas para seguir existiendo. Lo de Schaffer es algo paradójico, pues para criticar algo se ve en la obligación de perpetuarlo (con algunos matices). Pero lo aplaudo, pues el caballo de Troya tuvo que infiltrarse como regalo. Tiene mucho mérito la frescura que aquello recalentado hasta la saciedad presenta en este reboot caleidoscópico. ¡Por más multiversos que no queremos!

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