“El disco es una mezcla de nuestros dos mundos”
Entrevistas / Lezón & Limousin

“El disco es una mezcla de nuestros dos mundos”

Javier Escorzo — 14-03-2022

El proyecto de Lezón y Limousin comenzó casi sin querer, con dos amigos y compañeros de grupo que se ponen a escribir canciones por el mero placer de hacerlo.

Cuando reunieron unas cuantas, se dieron cuenta de que tenían un disco entre las manos y decidieron publicarlo como tal. El resultado es “Azkorri”, un álbum preciosista el el que los instrumentos acústicos se funden con sugerentes capas de electrónica. De su gestación y de algunas de sus particularidades hablamos con Ricardo Lezón y Jaime Limousin, padres de la hermosa criatura.

Cómo nace este disco, porque creo que empezasteis a componer allá por 2017, cuando la gira de Esperanza.
(Ricardo) Yo tengo ese recuerdo, no sé tú, Jimi.
(Jaime) Sí. Quizás no de forma rigurosa, pero fue entonces cuando comenzó claramente la intención de hacer un disco juntos. En aquella gira hicimos conciertos con banda, pero también muchos conciertos a dúo, solos Ricardo y yo. En esos viajes empezamos a grabar en el iPad demos y cosillas, canciones de Ricardo que yo iba produciendo un poco. No teníamos claro qué era eso, para qué lo íbamos a usar ni bajo qué nombre iba a salir ni nada. A comienzos de 2020 ya sí que empezamos a darle forma de verdad y a grabar las ideas.
(R) Sí, Jaime estuvo presionándome desde 2017 y en 2020 ya consiguió que nos pusiéramos con ello (risas).

2020 fue el año del confinamiento. ¿Trabajasteis cada uno por vuestro lado cuando estábamos encerrados en casa? ¿O fue cuando ya se podía salir a la calle?
(R) Bufff… Yo soy muy malo para las fechas, pero creo que antes de que estallase todo esto ya teníamos unas cuantas canciones muy en acústico. Tengo el recuerdo de que tocamos en Granada justo antes de que se decretase la pandemia, cuatro o cinco días antes. Y ahí sí que teníamos ya alguna idea, pero todo muy deslavazado todavía. Durante el confinamiento, dentro del horror y la mierda que ha sido, a nosotros nos sirvió para darle un impulso. Todos estábamos intentando aprovechar aquel tiempo, distraernos un poco. Nos animó mucho comprobar que nos funcionaba la forma de trabajar, cada uno en su casa. Todos estábamos deseando escuchar buenas noticias y para nosotros era bonito comprobar cómo las canciones crecían, nos cruzábamos correos con lo que íbamos avanzando… Sí, fue en ese tiempo cuando creció todo.

Jaime forma parte de McEnroe desde hace tiempo. ¿Por qué el disco lo firmáis Lezón y Limousin y no es un disco de McEnroe?
(R) Pues… No lo sé. De entrada, porque no es un disco de McEnroe, sino de Jimi y mío. Jimi lleva ya bastante tiempo como miembro total de McEnroe. En la gira de “Esperanza”, que era con mi nombre y la banda era diferente, también estaba. Y las canciones fueron compuestas por los dos, no son descartes de McEnroe, no estaban pensadas para el grupo, sino que desde el principio estuvieron concebidas como canciones de los dos, con esta forma de trabajar. También hay canciones de Jimi, pero la base al principio eran canciones mías pasadas por su filtro y su manera de hacer. Desde el principio lo vimos así.
(J) Sí. Además, al principio tampoco pensábamos que fuese a ser un disco como tal, con sus diez canciones y demás, sino que nos divertía el hecho de hacer canciones, simplemente. Al final fuimos reuniendo material y decidimos esperar un poco y sacar un disco completo. Pero no había un plan, sino que estábamos disfrutando del momento y de la experiencia de componer canciones, sin saber qué título iban a llevar o cómo iban a salir. Los dos intervinimos un montón, así que lo lógico era que saliese con nuestros dos apellidos.

Me habéis dicho que hay canciones de los dos. ¿Las habéis compuesto juntos? No me refiero a los arreglos, sino al propio proceso de creación. ¿Os habéis metido uno en las canciones del otro? ¿O ese ha sido un trabajo más individual?
(R) Hombre, con Jimi es una gozada. Yo soy un tío muy básico haciendo canciones, igual tenía algo, una melodía, no sabía qué hacer con ella, se la daba y a él se le ocurrían caminos por donde seguir. Durante la pandemia, cuando se podía, hemos hecho sesiones de grabación juntos, trabajábamos en mi casa o en casa de Jimi. Las canciones han salido como han salido casi siempre, por lo menos en mi forma de trabajar. Empezaban siendo una idea, unas notas, una melodía, y al final se ha mezclado todo y han terminado siendo de los dos. Todo se ha mezclado y por eso el disco tiene su personalidad propia.

¿Cómo ha sido la grabación? Creo que no ha sido en bloque al uso, sino que ha sido separada en el tiempo y en el espacio.
(J) Sí, eso es. De hecho, cuando sacamos el primer single, todavía había canciones sin terminar de grabar. Es decir, no teníamos el disco entero y lanzábamos alguna canción. Nos divertía la idea de empezar a compartir sin tener el trabajo acabado. La grabación ha sido muy casera, lo hemos hecho casi todo en casa de Ricardo; yo llevaba una maleta con todo el equipo, las mesas, los teclados, todo el equipo de grabación. Me instalaba en su casa, pasábamos unos días allí, grabábamos sus voces, algunos arreglos… Ha sido poco a poco. También por una cuestión de recursos. Hemos grabado baterías reales también, porque vimos que hacían falta, y eso lo hemos hecho en un estudio de grabación. La canción que hacemos con Anari, por ejemplo, la grabamos en un estudio de Tolosa, buscamos un punto intermedio entre donde vive ella y donde vivimos nosotros.
R.- (R) Luego se lo mandamos a Miguel Otero, es la conexión que tengo yo en el sur, con David Cordero y con Raúl Pérez. Raúl hizo la mezcla de la canción Xelebre. Grabamos casi todo en casa, un trabajo muy artesanal, excepto las baterías, que son reales. Cuando lo terminamos, se lo mandamos todo a Miguel Otero, que tiene un pequeño estudio en San Fernando, Nada Nuevo Grabaciones. Miguel ha estado mucho tiempo en Inglaterra, viene del mundo de la electrónica ambient y ha sido una gozada trabajar con él. Hemos tenido el apoyo de David Cordero y de Raúl Pérez. Yo creo que lo hemos puesto todo en muy buenas manos. Para mí ha sido alucinante descubrir que se puede grabar de esta manera, y sobre todo ver la pericia que tiene Jimi para estas cosas. Cuando les mandábamos las canciones para que las mezclasen nos decían que era una gozada recibir el material así, tan bien conocido.
(J) A mí me gusta la producción desde hace un montón de años, y hemos cuidado mucho los pequeños detalles. El haber utilizado elementos electrónicos te permite más trabajar desde casa. Soy productor amateur, no me atrevo a terminar una canción ya para que se quede así en el disco, me gusta que pase por las manos de un productor profesional para que la mezcle él. Me falta esa confianza, todavía.

Mencionáis la eletrónica, y creo que es lo primero que llama la atención en el disco, la fusión de una parte orgánica, más acústica, con los arreglos electrónicos.
(J) Sí, es cierto. Lo que más me interesa a mí últimamente, desde hace años ya, es eso. Hay artistas como Damon Albarn en su disco “Everyday robots” o Sufjan Stevens, que juntan esos dos elementos que tanto nos atraen, tanto a Ricardo como a mí. Compartimos mucho discos de ese tipo, la “folktrónica” famosa esa, que no sé si sigue en pie (risas). Además, la electrónica es muy fácil para trabajar desde casa. Si yo tocase la batería, me hubiese resultado muy difícil trabajar desde casa, porque no tengo equipo para grabarla; sin embargo, un sintetizador es muy fácil de conectar, las baterías electrónicas son muy fáciles de usar, no requieren microfonía, es todo el programa de grabación. Se ha juntado todo: nos gusta este tipo de sonido, y ha sido lo más accesible en la situación en la que estábamos.

¿Habéis participado los dos en cada una de esas partes? A priori, podría presuponerse que Ricardo se ha ocupado más de la parte acústica y Jaime de la electrónica.
(R) Yo para el tema electrónico soy un cero a la izquierda. Tengo mis grabaciones electrónicas, que no pasan el filtro de nadie, salvo el mío, a mí me gustan. No sé nada, es todo intuitivo, pero me encanta. Escucho mucha música electrónica… bueno, más que electrónica pura y dura, esa mezcla que te decía Jimi. Yo soy un poco mayor que él, unos meses mayor (risas), entonces vengo de otros grupos como Hood… Este tipo de música me llama mucho, lo que pasas es que soy incapaz de hacerla. No es que sea incapaz, sino que no tengo confianza ni paciencia. Jimi dice que con una batería es más complicado grabar, pero también es cierto que necesitas menos paciencia. La electrónica requiere unas dosis de paciencia terroríficas que yo desde luego no tengo. Es cierto que la parte acústica es más mía, pero es así porque mi nivel en electrónica no pasa de amateur. Además, ves cómo hace las cosas Jimi y flipas, es muy bueno. Y aunque cada uno se ha encargado de una parte, también hemos estado en la parte del otro, aunque sea opinando, diciendo lo que nos gustaba y lo que no. No siento el disco como dos cosas que se juntan, sino como que hemos metido todo en una batidora, igual yo he echado más cosas acústicas y él cosas más electrónicas, pero lo que sale es de los dos, es la mezcla de nuestros dos mundos. No haría esa distinción. Incluso hay canciones de Jaime en las que yo lo tenía más complicado para participar, pero también las siento como mías.
(J) Sí. Yo conozco a Ricardo desde hace tiempo ya, y muchas veces me recomienda grupos o canciones que no te esperarías de él, son igual elementos más bestias de electrónica, y muchas de esas cosas luego me han inspirado a mí para hacer sintes o recursos. Aunque él no haya tocado el botón de la electrónica, sí que ha estado señalándomelo.
(R). El saxo de Ana y el drago, por ejemplo, no es mío y nunca hubiese podido hacerlo yo, más que con la boca. Pero ahí está, es un pequeño triunfo (risas).

En “Martxoko argiak” colaboráis con Anari. Tengo entendido que era un poema que ella tradujo al euskera y luego cantó.
(R) No exactamente. No era un poema, era una canción como las demás. Era una de las canciones que compuse cuando ya teníamos material y decidimos que queríamos hacer un disco. Desde que surgió la canción, no sé por qué, si por el aura que tenía o por el momento en el que salió, le dije a Jimi que quería que fuese en euskera, a pesar de que yo no lo domino. La canción nació así. Un amigo mío, Peru, la tradujo al euskera, y pensamos en que la cantase Anari. Fue una suerte inmensa que quisiera participar. Ella es profesora de Lengua y se encargó de terminar de pulir esa traducción y de cantarla. También participó Edu (miembro de McEnroe, NdR) en la batería. Fue una experiencia muy bonita, fuimos a Tolosa, la grabamos allí y estamos muy orgullosos de cómo ha quedado.

Hay otros idiomas también, hay algunas frases en inglés y en italiano en la canción 2.500 pasos. Imagino que será algún sampler, ¿no?
(J) Sí, son de la misma persona, además. Es Chet Baker, que hablaba italiano. Es un sampler, sí. Un disco que me sirve mucho de referencia es el de Everyday robots, de Damon Albarn. Soy un pesado con ese disco, Ricardo lo sabe…
(R) (Asiente entre risas).
(J) En ese disco usa mucho samplers, no solo de baterías programadas, sino también voces. Dio la casualidad de que encontramos una grabación de Chet Baker. Le metí un poco de autotune en la voz y quedaba super bonita en esta canción, 2.500 pasos. La letra hablaba de un recuerdo de Ricardo escuchando a su abuelo cantar una melodía de Chet Baker. Hicimos como una especie de Frankenstein de una toma de voz de un disco a capella de Chet, y luego al final se le escucha hablando en italiano. Lo que dice en esa frase es algo así como que lo único que esperaba de la vida es tocar a trompeta hasta que se muriese.
(R) Hay otro recitado en la canción que abre el disco, Ayer vi caer la hoja, que es un poema de Alejandro Simón Pardal, amigo y admirado poeta. Fue muy bonito, porque además de escribir el poema expresamente para la acción, quiso también recitarlo, para lo que tuvo que vencer muchos de sus miedos. Es un epílogo muy bonito para la canción. La canción habla de un día normal y corriente, pero en el que te sientes más poético, y el hecho de ponerle el broche con un poema era una idea muy bonita. Yo además tenía muchas ganas de colaborar con él, porque le admiro mucho como escritor y como poeta. Ya le hicimos un pequeño homenaje cuando tocamos en Zaragoza, que sampleamos uno de sus poemas y fue muy bonito.

Hay otra canción, “Ana y el drago”, que es un poema hecho canción. No sé si tú, Ricardo, que has publicado varios poemarios, sueles utilizar alguna de esas poesías que tienes escritas para ponerles música, o si cuando empiezas a escribir ya sabes si estás con un poema o con una canción.
(R) Hubo un tiempo en el que existía esa frontera, pero poco a poco se fue diluyendo. Ahora te diría que no existe. A veces me siento a escribir poesía porque me apetece, pero simplemente escribo y dejo que cobre vida y se coloque donde se tenga que colocar. “Ana y el drago” es un recuerdo que escribí y podía haber servido para cualquiera de las dos cosas. Al final salió la canción. El resultado final tiene el espíritu de lo que yo le mandé a Jimi al principio, pero luego él la trabajó muchísimo, fue increíble, tomó un vuelo que yo no esperaba y la letra cogía un vuelo mucho mejor que en la versión original. En esa canción sucede algo que me gusta mucho, y es que se encuentran la electrónica, que está muy unida a la matemática, a los tempos y tal y cual, y por otro lado, el recitado del poema no respeta los tempos, se los pasa por el forro. Entonces es como que se juntan esas dos maneras… Hay gente que la ha escuchado y me dice que no va en tempo, y yo respondo que no pasa nada. Yo tampoco voy en tempo (risas). Sé que Jimi me va a reñir, pero me pone muy nervioso cuando las cosas tienen que ir encajonadas. Ya sé que luego hay que respetar ciertas cosas porque si no no sale bien, pero yo soy muy abuelo cebolleta para eso; escucho discos de Bonnie Prince Billy que se han grabado en el retrete y suenan de puta madre. Luego vas donde los productores o donde la gente de la electrónica y te dicen que tiene sonar todo con la claqueta. ¿El retrete tenía claqueta? Bueno, da igual. Esa canción me gusta porque reúne esas dos maneras de entender la música. Ahora Jimi me dirá que me vaya a la mierda.
(J) Imagínate lo que me ha hecho sufrir (risas).
(R) ¡Y tú a mí! (Risas)

Bueno, es la eterna lucha. Por un lado la teoría, que yo creo que es más de rock’n’roll, que aboga por que da igual que haya fallos si tiene emoción, eso que se suele decir que los discos de Dylan o de los Stones están llenos de imperfecciones pero tienen magia, y otra visión que dice que no, que todo tiene que ir ordenado, en su tempo, sin el más mínimo error…
(R) Sí, pero te digo una cosa, también hay mucho rockeros disfrazados, que dicen que Dylan es muy bonito y luego vas a grabar con ellos y son los más pesados, mucho más que los de la electrónica. ¿Pero no te gustaba Dylan? “Sí, sí, pero esto hay que hacerlo así, así y así”. Yo creo que “Ana y el drago” es especial. Nosotros pensamos a la antigua, en los tiempos que corren te da la risa, pero nosotros pensamos mucho en cuál debe ser el single, y yo creo, después de haber escuchado el disco ochenta mil veces, que es la canción más Jimi y Ricardo, la que sintetiza mejor todo.

La esencia, ¿no?
(R) Eso es, la esencia. Luego en otras igual está más perfeccionado, pero esa es, para mí, la que mejor representa lo que hemos hecho.

Hemos mencionado los libros, y hay varias alusiones a escritores. Una canción se titula Davy Crokkett y en otra recuerdas a Claudio Rodríguez. No conocía a este último, y buscando información he visto que escribe mucho sobre la naturaleza, de los paisajes castellanos, y eso es algo que también haces tú cuando escribes, es como tu sello.
(R) Sí, lo que me llama la atención suele tener mucho que ver con la naturaleza, también cuando leo. Con lo que nos rodea, más que con la naturaleza. No me gusta controlar las cosas sobre las que escribo, no se me da muy bien decir: “Voy a escribir sobre esto”. Dejo que fluya. El otro día, hablando con Anari, nos reíamos, porque le decía que ya he hablado de casi todos los animales, solo me queda el ornitorrinco y el diplodocus (risas). Pero no me gusta pensar en eso, escribo sobre lo que me sale y ese es mi sello. Claudio Rodríguez escribe mucho sobre el amor y sobre muchas cosas, casi todas muy relacionadas con la naturaleza. A mí me gusta mucho la idea de estar en los sitios en los que lo único que sobra soy yo, y eso me suele pasar en la naturaleza, que tiene su propio orden y su propio desorden. A mí me inspira mucho. Paso momentos en los que me agobio mucho porque veo que otra vez estoy escribiendo otra vez sobre eso, y otros que son más potentes todavía en los que siento que estoy escribiendo sobre lo que me sale, no me apetece ponerme a escribir sobre cosas que no me salgan de forma natural. Y natural viene de naturaleza, o sea que todo en orden. La frase en la que menciono a Claudio Rodríguez surge porque una de mis pocas manías es que, cuando me voy de viaje, me gusta llevar su libro. A veces ni lo leo, pero me gusta tenerlo cerca.

El disco no sale con Subterfuge, que es el sello con el que soléis trabajar.
(J) Bueno, cuando estábamos escribiendo las canciones lo estábamos haciendo todo nosotros, pero esa soledad es muy bestia para Ricardo y para mí, exige demasiados conocimientos, demasiado trabajo, demasiada organización, y nos hemos apoyado en BMG como editorial, y en Gran Sol como distribuidora. Marcos, de Ayuken Management nos va a echar un cable con el booking. Hemos currado nosotros sin una discográfica, pero a la hora de sacarlo, vimos que era muy bestia y necesitábamos ayuda. Yo estuve con Joe La Reina en Subterfuge, Ricardo también ha estado muchos años con McEnroe en Subter, y al final parece mentira, pero desconocemos los intríngulis de esto, de cómo se hacen las cosas. Por eso nos hemos apoyado en una editorial y una distribuidora.

¿Y qué planes tenéis ahora? ¿Queréis tocar mucho?
(J) Es un poco incierto, si te digo la verdad. Tenemos algún concierto, pero tengo la sensación de que no es el mejor momento para salir con un proyecto, parece que hay como cierto embudo de grupos. Casi todas las fechas del año están ya reservadas, solo hay días libres entre semana… Escogeremos con mucho cariño fechas y lugares que nos hagan ilusión, pero sin la presión de tener que girar este disco por treinta mil sitios. Ya irá cogiendo su lugar.

Simultáneamente a este disco, McEnroe está celebrando su vigésimo aniversario, están saliendo ahora canciones en las que canta tu hija, Ricardo. ¿Van a convivir estos dos proyectos?
(R) Bueno, McEnroe ya es como un mastodonte, lleva su propio ritmo, cada uno tiene su vida y sus historias. Nunca hemos sido un grupo de muchas giras. Pero este año sí que hemos querido buscar sitios apetecibles para celebrar el aniversario. Después de verano tendremos cuatro o cinco fechas, pero dejará hueco para lo que dice Jimi, si salen cosas que creemos que merecen la pena y que nos van a permitir hacerlo bonito, tocaremos con este disco. Vamos a permitirnos el lujo de elegir dónde vamos y dónde no. No queremos intentar hacer algo convencional, porque es lo que dice él, hay tal cantidad de cosas, tal masificación… Yo quiero disfrutar del disco, estoy encantado con él y me apetece muchísimo que la gente lo pueda escuchar. Los directos, lo que venga. McEnroe no va a tapar esto.

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