Aftersun
Cine - Series / Charlotte Wells

Aftersun

8 / 10
David Pérez Marín — 26-01-2023
Empresa — BBC Film, Creative Scotland, AZ Celtic Films, PASTEL, Unified Theory, BFI Films.
Fotografía — Cartel de la película

La ópera prima de Charlotte Wells –directora y guionista–, protagonizada por un espléndido Paul Mescal y una brillantísima Francesca Corio (elegida entre más de ochocientas niñas) que parece venir de vuelta, se ha convertido en uno de los debuts más bellos y melancólicamente desgarradores del cine moderno.

Lo que pudo haber sido y nunca será, las palabras que enmudecieron y ya jamás se escucharán, por mucho que las gritemos con todas nuestras fuerzas. Esa pregunta que siempre vuelve y Estrella se hace, en relación también a su padre, en la obra maestra de Erice, “El sur”: “¿Pude hacer por él más de lo que en ese momento hice?”. Desde la madurez de una hija treintañera (Celia Rowlson-Hall como la Sophie adulta), rebobinar (una y otra vez) dos décadas y volver al verano en el que la infancia comenzaba a mutar abruptamente, para intentar recomponer un puzzle emocional erosionado por el tiempo y así, poder comprender a su padre, más allá del vínculo filial, y sanar la relación entre ambos. Una fragmentada revisión de recuerdos por medio de esas viejas cintas que grabó con una videocámara durante aquellas vacaciones, aparentemente tranquilas y mágicas, junto a su padre separado, ella con once años y él a punto de cumplir los treinta (justo la edad que ella tiene ahora, cuando revisa el pasado). Y es que, ya lo escribió el poeta Philip Larkin: “Te joden mucho, papá y mamá./No es a propósito, pero lo hacen./Te colman de sus defectos y equivocaciones,/y añaden otras extras, para ti solito./Pero a ellos los jodieron a su vez…”.

Ya “sabemos”, en parte, cómo funcionan nuestros cerebros (algunos mejor que otros) en el proceso de recomponer y llenar (o camuflar) las lagunas y heridas que forman parte de nuestras vivencias y forjan la personalidad con el paso del tiempo: por medio de recuerdos reales e imaginarios. Con esas herramientas y momentos rebosantes de alegrías vividas a flor de piel, pero también de inquietante amargura, tristeza e incomprensible vacío, una magnífica y también debutante Francesca Corio (Sophie infante), vuelve a revivir aquellas vacaciones en búsqueda de la reconciliación. Así, bajo el sol estival de algún punto de la costa turca, en un complejo turístico con piscina y un largo abanico de actividades y espacios para el ocio, la escocesa Charlotte Wells nos atrapa y conecta emocionalmente para siempre durante noventa y ocho minutos, con un nostálgico y conmovedor intento de compresión al progenitor.

Ficción y realidad (Wells se inspira en la relación con su propio padre) se funden en una historia minimalista y sencilla que te estruja el corazón y araña por dentro, poco a poco, sin que te des cuenta. Un viaje en el que se nos muestra el funcionamiento de la memoria, sus grietas, mecanismos para seguir adelante y el proceso de codificación de la información emocional. Todo siguiendo una narrativa desordenada y desplegando un magnético collage fílmico: puesta en escena compleja y poderosamente lírica, fragmentada y rebosante de texturas, mezclando la poética visual de lo no vivido, con miedos, deseos, sueños y recuerdos que confluyen en el tiempo. Wells compone un virtuoso ejercicio formal con grabaciones caseras que saltan adelante y atrás, encuadres esquivos, reflejos de los protagonistas en espejos, piscinas o cristales, planos vigilantes y primerísimos, fueras de campo, personajes desenfocados o momentos congelados en fotos Polaroid. Y si son evocadoras las imágenes, se complementan a la perfección con un pequeño y brillante universo de sonoridades que son el alma de la película, subrayando los silencios y los sentimientos no expresados que siguen reflotando; pero también dándole importancia a los sonidos que nos conectan, como la respiración compartida en los espacios y sueños, o con un ramillete de canciones (de un remix de la “Macarena” de Los del Río, al “Losing My Religion” de REM o el “Tender” de Blur) que fueron la banda sonora de aquellas últimas vacaciones de sus vidas. “Why can't we give love that one more chance?”. Amor, pérdida y reconciliación a veinticuatro latidos/fotogramas por segundo.

“Aftersun” duele, suena y huele al verano eterno de nuestra infancia, como esas quemaduras en la piel embadurnadas con una refrescante y embriagadora loción tras una larga jornada al sol. Mención especial a la química total entre padre e hija (colosales, Paul Mescal y Francesca Corio), y al clímax de una vibrante y hermosísima escena final (para mí, desde ya, entre mis preferidas de la historia del cine) que, coronada con el “Under pressure” de Bowie y Queen, no podrás quitarte de la cabeza durante una larga temporada. Canción que parece haber sido compuesta y cantada para que Charlotte Wells la usara a su antojo en este magistral e inolvidable último baile.

 

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