Un disco de mil caras
Entrevistas / Bondage

Un disco de mil caras

Miqui Otero — 20-10-2003
Fotografía — Archivo

Bondage eran una muy buena banda de género, con un disco de género, "Gringo Star" (Astro, 01), en el que primaban unas melodías satinadas hasta el brillo sobre potentes guitarrazos: eso que Pete Townshend bautizó como power pop. Bien, pues su nuevo juego, "Living Jelly Moves" (Iguapop Records, 03), hace trizas la plantilla y se presenta como mucho más inquieto.

Diría más. "Living Jelly Moves" es un álbum proteico, poliédrico, donde se conjuran las muchas influencias que se podían adivinar por los proyectos paralelos de los componentes de la banda. "El primer disco lo grabamos en quince días y el segundo en seis meses. El primero en Manchester y el segundo en un ático en Barcelona donde podíamos invertir las horas que quisiéramos. El material estaba en un estado muy primario, al contrario de las canciones del primero, que ya estaban muy rodadas en directo y donde queríamos demostrarnos que podíamos grabar un disco como los que nos han gustado toda la vida. Esa frescura: veinticuatro pistas, todos juntos". Y es que si en el primer álbum Andy MacPherson les tuvo trabajando una dura jornada laboral de ocho horas, en éste han querido capitalizar todo lo aprendido con el productor de bandas tan desconocidas como The Who, Teenage Fanclub o Stone Roses.

"Durante la grabación derribaron y construyeron un edificio al lado del estudio, nos pasaron muchas cosas, hubo lo de los movimientos antiguerra..."

Y eso se nota, por ejemplo, en el mimo en la elección de cada arreglo: flautas traveseras, guitarras de doce cuerdas, mil detalles electrónicos y congas, en una obra trabajada digitalmente en colaboración con Dax (The Pinker Tones), con mimo artesanal, con las yemas de los dedos y no con ceros y unos. "A veces escuchas algunos discos y están todas las canciones encaradas igual. Nos gustan esos discos, pero nos apetecía ver en esto un reto como banda. La capacidad de sorpresa ha sido algo muy importante: uno de nosotros llegaba al ático y veía que habían cambiado totalmente los arreglos de guitarra de una canción. Además, no nos pusimos límites de tiempo. Normalmente acabas un disco y quieres cambiar cosas. En este caso trabajamos tanto que no añadiríamos ni un acento". El álbum no se puede despachar con un ecléctico como adjetivo sinónimo de sarpullido. Aquí cada canción tiene un tratamiento diferente que consigue un clima concreto. Salva Rey se mete en la piel de cada tema: su boca tamiza ecos de Marc Bolan, Curtis Mayfield, Alex Chilton e incluso Tim Buckley, mientras que la de su hermano Christian realmente toca cielo con un corte que empieza como una joya de Elliott Smith y que deriva en locura Super Furry Animals. "Sí, creo que son una de las influencias actuales junto con la forma de grabar de Beta Band, por ejemplo. Además, el sentido del humor está muy presente. Durante la grabación derribaron y construyeron un edificio al lado del estudio, nos pasaron muchas cosas, hubo lo de los movimientos antiguerra... El activista Howard Zinn colabora con nosotros; pusimos su voz en el single ´Freedom´ para explicar lo que sentíamos en ese momento".

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